Capítulo VI. «Pescador»

3.8K 445 20
                                    

🌙🌙🌙

Amaris regresó al mundo sintiéndose extraordinariamente mal. Sólo abrir sus ojos resultó doloroso y difícil. Intentar sentarse lo fue todavía más, su espalda se sentía pesada y fría, además de que sus articulaciones ardían cada que intentaba moverse. Ni hablar de sus músculos, todos adoloridos, o su cabeza, que parecía punzar de mil maneras distintas. Todo en ella se sentía mal.

Los recuerdos comenzaron a regresar a su mente. Lo linda que Sephira había sido con ella, la extraña aventura de la que habían sido partícipes, los riesgos que habían estado llenos de trabajo en equipo, de complicidad, todo para después verla morir.

Triste, llena de resentimiento con ella misma, el corazón doliéndole como nunca debido al  conocimiento de su sacrificio, no pudo evitar echarse a llorar.

No le importaba nada, ni siquiera donde se encontraba. Sólo lloraba y lloraba, sollozos siguiéndole cuando las lágrimas parecieron haberse acabado. Le dolía el pecho, su mente iba rápidamente y sin remedio, no podía detener el sufrimiento de ir y venir, de hacerla sentir impotente e inútil.

Sin más que hacer, observó el cuarto en el que se encontraba. Estaba hecho todo de madera clara y relajante, pequeño y con una larga puerta que seguramente llevaba al baño al extremo de otra que parecía ser la entrada principal. Aún cuando parecía sencillo, había pequeños detalles que hacían que Amaris se sintiera en casa. Desde los grabados en la madera hasta los pequeños muebles, que parecían estar tallados con el más mínimo detalle, o las pinturas que estaban en el techo, dibujos pintados con una especie de granito brillante. También habían cosas que hablaban del dueño que vivía ahí, como los mapas, apuntes, y tinturas que rondaban por todas partes. La ropa estaba finamente doblada, mientras que varios artefactos de lucha yacían bien ordenados en una especie de caja que estaba también bien escondida al fondo de la habitación, cerca del baño.

No le fue difícil reconocer que se encontraba en un barco al momento que se estiró y vio a través de la pequeña ventanilla a su lado el mar, ondulado y tempestuoso. Debían de estar cerca de la costa real, porque habían muchos buques y navíos grandes alrededor.

Suspiró, trató de verle el lado bueno a las cosas aun cuando  seguía sin dejar de sollozar.

La primera, estaba viva.

La segunda, había sobrevivido a su primera visión.

La tercera, alguien bueno la había encontrado. Si  no fuera así, probablemente ya estaría en algún sótano o alcantarilla junto a los peores traficantes en camino a las islas de la muerte. (Siete horribles islas en las que todo era posible). Estaba tranquila, cómoda, y bastante bien.

—Me imagino que tendrá hambre —interrumpió sus pensamientos una voz masculina. Amaris subió la mirada, encontrándose con una cara conocida. Un joven de la edad de su hermana Adaliah, llamado por la Luna, con ojos azules claros y un porte majestuoso combinado con un fuerte cuerpo bien constituido. Se trataba de Ranik Sandwave, miembro de la mayor casa pesquera del planeta. Sus rasgos eran fuertes, en su nariz había una pequeña protuberancia, dándole un aire levemente tosco, además de que tenía una barbilla pronunciada y cabello rizado que lo hacían ver aún más salvaje—. He traído un poco de sopa de camarón, es lo único que los pescadores tenemos siempre para comer, pero espero que sea bueno para usted, princesa.

—Pero si usted no es un pescador —respondió ella con un tono cantarín y divertido. Ranik, impresionado por la confianza de aquella pequeña princesa, trató de no mirar sus oscuros ojos azules, que cuando se centraban en él sentía que lo absorberían de por vida—. Usted es Ranik Sandwave, el heredero de los Sandwave, una casa de mucho renombre.

Cantos de Luna.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora