En el camino se detuvo donde mi hermano para que le entregara los discursos que ya había alistado, pero como la estupidez viene de familia-la de mi mamá-, Blake se tropezó con el asiento de adelante cayendo sobre la ancianita que estaba a su lado, justo sobre su pecho. No pude evitar soltar una carcajada al igual que la mitad de las personas que estaban mirando fijamente la escena desde sus asientos. Una monja a mi lado me dio un codazo para que me callara. Respire hondo volteándome hacia otra dirección para no tener que ver la cara roja de Blake y volver a reírme.

Mi padre comenzó con la misa y todos se quedaron callados. Fue en ese momento que empecé un sentir como el desayuno no me estaba cayendo bien. Mi estómago rugió tan fuerte que provoco que todos se girasen para mirar de dónde provenía ese "tornado". Papá golpeo el micrófono pensando que ese era el problema, hasta pidió a su ayudante que se lo cambiara.

Sentí como mis mejillas quemaban, suerte que nadie se dio cuenta. Cuando sentí que el rugido se aproximaba, me deslice en mi asiento para qué deje de sonar. Una vez que paso, suspire cerrando el los ojos, aliviada de que no sonase de nuevo y esto ya pareciera el vídeo de "Roar de Katy Perry" .

-Esto no es una cama para qué te estés durmiendo.-regaño entre dientes la monja tratando de que su voz sonara bajito, pero a la vez amenazante.

-Pero ...

- ¡Chis!- me callo enfadada con su dedo índice sobre sus labios.-ahora levántate para qué acomode el tapiz del asiento que acabas de deslizar.

Enojada hice pucheros, me cruce de brazos sobre mis pechos, a regañadientes me paré esperando que la monja terminara de acomodarlo. Entonces lo volví a sentir, di saltitos nerviosa, necesitaba sentarme rápido.

- ¿Listo?-pregunte dando una sonrisa forzada.

-Espera, niña.-paso sus manos por el tapiz tratando de alisarlo.

Cruce las piernas. Y ya no pude aguantarlo , expulse el pedo más oloroso que expulse jamás. Abrí los ojos como platos al ver a todos mirándome a mí, la única parada. El culto se detuvo. Adelante estaba Joseph, si él se daba cuenta me suicidaría por la vergüenza. Tenía que hacer algo. 

Me voltee observando a la monja con la boca abierta. Piensa rápido Amber.

- ¡Oh dios mío, señora monja!- lleve mi mano a mi nariz notando que los demás lo hacían. Que exagerados, no olía tan mal. –Estamos en la casa de Dios ¿y usted no puede  aguantarse de tirarse un gas? ¡Ugh!-Batí mi mano en el aire.

-Pero yo no ...

- ¡Chis!-La calle de la misma forma que ella lo hiso conmigo.

Las personas se pararon de sus asientos enojados por el mal olor del lugar, papá trato de detenerlos pero no funciono. Los ayudantes abrieron las ventanas, trajeron ambientadores pasándolos por todos lados. Dos de ellos vinieron a llevarse a la monja afuera. Le di una sonrisa de disculpas, despidiéndome con una mano.

-¿Amor?-voltee encontrándome a Joseph tapándose la nariz con el cuello de su chaqueta. Volví a sonrojarme. No se había dado cuenta.

¡Quiero matar a Rayita!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora