Joshua

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Cortar la cadena que sujetaba el pie derecho de Bruno con el pilar de madera, estaba resultando una misión mucho más complicada de lo que parecía.

- Busca una llave - le aconsejó Bruno. - Debe existir una.

- Tómate tu tiempo - le dijo Max. - De todos modos, por lo que pudimos percibir no podremos salir de todas maneras.

A Joshua le preocupaba el que no tuvieran salida, pero se estaba sintiendo muy extraño en aquel sótano con aquella luz diminuta. Había rincones de la habitación que estaba en penumbras y no podía evitar sentirse observado.

Intentaba ignorar el final del sótano lo más que podía, pero sentía una presencia.

<<No estamos solos>>, dedujo.

Confiaba en que los chicos de arriba lograrían abrir la puerta de metal mientras él conseguía librar a los prisioneros de sus cadenas. Buscó en un pequeño aparador de madera algún juego de llave o alguna sierra que le permitiera cortar.

Fue entonces cuando lo escuchó.

Un tintineo provino de las sombras, provocando que los tres quedaran en absoluto silencio, como hipnotizados por el sonido sin lógica.

De repente, un paso.

Alguien arrastró un pie hacia ellos.

Joshua divisó un hacha vieja y sin filo colgando de la pared. La tomó en sus manos y se sintió un poco más valiente. Probablemente no serviría de nada, pero el escudo le generó una suerte de valor.

- ¿Quién está ahí? - preguntó Joshua.

- No es necesario el hacha, niño - dijo una voz saliendo de las sombras. - Soy un simple anciano que no podrá hacerte frente.

Tres pasos más y se empezó a distinguir una figura.

En efecto, un anciano escuálido, canoso y con barba, se acercaba a ellos con lentitud. En sus temblorosas manos, movía un juego de llaves que parecían ser las que necesitaban para salir de aquel depósito. Pese a la catastrófica situación, se lo veía feliz.

- ¿Estuviste ahí todo el tiempo? - preguntó Max, enojado. - ¿Tuviste las llaves todo el tiempo? ¿Por qué no dijiste nada?

- Porque estaba él - respondió el anciano. - Ahora ya no está y puedo salir de aquí.

El hombre era de piel morena, haciendo un gran contraste con su pelo y su barba canosa. Parecía que no había comido en décadas.

- ¿El espantapájaros? - preguntó Joshua. - Pero por más que lo destruimos, la puerta se cerró. No creo que podamos salir.

- Encontraremos la forma de salir, se los prometo - dijo el anciano.

- ¿Hace cuánto que está aquí abajo? - preguntó Bruno.

- Dos décadas - afirmó el hombre. - Ese maldito espantapájaros... Fue concebido para evitar que los ladrones vulgares nos quitaran la cosecha. Fue un gran protector, al que activábamos y desactivábamos a nuestro antojo. Excepto que un día, caí en mi propia trampa. Cuando fue tiempo de cosecha, tomé una mazorca sin haberlo deshabilitado antes y se volvió contra mí. Me encerró.

- ¿Y el monstruo ha estado activo durante veinte años? - preguntó Joshua. - Eso es imposible. Las plantaciones son recientes.

- Exacto - dijo el hombre. - Alguien lo ha vuelto a activar. Por supuesto, que yo estoy agradecido.

Se acercó hacia Max con la llave tambaleando en su mano. Max se incorporó, levantando su pierna para que el hombre tuviera más facilidad para abrir la cerradura.

- ¿Por qué estaría agradecido que ese monstruo haya regresado? - preguntó Joshua.

- Porque gracias a eso, ustedes entraron aquí - respondió el anciano.

Joshua no comprendió lo que quiso decirle, pero no le gustó el tono en que lo había mencionado.

Acto seguido, con una fuerza imposible para su físico, tomó a Max de los cuellos de su remera y le dio un beso profundo en los labios.

- ¡¿Qué diablos...?! - preguntó Joshua.

Y lo que pasó a continuación dejó de tener sentido. 

La Cueva del Espantapájaros (Compendio #1)Where stories live. Discover now