Capítulo XX. «Fortaleza oculta»

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Sin duda fue algo inédito que Piperina fuera la primera en terminar. Muy rara vez un no llamado ganaba, y ella, aunque siendo una princesa, no era considerada poderosa, (sino más bien del tipo que podría tener influencias, en todo caso, pero eso tampoco era mucho), no sólo había pasado a la siguiente ronda, sino que también había quedado en primer lugar.

El obispo, el único que, al parecer, mantenía la cordura su cordura, (y esto porque era su obligación y le daba de comer), alzó su mano, y dijo:

—Felicidades, princesa. Es usted la primera en pasar a la siguiente fase de la prueba de inteligencia. Puede ir a descansar y ver a su familia, mañana se sabrá si pasa o no a la fase de combate.

Amaris no pudo evitar sonreír, llena de satisfacción. A su alrededor había reacciones que hacían su deleite más grande, principalmente le divertían los rostros de sus principales enemigos, que fruncían el ceño, desviaban la mirada o murmuraban maldiciones por lo bajo. Ellos también querían ganar.

Trevor Flamechase, sin duda, era el que estaba más furioso. Su rostro estaba sonrojado por el enojo, y hasta parecía que golpearía a alguien en cualquier momento. Adaliah estaba enojada también, pero no porque hubiera sido brutalmente superada, (Trevor había llegado primero, y por eso le dolía especialmente la derrota), sino por todos aquellos recuerdos n su mente que no dejaban de sobrevenir, los discursos de su madre, nana, o entrenadora diciéndole que siempre tenía que ser la mejor. Perder contra ella, la más débil de sus hermanas, está a en contra de todos sus ideales.

La diferencia entre Trevor y Adaliah es que ella no mostró ni un atisbo de emoción. Así como la habían entrenado para ser la mejor, también la habían entrenado para mantenerse tranquila, inquebrantable, y nunca perder los estribos.

Amaris volvió a centrar su vista en su tablero. A pesar de que ya tenía idea de la imagen y forma final, seguía siendo difícil encontrarle un puesto a todas esas fichas que parecían tan iguales.

Como si el mismo destino quisiera molestarla, en ese mismo momento sintió que las visiones le sobrevenían, una sobre otra.

No tenían sentido. Todas eran sobre personas que no conocía, tanto del pasado, futuro y del presente. Era difícil distinguirlas, pero mucho más difícil era no sentir lo que las personas, fueran quienes fueran, sentían.

Ya antes había sentido las emociones de una persona más, las de Ranik. Aún así, aquella vez fue distinta porque los sentimientos de todos esos desconocidos le sobrevivieron de una vez, incontrolables.

Llena de dolor, Amaris comenzó a respirar rápidamente. Trataba de controlarse, pero su mente daba mil vueltas y le estaba haciendo perder el control de sus sentidos. Entonces posó sus manos sobre el tablero, apretando la madera de esta con todas sus fuerzas, después cerrar los ojos y tratar de mantener al máximo su concentración.

A pesar de todas las respiraciones que hizo para controlarse, lo único que pudo hacer fue dejar sus visiones en un segundo plano, enfocándose más en sus sentidos que en su mente.

Recordó cada uno de los pasos que Piperina usaba al resolver su rompecabezas, también centró su mente en los recuerdos sobre la cascada Sezelhen, haciendo algo que nunca había hecho.

Sus visiones fueron, por así decirlo, invocadas. Vió aquella isla, pero no como en un primer plano. Era como sentirla más que verla, un millón de sensaciones inundándola al instante. En el fondo de su visión notó a Ranik, caminando a lo largo del río que llevaba a la cascada, cuando su mirada cayó hasta un cuerpo inerte justo al lado de ella.

Se estaba viendo a sí misma y a la forma en que, con cuidado, Ranik se había asegurado de llevarla a su barco. Esas imágenes no fueron recibidas como las demás, que la hacían sentir demasiado abrumada, sino que fueron más del tipo que te reconfortan, como un recuerdo que no puedes dejar de ver.

Cantos de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora