32: « Amor mío »

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—Entonces vamos a preguntar por él.

Asentí en silencio y la seguí.

—Hoy estas muy calladito, ¿qué te paso, Justin?

Sucede que... ¡te vi a ti y a Hank dándose un beso!

—Nada, solo que todavía tengo un poco de sueño.

—Luego iremos por un café... ¡Ahí está el doctor!

Todos mis pensamientos de Georgina y Hank se esfumaron, ambos corrimos hacia el doctor Anderson para preguntarle si nos podía dejar entrar antes. Ambos estuvimos arrastrándonos durante unos minutos, rogando que nos dejara entrar, pero no acepto. Pero eso no nos detuvo: seguimos insistiendo hasta que acepto, pero nos dejaría entrar una hora antes que comenzaran las visitas familiares.

—Lo toman o lo dejan, niños.

—¡Lo tomamos! —chillo Geo.

Algo era algo, ¿no? Por lo menos tenía una hora para explicarle a Peyton todo este enredo... ¡Oh Dios! ¡Veré a Peyton! Ni siquiera he preparado un discurso, y si lo hacía, seguro me olvidaría... tenía que improvisar. Sacar todo lo de mi corazón.

Fuimos por el café y luego matamos las siguientes horas jugando ajedrez, por suerte en la sala de espera había esos juegos pequeños de mesa para entretenernos así que ambos estuvimos jugando. Georgina me termino ganando tres a uno.

—Es hora... —dijo después de revisar la hora en su celular.

¡Tengo miedo!

Asentí intentando controlar mi respiración y ordene el juego de ajedrez para guardarlo en su lugar. No me di cuenta cuando mis manos estaban templando, ¡estaba nervioso! Iba a ver a mi dulce Pey.

—Cualquier cosa, estaré aquí esperando.

Volví a asentir y solté otro hondo suspiro. Camine hacia la nueva habitación de Peyton Fell: 261. Seguramente se encontraba despierta, pensando en todo lo que había sucedido... nadie la había visto despierta, yo sería el primero.

Ore con todas mis fuerzas para que ella mantuviera la cama, y yo también.

Mi corazón se empezaba a descontrolar un poco por la emoción y tome la perilla en mi mano, la gire sin hacer ruido y abrí con lentitud la puerta. Abrí solo un poco y la vi recostada en la camilla... sentía que la veía por primera vez después de mil años, ¡estaba enloqueciendo!

Peyton lucia tan hermosa como un girasol.

Abrí un poco más, y ella no levanto la mirada, no lo hizo, era como si estuviera perdida en sus pensamientos... jugaba con su trenza rubia casi desecha. Tome todo el valor del mundo: entre a la habitación y cerré la puerta, mientras esperaba a que me mirara, pero no lo hizo, ¿estaba tan perdida o concentrada?

Me quede observándola... todos los miedos de perderla por muerte se esfumaron, ella estaba viva: sus mejillas tenían un leve rubor, su piel demostraba un buen color y su corazón latía con tranquilidad.

—Pe-eyton...

Se detuvo de jugar con su cabello, la vi cerrar los ojos unos segundos y mover sus labios como si maldijera. Entonces levanto su angelical rostro con lentitud... y me miro.

Iba a desmayarme en cualquier momento.

Sus ojos azules se conectaron con los míos y sentí ganas de llorar cuando no vi una sonrisa en su rostro. No sabía si acercarme o salir huyendo del hospital... de su mirada.

—¿Qué-é estás hacie-endo aquí?

Su voz sonaba tan rasposa que deseaba acercarme y decirle que no hablara, y consolarla para que se recuperara más rápido. Pero no iba a hacer eso, seguro... se enojaría más conmigo.

—Vine, vine a verte...

Peyton frunció un poco el ceño, y giro su rostro hacia otro lado.

—Vete, Justin.

Eso me dolió, fue como un cuchillo directo a mi corazón.

—Pey...

—Vete, Justin.

No, no iba a irme como lo había considerado si ella pedía que me fuera.

—Por favor, Pey...

Entonces la vi apretar las sabanas de enojo y se giró nuevamente hacía mí, esta vez con sus ojos cristalizados. Ahora no había calma en su rostro, ella me odiaba.

—¡Qué te vayas! ¡Vete, Justin! ¡No te quiero ver! ¡Vete!

Por un momento considere marcharme, dejarla en paz al ver como más lágrimas empezaban a caer por su rostro. Me acerque a paso lento y en silencio hacia ella, lo suficiente para quitar sus lagrimas con mis dedos, pero ella empujo mi mano de inmediato.

—Y-y no me to-oques.

Rayos, ¿qué estoy haciendo? Estando aquí haciéndola sufrir... ¡no, no podía irme otra vez! Utilice toda mi fuerza nuevamente para hablarle, intentar que escuchara la verdad.

—Lo-o siento... —comencé, estaba asustado—. Lo siento, Peyton, lo siento tanto. Pero necesito que me escuches...

—No qui-iero escucharte, vete.

—Tienes que hacerlo, amor mío, por favor.

Peyton se negó nuevamente, mientras lloraba.

—No me iré hasta que me escuches... —dije firmemente—. No es lo que tú piensas, nunca fue lo que tu pensaste... yo cometí un error, y necesito que me perdones porque...

—¡No pienso perdonarte, vete!

—¡No voy a irme! —alce la voz yo también.

—¡Vete, vete, vete! ¡¿Qué-é no entiendes?!

Si ella pudiera levantarse, seguro me hubiera abofeteado.

—¡No voy a irme! ¡¿Sabes por qué?! ¡Porque te amo, Peyton, te amo!

Escuchamos un jadeo y ambos miramos hacia la puerta.

¡Mierda, mierda, mierda!

Frank estaba mirándonos... Lo mire asustado, él me había escuchado. Su rostro de sorpresa paso a ponerse rojo por la furia, y entonces me miro como si... quisiera matarme.

—¡¿Qué mierda acabas de decir, Justin Bieber?!

Sentí la necesidad de huir. Pero entonces recordé la promesa que me hice: que les diría a los Fell lo que sentía por Peyton cuando ella estuviera despierta para escuchar mi confesión hacia su familia... todo por su amor.

Sorpresa: a que no se esperaban lo de Geo y Hank

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Sorpresa: a que no se esperaban lo de Geo y Hank.

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Les dije que  pronto llegaría la confesión, tanto que me la pedían. ¡Muchas gracias por seguir leyendo! Son las mejores. 🌻

InocenteWhere stories live. Discover now