Bruno

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- Así que era cierto que ellos también fueron contratados - la voz de Ángel trajo a Bruno a la realidad. - Los dos que vienen allí son los dueños del gimnasio Aliados.

Bruno miró en la dirección donde su amigo señalaba. Un auto azul oscuro estacionó bajo el árbol. Dentro, se movían la figura de dos personas pero Bruno no alcanzaba a verlas bien.

Ángel y él habían optado por sentarse en la mesa de madera que estaba en las sombras, apoyando sus pies en los asientos de cemento que la rodeaban. No deberían hacer una cosa así si es que al mediodía debían almorzar allí.

- Escuché que estaban en la lista de empleados - continuó explicando Ángel. - Pero no me imaginé que vendrían realmente. ¿Por qué aceptar un empleo cuando son dueños de su propio local?

- Entonces, ¿por qué crees que vinieron? - preguntó Bruno. Le gustaban las teorías que su amigo sacaba sobre los demás.

- Lo mismo por lo que vino todo el mundo - afirmó Ángel. - Si el alcalde te llama para el trabajo...

- Es difícil decirle que no - asumió Bruno.

Todavía recordaba aquella mañana cuando el mismísimo alcalde de Bahía Ausente, Octavio Catalani, apareció en su negocio para hablarle sobre el proyecto del Campamento de Verano. Tuvo la presión social de todo el vecindario para que, sin dudarlo ni preguntar, aceptara participar de ese evento que prometía ser un boom turístico.

Miró a los dueños del gimnasio descender del automóvil. Ella, morena, de baja estatura y buen cuerpo, movía su lacia cabellera que le llegaba hasta la cintura. Tenía la mirada seria, decidida. A Bruno le daría miedo intentar relacionarse con ella. El muchacho que descendió desde el lado de acompañante tenía la piel pálida, el cuerpo bien formado y un rostro que destilaba tranquilidad. Se sintió atraído inmediatamente por él.

- Es un chico lindo - afirmó Bruno, casi sin poder evitarlo.

- Joshua Noriega - dijo Ángel, que conocía a casi todo el mundo. - Es todo un descubrimiento en el mundo de la gimnasia. Dicen que ella le ofreció ser socio porque había otros dos gimnasios que estaban interesados en él. Desde que comenzó a dar clases, el cupo de clientes se llenó.

- ¿Crees que es gay? - preguntó Bruno, ignorando por completo la historia laboral del muchacho.

- Tendrás que preguntárselo - respondió Ángel, encogiéndose en hombros.

- No se le pregunta eso a la gente - se apresuró en agregar Bruno. - Pueden reaccionar mal.

Ángel pegó un suspiro. Siempre pegaba suspiros cuando hablaban.

- No, así reaccionabas tú cuando te lo preguntábamos y lo negabas - le recordó Ángel. - Cielos, Bruno, desde que saliste del armario vives con más pánico que antes. Debes arriesgarte un poco. Tal vez el chico sea gay, tú le gustes y vivan una linda historia de verano. Tal vez no, se enfade y te evite durante los próximos meses. Tienes que descubrirlo de todas maneras.

Ángel tenía razón. De poco servía haberle confiado su realidad a sus íntimos amigos si estaba imposibilitado para relucirlo en el exterior.

- Quizá se lo pregunte - afirmó. - Si es que tengo la oportunidad. Ya sabes que estaremos ocupados.

- Tendrás oportunidades de sobra - afirmó Ángel. - Vi las listas. Esos dos chicos están en nuestro mismo grupo, así que los vas a ver bastante.

Bruno sintió una puntada en el estómago de los nervios. 

La Cueva del Espantapájaros (Compendio #1)Where stories live. Discover now