Joshua

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Confirmó que no estaba delirando.

El muchacho de músculos le había sonreído cuando entraron a las cabañas y ahora le había ofrecido que fuera su compañero en la búsqueda de la mujer vagabunda.

Ni siquiera sabía su nombre, pero sentía que el estar inspeccionando el bosque en su compañía, en un silencio cargado de intención, lo estaba erotizando.

El chico hizo el primer movimiento. Quizá le correspondía a él hacer el siguiente.

- ¿Cuál es tu nombre? - le preguntó.

- Soy Bruno - dijo el chico, tan rápidamente que se notaba que estaba ansioso por hablar. - Tú eres Joshua.

- ¿Me conocías?

- Mi amigo Ángel me ha hablado de ti - contestó el muchacho. - Me dijo que eras el dueño de un gimnasio.

- Sí, algo así - respondió Joshua. - ¿Tú a qué gimnasio vas?

- Al que está frente a la clínica - dijo Bruno. - ¿Lo conoces?

- Sí, es un gimnasio de máquinas - contestó. - Entiendo por qué estás tan fornido entonces.

Notó que el muchacho recibió el piropo sonrojándose.

- ¿Tú qué clase de ejercicios das? - preguntó Bruno.

- Gimnasia, principalmente - afirmó. - Evito los ejercicios que tengan que ver con levantamiento. Me inclino más por Funcional o Calistenia. Me estoy acomodando a mi nueva vida de instructor y Valeria me da todas las alternativas de elegir la clase que quiero dar.

- Quizá necesitemos un instructor de gimnasia ahora que estaremos tres meses en este campamento - murmuró el chico. - ¿Das clases personales?

Joshua sonrió.

Lo extraño es que había tenido la misma conversación con Julio, su compañero de habitación, pero había algo en la forma de hablar de Bruno que le hacía intuir que se estaban poniendo en juego algunas técnicas de seducción. Si comentaba que iba a entrenar todas las mañanas con Julio, perdería el efecto automáticamente. Así que decidió dejarlo fuera del juego de momento.

- ¿Te interesarían clases personales conmigo? - disparó.

- Claro, me gustaría que me entrenes - dijo Bruno. - Aunque tendríamos que buscar un espacio para que los demás no nos molesten.

Aquello estaba siendo más directo de lo que Joshua tenía planificado. Y si el objetivo del muchacho era que le hiciera preparar una clase para luego seducirlo y dejar sin efecto el entrenamiento, se irritaría mucho. Tenía que actuar.

- Quizá los demás estén interesados también, podríamos proponérselos - afirmó Joshua. - A menos que quieras que exclusivamente te entrene a ti.

Miró a Bruno al rostro y detuvo su caminar. El chico también lo hizo, entre risueño y tímido. Quedaron frente a frente, al centímetro.

- Quisiera que entrenemos los dos solos - dijo Bruno.

- ¿Sólo que entrenemos? - preguntó Joshua.

- ¿Qué otra cosa podríamos hacer los dos solos? - preguntó Bruno.

Ambos se rieron con nervios y luego, se aproximaron todavía más.

Joshua cerró los ojos al tiempo que los labios de Bruno chocaron con los suyos. Fue un beso lento, casi seco, pero mezclado con algunas sonrisas de incomodidad.

Recordó que tenía manos, así que las puso en la cintura de Bruno, comenzando un lento masaje por su abdomen. Estaba firme como una roca, incluso más que el de Julio. Bruno, al notar su actitud, hizo lo propio y llevó sus grandes manos hasta las nalgas de Joshua. Sin dejar de acariciarse, el beso fue aumentando de intensidad a medida que transcurrían los minutos, como si ninguno de los dos quisiera desprenderse del otro.

La torpeza comenzó a dar lugar al deseo, que empezó a borrar todo vestigio de coherencia.

De repente, un grito desgarrador atravesó el bosque y ambos muchachos se separaron de imprevisto.

Confundidos, miraron hacia todos lados intentando descubrir el origen, pero no había más que maleza a su alrededor.

- ¿Qué fue eso? - preguntó Joshua.

Otro grito.

Esta vez, a Joshua le heló la sangre.

- ¡Viene de allá! - exclamó Bruno, señalando hacia el horizonte. - Alguien está en peligro. ¡Vamos!

A medida que corrían, Joshua volvía a tener noción de que estaban en un sitio peligroso.

La Cueva del Espantapájaros (Compendio #1)Where stories live. Discover now