Scarlett recordaba que Mike tampoco estaba del todo bien con lo que había hecho. Pero se sentía tan mal, y ya era muy tarde para arreglar el daño que había ocasionado en Sarah. Los amigos de él si le habían apoyado en que estaba bien y parecía un acto de justicia.

También para todos los que vieron la noticia.

Entonces Scarlett prefirió leer algo diferente. Nada que sea en función de Diario, aunque debía admitir que, a veces en tinta azul, parecía detallar algo para el Diario (aunque no anotaba mucho de lo que a él le pasaba).

Leyó lo siguiente:

Ella se encontraba en el patio, mientras llevaba en su regazo un libro abierto que parecía de literatura romántica. Los demás seguían con sus aburridas vidas. Ella, se mantenía viva en una historia posiblemente ajena a la realidad; tal vez maravillosa y emocionante. Nadie la interrumpía y aquello era apacible.

Sus ojos escrutaban con fascinación cada renglón, dejándose llevar poco a poco por su inmersa imaginación. Mientras ella se mantenía concentrada en su lectura, yo la veía con gran afecto y admiración, llegando a creer, que es una encantadora y fascinante escena, para los ojos de un lector.

J.L.

En aquel entonces Scarlett había parpadeado ante la composición de palabras de James. Aunque debía tomar en cuenta que si se quedaba más tiempo leyendo no podría alcanzar el autobús. Tomó las cosas que necesitaba para ese día, junto con el cuaderno de James.

Antes de salir, su padre la detuvo.

—Que tengas un buen día, hija— se inclinó y le dio un beso en la frente. Un símbolo que representaba mucho amor y cariño.

Scarlett sonrió y se dirigió al autobús que ya estaba deteniéndose en frente de su casa.

***

La familia Lancaster tenía un coche, un Chevrolet Tamiz blanco. Solían usarlo así: el papá de James (un señor bajito y gordo, con algunas cuantas canas en el cabello), al ser Profesor en un instituto ubicado en el norte de la ciudad (al que James iba era en el centro), él requería usarlo en la mañana.

La mamá de James, lo utilizaba por la tarde, para ir a su trabajo en la peluquería. Ella siempre le corregía diciéndole que debía decirle Salón de Belleza; estaba ubicado en el centro de la ciudad. James podía utilizar el coche los fines de semana. Sin embargo, a pesar de que había sacado el permiso tres meses atrás, apenas lo manejaba.

Esta mañana fue distinto el control cotidiano del Tamiz blanco. Fue la madre quien sugirió usar el auto para ir al Instituto y hablar con el director Jenkins. El padre se vio obligado a ir en taxi a su trabajo.

Durante el viaje, James y su madre no dijeron nada. Él se quedó mirando por la ventana y su madre no quiso romper el hielo de aquel momento que, no era incómodo, pero si aburrido.

Llegaron cerca de las siete. Las clases aún no habían empezado. James guio a su madre al despacho del director. Al golpear la puerta, se escucharon unos murmullos en el interior y después la puerta se abrió. Ambos saludaron y él respondió al saludo.

El director Jenkins se apartó y dejó que entraran. El despacho se veía encogido y bastante simple: había un escritorio, una silla, más otras cuatro que estaban en frente. En una esquina un archivador de tres cajones y en la pared había un marco con lo que parecía ser el diploma de él.

Dos de las sillas ya estaban ocupadas, una por Darren y su madre.

—Por favor, siéntense—les aconsejó el director y éste se dirigió a su respectiva silla.

James y su madre ocuparon los asientos vacíos.

—Antes de que vinieran, estuve hablando con la señora Madison, para tratar de llegar a un acuerdo, pero el inconveniente está en que Darren—se volvió a mirarlo— se niega a hablar. Así que James... cuéntanos lo que sucedió.

James Lancaster se quedó rígido en el asiento, como si se hubiera convertido en mármol. Miró de soslayo a Darren y a su madre (una mujer menuda y de cabello que le rosaba los hombros; iba muy maquillada dándole un aspecto jovial, aunque combinaba muy bien con su atuendo casual). Darren Madison posó una mirada glacial en James y en sus ojos parecía leer:

"Menciona algo que me perjudique horriblemente y haré de tu vida una total catástrofe."

—¿Y bien? —preguntó el director con atisbo e impaciencia. James suspiró y contó todo.

Por la mañana llegó al instituto y mientras cruzaba por los baños, alguien abrió la puerta y sintió como le daban un tirón del brazo, obligando a que entre, después resbaló y cayó de bruces en el suelo. Darren cerró la puerta con seguro. Le dio dos patadas no tan fuertes en la cintura de James y seguido de eso, fue el puñetazo que le dejó el moratón.

Darren Madison frunció el ceño, confundido, y se puso a meditar sobre la versión de James. El director asintió lentamente en el momento en que James finalizó la narración. Después de meditarlo un poco, se cruzó de brazos y empezó a hablar:

—De acuerdo, he tomado la decisión para tu castigo, Darren—suspiró muy fuerte, como si estuviera cansado... cansado de Darren y su actitud. Se volvió hacia él—. Quiero que trabajes desde este día con los conserjes durante cuatro meses, es decir, que el castigo finalizará en diciembre y para cuando vuelvas en enero, ya estarás en paz. Ya hablaré con el conserje principal, el señor Arthur Simons.

Darren abrió los ojos como platos. En su interior, habría preferido la expulsión a que lo obliguen a estar haciendo algún trabajo. La situación se asemejaba a cuando los reos eran obligados a picar piedras o martillarlas en un día abrasador. Quiso protestar, pero el director alzó la mano y continuó:

—No te he dado la expulsión, debido a que el año pasado me habías dicho que los considerabas como vacaciones. Un castigo. Solo eso tendrás durante el resto del 2017.

Darren quiso golpearse al haber dicho esas palabras hace un año. Lo dijo porque en marzo, ya no había nada del campeonato de Baloncesto, debido a que finalizaba en febrero.

La madre de Darren no había dicho casi nada sobre el castigo de su hijo; James pensó que no lo ayudaría, no después de que estuvo en varios castigos. El director pidió a James y Darren que salieran del despacho y fueran a sus clases que ya habían comenzado hace unos veinte o treinta minutos; mientras tanto hablaría con ambas mujeres. Los muchachos salieron. James titubeó antes de abrir la puerta. Y después de llegar su mano al pomo, sin pensarlo mucho, la abrió por completo y salió con paso acelerado, debido a que James creyó que Darren lo golpearía.

En cambio, Darren, miró frunciendo el entrecejo con extrañeza al ver que James se iba, pero le pareció más extraño lo que dijo en el despacho. Él fue al casillero para sacar sus cosas.

Por otro lado, James, se dirigió al aula de Literatura. Los alumnos estaban tan ocupados con un trabajo del maestro, que no pusieron atención a la llegada de James; el sitio que ocupó ayer estaba disponible. James pidió permiso al profesor para buscar lo que necesitaba. Pero al revisar el pupitre no había rastro del cuaderno. Se sintió frustrado. Alguien se lo había llevado.

Pero aún lo tenía la persona que menos esperaba.

Pasados CorrompidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora