Capítulo 32. "Última batalla"

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—Fue el susurro mortal, ese que mencionó el Erys que nos encontramos aquella vez —dijo una voz masculina para llamar la atención de Piperina mientras se dirigía de vuelta a su camerino.

Ella se detuvo en seco. No quería reconocerlo pero sabía que sí, había sido el susurro mortal el que había sacado ese espíritu del cuerpo de su hermana y lo había dejado libre al menos por ahora.

—Sea lo que haya sido —respondió. Sabía de quien era esa voz—. Eso no te importa.

Nathan bufó, divertido. No había abandonado su grotesco sentido del humor a pesar de la situación en la que estaban, razón por la que Piperina no pudo más que enfurecerse.

—Sabes que es cierto. ¿No deberías estar feliz por eso?

Piperina bufó, apretó los puños, y respondió:

—¿Qué quieres? —Nathan entrecerró los ojos—. Me refiero a que no entiendo porque estás aquí, siguiéndome detrás de bastidores en vez de ir con todo tú grupo a festejar y divertirse. Seguro quieres algo.

El rostro de Nathan cambió por completo de expresión después de oír aquellas palabras. Pareció volverse sombrío, ganar una intensidad y seriedad que la desconcertó.

—Me siento feliz por tí, es tonto que no puedas creer que tenga buenas intenciones para venir a verte, pero sí, Zedric me mandó.

—¿Y Zedric quiere...?

—Zedric quiere hablar con tú hermana, ¿Es tan difícil de creer que ella le interese?

—Sí —Piperina entrecerró los ojos y se cruzó de brazos—. ¿No lo habíamos ayudado ya?

—Zedric está preocupado, tú hermana le importa y quiere hablar con ella.

—¿Importar? Eso suena...

—Sí, Zedric se ha encariñado con ella. No sé que tan profunda pueda ser su relación, pero Amaris le importa, eso es todo. Dile que Zedric quiere verla, que tiene que ser privado, y pronto.

—Ni siquiera ha despertado, ni siquiera sé si lo haga.

—Ella estará bien —dijo Nathan para animarla—. Zedric y yo podemos sentirlo.

—¿Tú? ¿Qué tipo de cosas puedes sentir tú?

Nathan rodó los ojos. Piperina era demasiado testaruda, podía divertirlo la mayoría de las veces, pero también era un poco irritante las otras.

—Tal vez no sea tan poderoso como Zedric pero puedo sentir cosas, tener certezas, como saber, por ejemplo —para este punto de la conversación él se le había adelantado, se había puesto frente a ella y estaba tan cerca que podía sentir su respiración—, que tú te sientes nerviosa cuando estoy cerca de tí. Causo algo que ni tú misma puedes reconocer o describir.

—Sí, me irritas, eso es lo que me causas —respondió ella. Ambos se retaron con la mirada, Nathan estiró su mano y tomó uno de los mechones de Piperina entre sus manos.

—Aun recuerdo ese beso que te dí. Fue bueno, pero me gustaría comprobar si fue cosa de una sola vez, quiero intentarlo de nuevo. ¿Me dejarías?

Piperina contuvo la respiración. No estaba acostumbrada a ese tipo de contacto, no entendía porque se sentía tan nerviosa cuando se suponía que quien realmente le gustaba era Skrain.

—No —musitó con voz queda—. Tú no eres esa persona. Somos demasiado distintos.

—No lo somos. Tú eres igual de libre que yo, somos testarudos, valientes.

Cantos de Luna.Where stories live. Discover now