Capítulo 39. «Disfruten...»

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—También me gustan los tratos —la diosa volvió a ser una niña, pero ni sus rulos ni cara tierna hacían sus ojos y sonrisa menos espeluznante—. Pero sólo en los que yo pongo las condiciones. Te diré tres cosas que, a mi parecer, son lo suficientemente valiosas como para pagarme, y tú aceptarás la que más te convenza. Queda en tí.

—Dígame las opciones entonces.

—Soy una niña, no me hables de tú —bromeó Moira, a lo que Amaris respondió con los ojos entrecerrados—. Lo sé, lo sé, intento ser graciosa, pero la venganza nunca lo es. Antes lo era. Era la más graciosa de mi pueblo, pero mira en lo que me he convertido.

—Eras... —Amaris dudó—. ¿Alguien normal?

—El cetro nos convirtió en lo que somos. Erydas, mi hermano mayor, se convirtió en un planeta apestoso. Mi madre en la brillante luna, mi padre en un astro brilloso y caliente. Y yo... —Moira se detuvo, la furia coloreando sus mejillas—. Exiliada, a la espera de que los humanos comenzaran todo de nuevo y de que me invocaran, como acabas de hacer tú. Es lo más divertido que he hecho en milenios. Mis demás hermanos son aburridísimos.

—Lo lamento mucho —dijo Amaris de todo corazón—. Vivir condenada a una vida como la tuya, sin tener control de uno mismo, es algo que no querría tener que pasar nunca.

—La vida puede ser bastante irónica —contestó Mirna. Mientras hablaba pasó a convertirse en la primera ella, la mujer de cabello negro, ojos grandes y vistosos—. No te exaltes tanto por mis cambios de forma, ¿Me haces el favor? Es algo natural en mí, tengo muchos dominios y, a parte de eso, también soy la diosa de las ilusiones. También me gustan tus ilusiones. Mentiras y deseos que te creas a tí misma, como por ejemplo, ¡Eso de qué quieres dejar tus poderes! ¡O el deseo que tenías de que Ranik te besara! Sigue siendo una ilusión, algo que deseaste e imaginaste. Nunca me hubiera imaginado que tú serías ese tipo de chica.

—¿Qué tipo de chica? —preguntó Amaris, avergonzada, mientras trataba de retomar el rumbo de la conversación—. No estoy segura de que...

—No te lo tomes muy apecho —la silenció la diosa, extendiendo su mano en un gesto poderoso—. Mejor escucha mis propuestas. La primera... —la magia comenzó tomar forma, demostrando a una desconsolada Amaris llorando a los pies de un ataúd— Perder a un amigo. Que uno de los seres más preciados para tí muera y sepas eternamente que fue tú culpa.

Amaris negó con la cabeza. Parecía demasiado malo. La diosa siguió, diciendo:

—Lo sé, la venganza es cruel. Yo soy cruel, y me disculpo por eso. Como sea... —la diosa parecía afectada, como si el sufrimiento de Amaris le pareciera incómodo, luego exclamó con falsa emoción—. ¡Vamos por la siguiente! Esta es...

Mirna creó una ilusión en la que Amaris estaba en el palacio, en su habitación.

Miraba distraídamente hacia el mar, como sino hubiera nada más que hacer.

Piperina apareció detrás de ella, luciendo significativamente más madura y arreglada, además de bastante seria. Sólo después de haberla alcanzado, posó la mano sobre el hombro izquierdo de Amaris y dijo:

—Estás sola, lo estarás para siempre.

—¿Y qué demonios significa eso? —preguntó Amaris con incredulidad. Mirna rodó los ojos, repitiendo una y otra vez la misma frase, estarás sola, lo estarás para siempre—. Significa que renuncias al amor. No a cualquier amor, sino al amor de tú vida. Nunca podrás estar con él. Estarás sola, para siempre. Lo que más me intriga es saber quien sera... —la diosa tenía la mirada perdida, como si estuviera viendo muchas cosas a la vez— Tú futuro, el futuro de tus amigos y el de sus descendientes está muy oscuro.

Cantos de Luna.Where stories live. Discover now