42: « Claro que podemos »

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42: « Claro que podemos »

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42: « Claro que podemos »

Eran exactamente las dos de la madrugada, y estaba yendo a ver a Justin, ¡lo extrañaba! No lo había visto durante una semana porque Frank se había lastimado la mano, y se había quedado durante todos esos días en casa. Por suerte, no cruzamos palabra alguna, así que estuve algo tranquila.

Y Hank... ¡sí, Hank! Estaba llevándome a casa de Justin, había aceptado colaborar con mi plan. Por un momento pensamos que tal vez Frank se daría cuenta, pero luego nos acordamos que le metimos unas pastillitas de color en su bebida en la cena así que está dormido como un oso.

—Pasare por ti en tres horas.

—¿Y tú que harás?

Hank me dio una mirada de no preguntes, pero sabía que iría a ver a Georgina. Intente no pensar en nada sucio, y solo me despedí de mi hermano.

Toque el timbre de la casa de mi chico, y este abrió de inmediato. Le había avisado del plan y estaba más que contento de recibirme en su casa. Había traído un poco de pastel que mamá había horneado con Penélope.

—Hola, cariño —beso mi mejilla, y cerró la puerta—. ¿Y Hank? Pensé que también estaría con nosotros.

—No, él tiene otros planes con Geo.

Justin asintió tranquilo, y vio el pastel que traía en mis manos. Yo siempre le llevo comida a este hombre, hace tiempo que debió ponerme un anillo en el dedo, pero todavía sigue esperando el momento correcto.

—Es de chocolate —le avise.

Mi chico fue a sacar unos platos y cubiertos para servir el gran trozo de pastel.

—¿Qué tal si vemos una película? —propuso.

Uhm... ¿y si mejor me la metes?

—Me parece perfecto.

Luego de dividir y servirnos el postre, apagamos las luces y fuimos hacia la sala donde nos acomodamos tranquilamente en el sofá. Veríamos el Titanic porque cierta persona —Justin— se había olvidado de pagar Netflix este mes, y solo había esa película en dvd.

Justin presiono el mando y la película comenzó.

—Debo admitir que las películas románticas no son mis favoritas.

No pude evita reírme. Eso debe ser un chiste.

—Pero tú eres muy cursi, ¿cómo es eso posible eso?

—¿Qué? Yo no soy cursi...

—Claro que sí. No cualquiera hace un retrato de madera para su chica.

Aunque no podía verlo muy bien, estaba segura que él se había ruborizado. Tan solo imaginármelo, hacía que muriera de ternura. Y no dude en inclinar mi cabeza hacía su lado para molestarlo.

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