Capítulo 34. «Sueños»

Começar do início
                                    

—¿Eso es...?

—Necesito protegerlo, es demasiado viejo y valioso —farfulló Amaris con rapidez. Puso sus manos en los hombros de Piperina, luego le advirtió—: Skrain parece difícil de controlar, pero el susurro mortal es efectivo con cualquiera, sólo tienes que usarlo bien.

—¿Has visto si podré ayudarlo? ¿Qué has estado viendo estos días? Hace tanto tiempo que no me cuentas nada y...

Amaris negó con la cabeza. Recientemente había tenido muchos sueños, demasiados para contarlos, pero si que había notado algo en especial, algo que tenía que ver con Piperina.

—El futuro tiene muchos caminos, en especial cuando se trata de tí —explicó—. He aprendido que es mejor no decirte más que lo suficiente y dejar que las cosas pasen a su manera.

—Pero...

—Ve —insistió Amaris. Varias imágenes pasaron por su mente, varios desenlaces para un mismo destino, tantos como para ser difícil asimilarlos—. Es posible que detengamos esta tormenta antes de que se complique, pero tienes que marcharte ahora.

Piperina estaba a punto de perder la cordura. Amaris estaba cada vez más distante, se veía mejor, pero no estaba segura de que lo estuviera en realidad.

Sin embargo y a pesar de eso, sus ojos parecían tan seguros respecto a sus mandatos que no pudo decir que no. Suspiró, y dijo:

—Cuídate —para después marcharse directo al camarote de Skrain.

La situación con él estaba peor de lo que había imaginado.

Skrain estaba en su cama, sudoroso, retorciéndose y gimiendo. Farfullaba palabras inentendibles, de las cuales sólo había podido entender que llamaba a una tal, "Irina" o decía muchas veces la palabra "profeta", lo cual no parecía tener nada de sentido.

—Lo hemos intentado todo, pero no despierta —dijo Alannah. Estaba arrodillada a los pies de sus aposentos, su rostro arrugado por la preocupación.

A Piperina le pareció que se veía falsa. ¿Cómo podía tener tanto interés por Skrain de repente cuando anteriormente estaba enamorada de Ranik?

—Me han mandado aquí porque creen que puedo hacer algo —respondió—. ¿Puedes dejarnos solos por favor? Necesito concentrarme.

—Pero... —Alannah se mostró reticente, como si cuidar a Skrain fuera súper importantísimo.

—Estoy comenzando con esto, no va a ser fácil, necesito estar sola, por favor.

Alannah suspiró y, por lo bajo, dijo:

—Está bien —enseguida salió del camarote, dejando a Piperina sola con la responsabilidad de salvar a todos en el barco.

Cosa que no sería fácil porque uno, estaba mareada, —el barco se movía demasiado rapido y se tambaleaba como si lo estuvieran sacudiendo—, y dos, porque nunca había visto su habilidad como algo. Sólo había salido sin más, sin que lo llamara.

Piperina se sentó al lado de Skrain y tomó aire, buscando concentrarse.

—Despierta —le mandó. Sus palabras parecieron ser inservibles, no tener sentido, nada de poder. Irritada, ella tomó a Skrain de sus ropas y gritó—: ¡Anda ya, despierta! —pero siguió sin funcionar.

Sin más, hizo lo que Amaris le  había aconsejado. Pensó bien la cosas, trató de recordar lo que había sentido al usarlo la anterior vez.

Fue entonces cuando sintió ese algo salir de ella. Se trataba de una sensación en su piel, como si un nuevo miembro, una nueva parte de ella, saliera y se metiera en él. Realmente entrar, como tomar control.

Cantos de Luna.Onde histórias criam vida. Descubra agora