Capítulo 1

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El despertador me había despertado aquella mañana, intente apagarlo pero la habitación estaba demasiado oscura como para poder ver algo, con un suspiro me levante de la cama pisando algunos libros que había dejado en el suelo por la noche,  me acerque a la persiana y la subí con fuerza produciendo un agudo sonido que hizo que un escalofrío me recorriese la espalda.

El sol iluminaba el cielo, había olvidado el clima tan cambiante de Owego, tan pronto hacia buen tiempo como llovía, cerré los ojos unos segundos para poder acostumbrarme a la claridad mientras escuchaba algo que hacía demasiado tiempo que añoraba, el silencio, no se oía el trafico de las ciudades, adiós a los ruidos de los coches de policías a todas horas y gente discutiendo, pero en cierto modo lo iba añorar, igual que a todos los demás…

Unos lloros consiguieron despertarme de mis pensamientos, mi hermana pequeña ya se había despertado, me gire para abrir el armario y coger lo primero que pillase, en mi primer día de clase no podían faltar mis pantalones pitillo de la suerte ya desgastados por el uso, había cogido una camiseta cualquiera de color azul de un equipo de baloncesto, la verdad es que no me daba más por los deportes pero a mi padre siempre la hacía ilusión verme con ella y también me apetecía que el empezase con buen pie el trabajo.

Tras calzarme y peinarme recogiéndome el flequillo con una diadema baje las escaleras  de dos en dos con la maleta colgada a mi espalda, entre en la cocina y cogí una tostada que mi padre ya había preparado.

-Me voy-anuncie con la boca llena.

-Espera, déjame ver cómo vas-dijo mi padre cogiéndome de la mano libre haciéndome que girase como una muñequita de una caja de música-mmm…pantalones favorito y mi camiseta… ¿estás nerviosa, verdad?-dijo con una sonrisa.

-Claro que no, solo es un día de clase normal y corriente-dije con rostro serio.

-Pero en un sitio con muchos niños nuevos-anuncio mi hermana sentada en una silla cerca mía

-Pásalo bien-dijo mi padre dándome un beso en la mejilla y empujándome hacia la puerta- Tienes la comida preparada a la vuelta, yo llegare mas tarde y recuerda que tienes que ir  buscar a tu hermana a las cinco…

-A la clase de ballet, ya lo sé-dije terminando su frase- y me acuerdo de donde es, no te preocupes papa, está todo arreglado.

-Haces que las cosas siempre parezcan fáciles-dijo mi padre riéndose antes de girarse y empezar a caminar hacia la cocina-date prisa o no llegas a clase.

Cerré la puerta con suavidad y empecé a caminar con lentitud hacia el instituto, la verdad es que tenia las mismas ganas de ir a clase que de ponerme a estudiar, no quería conocer a gente nueva ni a la vieja, puede que haber hablado ayer con Castiel hubiese provocado esto, pero la gente cambia a lo largo del tiempo, y en tres años uno no es el mismo.

Sentí una mano sobre mi cabeza que me cogía la diadema haciendo que el flequillo me tapase los ojos, por lo visto mi padre tenía razón y ya era hora de cortarlo, vi como una figura me adelantaba y empezaba a correr riéndose.

-Demasiado lenta, así no vas a durar mucho-dijo Castiel levantando la diadema al cielo- venga, ¿no quieres recuperarla?

-¡Tienes dos minutos para devolvérmela o le diré a mi padre que te dedicas atacar a chicas indefensas!-dije empezando a correr detrás de él-¡Recuerda que es policía!

-Como que tu padre me ira a decir algo-dijo riéndose mientras seguía corriendo, le seguí por varias calles sin poder alcanzarle, todavía recordaba las veces que habíamos hecho esto de pequeños, pensaba que con el tiempo podía haber madurado pero…era algo imposible en el.

Se paro justo enfrente de la entrada de mi nuevo instituto, o infierno, cárcel…varios nombres diferentes para ese sitio, me lanzo la diadema a la vez que empezaba a caminar hacia él, no entendía por que lo había hecho, a lo mejor quería animarme la mañana…no él no era de esos.

Entre en el instituto justo cuando el timbre principal había sonado, mi primer curso de bachillerato, mi padre me había dado un papel con las indicaciones de mis clases y profesores, que bien papa, siempre cuidando de mi.

Entre en la clase indicada, sentí como varias miradas se clavaban en mi y empezaban los murmullos, pase sin inmutarme hasta el último asiento de la clase, deje la maleta en el suelo mientras apoyaba los brazos en la mesa, iba a ser un día muy largo.

Gracias al cielo las horas pasaron rápidas, en todas ellas había estado sola sin hablar con nadie, no era algo que me molestase sino mas bien que me esperaba, era nueva y no tenía tres años para acercarme a la gente y presentarme, con una sonrisa me levante rápidamente de la silla al escuchar el timbre que anunciaba el final de las clase.

Salí por la puerta con rapidez, cuanto antes saliese de aquella cárcel mejor para mi, solo quería llegar a casa, poner la televisión y estar tranquila, desconectar de esta nueva vida en la que sabía que no iba a encajar…

-Mierda-dije cuando la gente había empezado a empujarme para salir del instituto haciendo que varios libros que llevaba en la mano se me cayesen al suelo.

Me agache para recogerlos no con demasiada rapidez, la mala suerte había empezado ya el primer día, no me quería imaginar cómo sería el segundo, solo me quedaba coger un libro cuando vi que otra mano desconocida lo cogía, levante la vista para encontrarme con unos ojos avellana amables y unos cabellos rubios con mechones despeinados que brillaban con la luz, me levante rápidamente con una expresión sorprendida en mi rostro.

-Creo que esto es tuyo-dijo tendiéndome el libro.

-Si…gracias-dije cogiéndolo con firmeza.

-Ten cuidado, a la hora de la salida todos estos son unos animales-dijo riéndose

-Me he dado cuenta-dije forzando una sonrisa antes de quedarme callada.

-Me alegro de volver a verte Sami-dijo antes de girarse y desaparecer entre la gente.

Esa voz…me sonaba demasiado, no, no podía ser verdad, pero si el antes era…y ahora era… no podía ser verdad, esto era un mal sueño de esos que uno quiere despertarse.

¡¿Ese chico era Nathaniel?!

Regreso a OwegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora