Tendría que aguantar su falta de motivación de la mejor forma que se le fuera posible, de otro modo, terminaría por hartarse y quizás volver a sus tiempos de malísimas decisiones, y eso es lo que menos quería. Pero sabía muy bien que sin motivación no llegaría a ningún lado y su jefe no tardaría en llamarle la atención debido a que últimamente su temperamento se había vuelto más irritante que antes, y eso hasta al mismo Katsuki lo estaba molestando.

Metió las llaves en la cerradura, abrió la puerta sin muchas prisas y entró para encontrarse el mismo silencio con el cual era recibido cada vez que llevaba a su casa después del trabajo. Cerró la puerta despacio y se echó las llaves al bolsillo, siendo el leve tintineo de estas quienes llamaron la atención auditiva del joven pelirrojo ya asomado en las escaleras del segundo piso.

Kirishima había escuchado la camioneta a unos cuantos metros antes de que llegara al exterior de la casa y había olfateado el aroma de Bakugou apenas se bajó del auto, por lo que abandonó rápidamente su cama dentro del armario para esperarlo en la boca de la escalera esperando a que entrara y verlo con sus propios ojos para eliminar aquella idea dentro de su cabeza de que tal vez se lo estaba imaginando. Y verlo entrar a la casa lo llenó de alegría, la cual tuvo que contener sin moverse de su lugar hasta que Bakugou le hiciese una señal de permiso.

Bakugou tardó unos segundos en percatarse de la mirada rojiza la cual encontró al dirigir su mirada hacia la cima de las escaleras, tan ansiosa y feliz como siempre se mostraba cada vez que él era objetivo de aquellos ojos caninos que ahora lo miraban con alivio y emoción.

Por un momento se había olvidado completamente de Kirishima.

En algún momento dentro de su trabajo se había olvidado por completo de su existencia. Fue como si su cerebro por sí solo hubiera considerado a Kirishima como una simple fantasía, un sueño que él había creído real y del que se había desechado personalmente para que Bakugou pudiese seguir rindiendo en su trabajo sin obstaculizaciones innecesarias. Como si inconscientemente se estuviera encargando de eliminar del interior de su cabeza aquellas cosas que estorbaran su camino al éxito y a su profunda desgracia.

Por un momento se había olvidado de que alguien lo estaba esperando en casa.

Se le quedó mirando en silencio. Desde su lugar pudo darse cuenta de la emoción de Kirishima que le provocaba su presencia, podía notar que estaba moviendo su cola probablemente a un ritmo acelerado y las ganas de bajar y lanzársele encima se les notaban a kilómetros. Tal cual si fuera un perro emocionado de volver a ver a su dueño.

Desde la escalera lo escuchó gruñir sutilmente pero con profunda ansiedad, Kirishima estaba esperando órdenes y permiso de acercamiento para darle la bienvenida a casa, y fue inevitable para Bakugou sentir aquella grata perturbación en su pecho al darse cuenta de sus intenciones. -Kirishima, ven.

Eijirou no esperó ni un segundo más, y en cuanto su humano dijo las palabras que tanto esperó salió corriendo escaleras abajo hacia él, dando vueltas a su alrededor con prisa y refregando profundamente su cabeza en sus piernas con una inmensa felicidad que no podía controlar. Bakugou había vuelto y nada podría detener su desbordante alegría que parecía no molestarle en absoluto.

Escucharlo llorar como un perro desesperado y verlo rodearlo con la misma energía desesperada lo hacían sentirse extraño, quizás no era ni de cerca a lo que hace muchos años recibía al llegar a casa, pero el solo hecho de tener a alguien (o en este caso a algo) esperando por él lo hacía sentirse pleno, y que lo recibiera con una felicidad tan inmensa como esa sólo lo hacían sentir más liviano y menos frustrado. Sería una mentira si dijera que algo como eso lo hizo sentir plenamente feliz. Algo a lo cual no estaba acostumbrado, pero que sin dudas lo hizo sentir bien.

¡Mamá, me casé con el perro!Where stories live. Discover now