1. Ana, primeras veces

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" ¿Que haces cuando te das cuenta de que eres real? Porque eso es lo que hace la quietud, te enfrenta a algo que jamas habías experimentado: la posibilidad pura. Tu pasado no puede hacerte volver atrás, tu ego ya no tiene control, tus emociones dejan de tirar de ti. Alcanzar la libertad no es la meta, sino el punto de partida."

Deepak Chopra


A lo largo de mi vida (que tampoco ha sido tan larga) he tenido muchas primeras veces. La primera vez que me tomé una foto con mi madre, la primera vez que fuí a una obra de teatro, la primera vez que compré un libro elegido por mi, la primera vez que llegue a Madrid, la primera vez que tuve un ataque de ansiedad, la primera vez que hice una amiga... Fueron acontecimientos importantes en mi vida, decisivos, algunos trascendentales.

La primera vez que me tomé una foto con mi madre fue el 18 de febrero de 1994 en Tenerife, en el hospital, tan sólo unos minutos después de haber nacido. En ella aparecía mi pobre mamá cansada, sudada, y con una expresión llena de angustia mientras me abrazaba fuerte a su pecho, casi como si tuviera miedo a perderme de algún momento a otro. A pesar de todo, había amor en su mirada, había afecto en su forma de sostener mi pequeño y frágil cuerpo; había pasión, ternura, adoración y querer en todo el conjunto de la foto.
Ella falleció unas semanas después de alguna infección o extraña enfermedad a causa de haberme traído al mundo con tantas complicaciones; mi padre nunca quiso hablarme del tema pero yo siendo tan pequeña tampoco le presté mucha atención hasta que tuve uso de razón, me volví curiosa y empecé a hacer preguntas al respecto. Fue muy tarde para entonces, porque de antemano ya sabia que nunca podría obtener respuestas. Crecer sin ella al principio fue duro sólo cuando fui consciente de la cantidad de cosas que otros niños obtenían de sus madres, no obstante la peor época fue la adolescencia. No tener a nadie a quien contarle mis dudas, mis preocupaciones de chica... eran tantas cosas.
Sin embargo guardo nuestra imagen en mi memoria con mucho cariño y aunque no puedo recordarla, internamente siempre le doy las gracias en cada paso que doy por haber cedido su vida por la mía.

La primera vez que fui a una obra de teatro tenía 6 años y me llevó mi padre; era de La Bella y La Bestia y fue maravilloso; estaba enamorada de Bella y de lo inteligente y fuerte que era, de cómo era capaz de sacrificar su propia felicidad por alguien a quien se ama.

Yo entonces no lo entendía muy bien pero mi padre me lo explicó: me dijo que no hay nada que no seamos capaces de hacer por amor, incluso hasta morir. Más tarde esa noche al arroparme en mi cama me contó que el moriría por mi, yo muy triste le pedí que nunca me dejara y el más triste aún pero con una sonrisa me consoló diciéndome que las personas no necesitaban estar en cuerpo y presentes porque cuando amas a alguien lo llevas siempre en el corazón. Típico, ¿no? Mi joven yo de 6 años se quedó tranquila por aquella noche pero no duró mucho mi tranquilidad pues tan sólo dos días después mi padre sufrió un accidente que acabó con su vida. No recuerdo haber llorado tanto en mi vida, no recuerdo haber tenido dolores de cabeza mas fuertes que los de aquella semana, rehusándome a comer, a beber, a dormir. Al final tuvieron que alimentarme mediante una vía y el cansancio hizo el resto.

Dicen que la muerte real de una persona se produce en el momento en el cual esta deja de ser recordada pero para mi, mis padres nunca morirían, al menos no hasta que llegara mi día.

La primera vez que compré un libro por mi cuenta fue a los siete años, casi un año después de la muerte de mi padre. En ese momento vivía bajo la custodia de mi abuela por parte de madre quien se había venido a vivir conmigo a mi casa para hacerse cargo de mi. Fue durante el verano mientras hacíamos la compra semanal en uno de los mercados que un stand bastante largo llamo mi atención: eran libros, había muchísimos y todos de segunda mano lo cual propiciaba aquellos precios tan ridículos. Me acerque de la mano de mi abuelita, y ella, que últimamente no dejaba de repetirme que dejara de estar tan triste, me dijo que si yo quería podía elegir un libro, el que quisiera, incluso si era algo caro. Yo por supuesto asentí ilusionada y me puse a mirar entre los títulos hasta dar con un viejo libro sobre astronomía. Pregunté a mi abuela si le parecía bien y ella a pesar de que aquél libro era un poco mas caro que el resto, me lo compró. Fue entonces cuando empecé a leer mi libro sobre astronomía y a tener aquellas intensas noches en mi ventana. No obstante, aquella época solo duró un año y medio aproximadamente, después de ello mi abuela fue diagnosticada con demencia senil y los servicios sociales que habían estado mirando por nosotras durante todo aquél tiempo, decidieron que ya no era apta para cuidar de mi. Me dolió muchísimo recibir esa noticia más que nada porque no entendía de que iba la enfermedad y me entristecía dejarla cuando más me iba a necesitar. La echaría mucho de menos.

Lagrimas NegrasWhere stories live. Discover now