Luna

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Hacía tiempo había llegado a la conclusión que su amistad con Melissa había provocado que ella redujera su capacidad dramática de una forma poderosa. Su amiga, al estar siempre histriónica, hacía que cualquier otro ser humano alterado pareciera estar fumando la pipa de la paz. Lo bueno de haber escuchado el grito mientras caminaba en compañía de Julio, fue que Melissa no estaba cerca.

- ¡Oh, por Dios! - exclamó sin poder evitarlo. Julio la miró con el mismo desconcierto. - ¡Vamos a morir! ¡Vamos a morir! Es nuestro fin. Melissa tenía razón. Venir al bosque fue un error. Este trabajo ha sido un error. Tendríamos que habernos escapado cuando teníamos la oportunidad. Ahora ya no tenemos ninguna esperanza.

- ¡Cálmate! - exclamó Julio, cuando ella hizo una pausa para respirar. - ¡Lo que menos necesitamos es que llames la atención hacia nosotros!

- ¡No puedo estar calmada! - exclamó Luna. - ¿Acaso no escuchaste lo mismo que yo? ¡Están asesinando a alguien!

- Vino desde aquel lugar - comentó Julio, señalando hacia el lado opuesto al campamento.

- Entonces tenemos que ir para la otra dirección - aconsejo Luna.

- Alguien puede necesitar nuestra ayuda.

- Siempre alguien necesita ayuda, Julio - intervino Luna. - Yo digo que ayudemos al próximo.

Pero Julio parecía decidido a ser el héroe, así que caminó en dirección de donde provino el grito, dejándola sola. No quería ir con él, pero tampoco le apetecía volver sin compañía todo el recorrido del bosque hasta el campamento. Además, ¿de qué serviría morir de una forma dramática si no existiera nadie a quien traumatizar en el proceso? Sería una muerte desperdiciada.

Tras unos metros, se toparon con Valeria, Melissa y el chico de los dientes de lata que se llamaba Ángel. No supo bien por qué, pero en ese momento le resultó terriblemente atractivo y mucho más protector que Julio. Aunque estaba convencida de que la abandonaría ante la menor oportunidad.

- ¿Lo escucharon? - preguntó Valeria.

- Creo que fue Max - dijo Ángel. - Le mandé un mensaje diciéndole que nos encuentre en el bosque.

- Por suerte no lo conocí - reveló Luna. - Así que no me dolerá si se muere.

- Pero a mí me dolerá - dijo Ángel.

- Por suerte tampoco te conozco - retrucó ella. - Así que no me importa tu dolor.

- ¿Por qué estamos aquí? - Melissa, ajena a la discusión, volvía a tomar el liderazgo de la histeria. - ¡Vámonos y que los encuentre la policía!

- ¿Los? - preguntó Ángel, sorprendido por el plural.

- A tu amigo y a su asesino - afirmó Melissa.

Escucharon un ruido a ramas quebradas provenir desde el oeste y todos se giraron aterrorizados. Luna sintió que estaba a punto de desmayarse, pero aparecieron el socio de Valeria y el chico robusto. Luna pensó que mínimamente tendría que tomarse la molestia de aprender los nombres de la gente de su equipo.

- ¿Fueron ustedes los que gritaron? - le preguntó Melissa, con un dejo de esperanza.

- No - respondió el hombre robusto. - Fue algo silencioso.

- ¿Qué? - preguntó Melissa.

- ¿Qué? - preguntó Ángel.

- ¿Qué? - preguntó el hombre robusto, algo confundido por las preguntas.

- Quiere decir que andábamos con sigilo - dijo Joshua, el colega de Valeria. - Escuchamos el grito y nos reunimos con ustedes.

Un nuevo grito se posó al final de la oración de Joshua. Esta vez no había duda. Provenía de unos metros cerca de ellos.

- Viene desde el campo - dijo Ángel, corriendo en esa dirección.

- ¿Hay posibilidades de que el que grite sea un animal? - preguntó Melissa, siguiendo la carrera.

- Estoy seguro que es Max - contestó Ángel.

- ¿Hay posibilidades de que tu amigo Max, al que no vimos nunca, en realidad sea un animal? - insistió Melissa.

- Eso podemos debatirlo - respondió Ángel.

Los siete salieron del bosque hacia lo que parecía ser un maizal. Plantas altas e interminables se abrían ante los ojos de los chicos.

- ¡Allí! - exclamó Julio.

Todos lo siguieron con la mirada, intentando dar credibilidad a lo que tenían enfrente.

Una figura similar a la de un espantapájaros estaba tomando a un muchacho y lo arrastraba por la tierra como si una bolsa de basura se tratara.

Luna sintió un escalofrío recorrer su espalda y tuvo unos intensos deseos de echarse a llorar.

La Cueva del Espantapájaros (Compendio #1)Where stories live. Discover now