Capítulo 33. «Matrimonio arreglado»

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Vió a Adaliah caminando hacia el altar con un vestido finísimo y pomposo, blanco como la Luna, con piedras preciosas por doquier de miles de colores diferentes y un elegante tocado que hacía resaltar su rostro. Caminaba con la cabeza en alto, fingiéndose orgullosa cuando no lo estaba.

Al entrar a la capilla real su mirada se posó inmediatamente en su prometido. Enseguida vió a Ranik vestido con un elegante traje lleno de piedras preciosas blanco que lo hacía ver más elegante de lo que Amaris hubiera visto una vez.

Su mirada demostraba firmeza, pero no estaba buscando a su esposa. En cambio, estaba posada en el balcón real, desde donde la reina y dos de sus hijas observaban el evento. Miraba fijamente el puesto vacío ente Piperina y Alannah, donde, se suponía, debía estar Amaris.

—No —rogó—. No puedes estar hablando enserio.

—Ranik es el candidato perfecto. Es de la edad de tú hermana, es apuesto, atento, ha vivido y conoce el mundo más que cualquier otro. Tiene los pies en la tierra y sabrá transmitirle eso a tú hermana mejor que cualquier otro candidato al que pudiera elegir.

Amaris no pudo detenerse. A pesar de que estaba cansada de llorar y de ser una pequeña chica frágil y sentimental, al oír hablar a su madre de esa forma estaba haciéndolo de nuevo. Ranik no necesitaba eso, él era libre, se movía a través de los mares con agilidad y confianza, era lo que adoraba y lo hacía él mismo.

Casarse le quitaría toda la libertad que tenía, Amaris lo perdería para siempre.

—Sólo piensas en ella —dijo, sus dedos se sintieron rugosos al pasarlos por su mejilla en un intento de limpiar sus lágrimas—. ¿Qué pasa con él? ¿Está de acuerdo? ¿Te dijo sí, estoy ansioso de casarme y atarme de por vida a su hija mayor, la prepotente que casi mata a su hija menor, mi mejor amiga?

—Creí que por el que sentías afecto era por el príncipe Zedric, pero al oír esto casi creo que al que realmente deseas es a Ranik. ¿A pasado algo entre ustedes?

—¿Qué? ¡No! —Amaris se levantó y comenzó a dar vueltas como un perro enjaulado alrededor de la habitación—. Quiero a Ranik, lo aprecio demasiado como para saber que esta es la peor decisión que podrías tomar. Ambos serán infelices.

La reina entrecerró los ojos. No parecía creerle a Amaris, más bien parecía estar analizándolo todo, como siempre.

—Lo lamento, pero está hecho —respondió—. Adaliah irá con ustedes a esa misión, anunciaré el compromiso esta misma tarde en la ceremonia de despedida. Amaris... —la reina se detuvo, su voz tomó un tono más cálido y amable, el tono de madre que Amaris no había oído hacia años— Desearía poder hacer más, pero no puedo más que confiar en ustedes y en su grupo. Si alguien más supiera de esto el cetro podría caer en manos equivocadas, y aunque tú hermana está en mal camino no puedes culparme por tratar de enderezarla y tener un poco de fé en ella, ¿No lo crees?

—¿Tú crees que existan más dioses de los que se creen que existen? —le devolvió Amaris, su voz a punto de quebrarse.

—Sí —respondió la Ailiah—. Siempre lo he creído.

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