Capítulo 2

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El sonar del agua al chocar con la tierra te inundaba de una sensación de extrema calma, como si la voz de las suaves nubes susurrara lentamente en tu oído. Alicia veía en su reflejo la chica de pelo negro y ojos azules, incluso más cristalinos que el propio arroyo. Sus cabellos meciéndose en el viento frente a sus ojos le daban un toque de belleza fantástica. Por otro lado el Búho gozaba de el baño de luz lunar que recibía de la noche, y de un silencio incómodo que solo era interrumpido por el movimiento del arroyo. Aquel ave contrastaba muy bien sus plumas marrones oscuras en mosaico con la oscuridad acechante del ambiente.

El camino se veía bastante directo y especifico, pues estaba rodeado de vallas de madera que impedían que te desacarries, como ovejas ciegas supongo que los tienen, casi pareciera que ese camino estaba ahí a posta, como burlándose de la curiosidad de Alicia y su manía por perderse. Perderse... ¿quien le dice que no termino ahí de casualidad? Quizá simplemente estaba pérdida, igual que su memoria, por eso era tan importante el llegar a ese trono y descubrir hacia donde debe volver.
Antes de reanudar su caminata se puso a pensar en algo curioso, que era que todo el tema de lo fantástico no le terminada de sorprender, es verdad que se asustó como ratón en casa de vieja cuando vio a los gemelos de un solo cuerpo, pero pensaba que su reacción no era la esperada, al igual que hablaba con un Búho de manera casual, y más aún que se tenga tanta confianza mutua con el ave. Todo esto simplemente sería absurdo para una persona normal, quizá esa es otra pieza del cuadro perdido de su personalidad, que ella no era normal. Aun con todas estas suposiciones no tendría nada seguro ni confirmado, así que despegando sus rodillas del suelo comenzó a caminar, y el Búho como era de esperarse se posó en su hombro y siguió acompañándola.

En el camino sólo se veía en los alrededores flores y flores y... ¡Dios porque tantas flores? Ya pasaba el límite de un buen ambiente y transmutaba a ser agobiante el hecho de que las flores cada ves ocupen más espacio, casi hacían una pared ellas solas. Un poco más adelante las malditas comenzaban a tornarse extrañas, de formas y colores que jamás se había visto en plantas, y mucho menos imaginado. Tanto así que había algunas de lunares azules y otras rayadas rojas, e incluso algunas que parecían el rostro de personas, esas eran realmente tétricas. Pero el premio se lo llevaron las que estaban cerca de una parte del recorrido que estaba apedreado, unas hermosas flor trompeta, literalmente sus pétalos formaban algo semejante a las de las trompetas. Ademas que sus colores variantes del dorado y el rojo hacían que brillasen como si estuvieran hechas de metal. Lo terrorífico vino al acercarse, cuando estas curiosas obras de arte comenzaron a hablar, del centro de su capullo se oían voces, que Alicia tardó en reconocer que insultaban, la insultaban a ella de hecho.

---- Mentirosa, sucia, zorra, desgraciada, maldita...

Todas estas cosas comenzaron a salir de esas decenas de plantas y a uno lo llenaban de inseguridad, odio y miedo, como mezclando en una olla ingredientes para hacer una baja autoestima. La intimidación era semejante a la de un pollo en un rodeo de toros, ahí en medio sin saber que hacer y cómo reaccionar, sintiendo las pesadas patas de sus alrededores que podrían reducirlo a un flan mal hecho. 
La situación empeoró, no sabia si para las plantas maleducadas o para Alicia, pues cambiaron sus insultos tan denigrantes por gritos espeluznantes, llenos de dolor y desesperación,  horribles como los de una mujer ardiendo. La causa es que de un grieta en el suelo salió un escarabajo que comenzó a comer las flores. Negro, brilloso y del tamaño de la palma de la mano era el bichajo que apresaba las flores, estas soltaron su cáliz para flotar lejos pero como respuesta inmediata el insecto despegó sus alas y comenzó comenzó a cazarlas una por una. Al ver a Alicia y su Búho este se asusta y cae al suelo pidiendo perdón. Efectivamente el escarabajo decía con una voz gruesa parecida a la de un viejo marino.

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