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Un gemido de dolor devolvió al presente a JongIn, quien alejó los oscuros pensamientos de venganza de su mente y se centró en el hombre que lo necesitaba en esos momentos, el cual iba a descubrir que cuando le decía que era suyo era verdad. SeHun era de su propiedad, al que quería someter cada día, al que quería poseer hasta que la pasión los consumiese a los dos, besar con lujuria, lamer, acariciar y chupar hasta sentir cómo se corría en su boca.

Se acercó hasta él y le tocó la frente, mascullando en alto al percibir el calor filtrarse a través de su perlada piel. Estaba ardiendo de fiebre.

Sacó su teléfono celular y marcó con furia el número de su médico particular, en cuanto le aceptó la llamada al segundo tono le informó que acudiera cuanto antes a su domicilio con todo lo necesario para atender heridas graves de disparos. No le hizo preguntas, como al resto de su gente, le indicó el tiempo que iba a tardar en acudir a su residencia y cortó la llamada.

–Mi salvaje y terco omega, cuando te despiertes te voy a hacer pagar todo lo que me has hecho pasar. –lo tomó en brazos y lo apretó con rabia contra el pecho–. Eres mío, pero parece que aún no lo has comprendido. –Sonrío al ver el rostro relajado del hombre, quien se apoyó contra él sin percatarse de lo que hacia sumido en la inconsciencia– Disfrutaré demostrándotelo, SeHun ¡Oh, si, disfrutaré cada segundo!

Sin mirar atrás salió del cuarto y tomo rumbo al coche donde lo esperaba Tao, este se mostró sorprendido al verlo cargar a un hombre en brazos, pero no se atrevió a preguntarle nada.

–Ya tengo lo que quería, vámonos –le dijo colocándose frente a la puerta de atrás del coche, esperando a que le abriera la puerta para depositar a SeHun en los asientos traseros para luego sentarse él y tomarlo en sus brazos de nuevo.

Era incapaz de dejarlo ir, no iba a dejarle ni un segundo, hasta que volviera a ver la sorpresa y la furia en sus ojos, el fuego que brillaba cuando le miraba directamente, el anhelo que percibió muchas veces pero que decidió ignorar.

Tao se apresuró a colocarse a su altura para abrirle la puerta del auto antes de preguntarle.

–Señor Kim ¿no cree que será algo peligroso el llevar con usted a aquel omega en aquel estado? Él esta a punto de morir.

Señaló con un gesto de cabeza, mirando con desagrado a aquel chico malherido que apenas respiraba y se mantenía con vida.

JongIn rápidamente al oír sus palabras no tardo en sonreírle a su guardaespaldas antes de mirarle directamente a los ojos abrazándose más a SeHun. –No se morirá querido Tao, él vivirá porque así yo lo quiero –

Tao no dijo mas nada, sino que prosiguió a hacer su trabajo, yendo a sentarse a su lugar correspondiente comenzando a manejar hacia la casa de su jefe.

Él debía hacerle el interrogatorio a aquel maldito que no habían matado en aquel lugar en donde habían sacado el capricho de JongIn.



El sonido del timbre lo alejó del cuarto donde había colocado al malherido omega. Caminó con pasos enfurecidos hasta la puerta, tecleando el código de seguridad para abrir a continuación la puerta de golpe.

Se interpuso en el camino del hombre que esperaba al otro lado de la puerta y le gruñó con voz fría como el hielo.

–Llegas tarde. – <<Estás muerto si no consigues salvarle>>.

No hizo falta que le advirtiera lo que le iba a suceder si no conseguía salvar a SeHun, los ojos del médico le mostraron que había captado a la primera el mensaje.

O le salvas o le acompañas en su viaje al otro lado.

El médico era un hombre que lo conocía desde hacía años, se podía decir que era de confianza, aunque fuese a causa de pagarle grandes cantidades de dinero y atemorizarle cada vez que lo tenia delante, con acabar con su vida si le traicionaba.

Lo único que le importaba era conseguir sus objetivos, y todo el mundo sabia que estaba dispuesto a todo con tal de alcanzarlos.

–Discúlpeme, he tardado por...

JongIn le interrumpió levantando la mano izquierda, ordenándole que se callara.

–Me importa una mierda tus excusas, acompáñame al cuarto, si no lo salvas...

Se giró y avanzó por el piso atravesando el amplio salón rumbo a su dormitorio, donde había depositado el cuerpo maltrecho de su amante.

Sus pasos resonaron en el silencio del piso acompañados de los nerviosos del médico, quien le seguía a un metro de distancia.

Sonrió internamente al ver que pese al estado de nervios que soportaba en esos momentos, seguía manteniendo su toque. Su vida era una batalla continua en la que eras vencedor o vencido, y él debía luchar cada día por mantenerse a flote en medio de la mierda que le rodeaba.

No es que se quejara, le gustaba el papel de hijo de puta que tuvo que adoptar desde temprana edad, para poder escalar hasta lo mas alto. Es más, dormía perfectamente de noche y no sufría esos casos de verse las manos manchadas de sangre de los inocentes que mandó a asesinar. Nadie era inocente, y menos en su mundo. Todos tenían pecados que ocultar, y daba un placer enorme el descubrirlos y jugar con ellos. Destrozarles lentamente hasta verlos convertidos en meros desechos humanos, escoria a la que pisar y eliminar del mapa.

Lo que en un principio pudo ser una máscara que se vio obligado a usar para sobrevivir, se convirtió en su esencia, en su sello personal, en su manera de entender la vida. O controlas y destrozas a quienes se opongan a ti, o serás su objetivo, acabando de rodillas y recibiendo por culo de tus enemigos.



MÍOWhere stories live. Discover now