Prologo

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Cuando era pequeña solía mirar a través de la ventana durante horas el oscuro manto de estrellas que se extendía brillante sobre mi cabeza, mi familia y yo vivíamos más bien alejados de las grandes ciudades, por ende, la escasa luz y contaminación enaltecían las noches en La Laguna.

Siempre me costó dormir, me parecía un acto triste cuando todo se apagaba y se quedaba sumido en el más absoluto de los silencios, y era entonces cuando en la lobreguez de mi habitación abría mi ventana y contemplando hacia la nada lo veía todo; me dedicaba a buscar algunas de las más conocidas constelaciones e incluso, a veces, grandes puntos palpitantes que me hacían preguntarme una y otra vez si era posible que alguno de ellos fuera Júpiter como mi viejo libro de astronomía predicaba.

Así fueron muchas de mis noches durante aquél tiempo de mi vida, observar las estrellas hasta sentir aquella extraña sensación en mi pecho al recordar lo pequeña que era y lo perdida que estaba. Sabía que vivía en una pequeña isla de un archipiélago de un pequeño país de un pequeño continente, sabía que era una entre miles de millones, una gota de agua en un profundo y opaco océano. También sabía que nuestro planeta era pequeñito, que formaba parte de un sistema solar pequeño también ubicado en la Vía Lactea, que cohabitaba en mitad de otras muchas galaxias y todo era muy pequeño comparado con lo siguiente que venía y mientras mi también pequeña cabeza comenzaba a procesar toda aquella información no dejaba de preguntarme, ¿qué seguía después? ¿Dónde terminaba? ¿Todo tiene un final? Tenía que tenerlo.

Y era entonces cuando mis ojos se aguaban y mi corazón se aceleraba exiguamente mientras unas desmedidas ganas de acabar con mi vida saturaban mi ser en un irracional intento de acabar con el fatigante encierro que sufría mi incomprendido ser.

Supongo que nunca fui una niña normal pero bueno, tampoco tuve la oportunidad de serlo.

La vida no es eso que te cuentan cuando eres un tierno ser humano de 6 años, eso de "serás aquello que quieras ser" o "lucha por tus sueños, no te rindas nunca" o "todo sacrificio tiene su recompensa, al final recogerás lo que has sembrado." Pero ¿qué pasaba cuando se te privaba de la oportunidad de sembrar algo? O peor aún, ¿qué pasaba cuando no tenías nada para sembrar? ¿Qué sucedía con los que no teníamos esa opción? ¿Existen refranes o frases de aliento para nosotros también? ¿O sólo nos queda eso de "Iras al cielo y allí serás recompensada"? Entonces qué, ¿se supone que debo sentirme mejor? ¿Estaba condenada a vivir una vida de sacrificios y penurias porque el mundo o lo que sea que haya mas allá había decidido que para mí no quedaba nada más?

Pues es exactamente asi como me he acostumbrado a vivir, sin objetivos, sin sueños, sin aspiraciones; sin esperar nada de nadie ni del mundo.

Aún a veces sigo mirando por la ventana, sigo preguntándome cosas, sigo viendo caras de personas que solían amarme en las estrellas, sigo llamándolas cada noche. A veces incluso les decía que las quería y les pedía que me esperaran.

Yo sabía que en cualquier momento todo se acabaría, tenía que acabar pero debían esperar porque yo, contra todo pronóstico, estaba enamorada de la vida. A pesar de vivir colmada de sufrimiento y no conocer otra cosa mas que la soledad; yo quería vivir.

Estaba enamorada de mi ventana y las estaciones que por ella pasaban, me gustaba el árbol que cada año florecía con sus rosados petalos para unas semanas más tarde dejarlos morir, me gustaba el viento que azotaba por las noches mi ventana y que a veces, cuando yo se lo permitía, colisionaba en mi cara, llenaba mis conductos con su gélido aire y me hacía sentir viva con su frescura. Amaba ver las hojas arrugarse y ennegrecerse a sabiendas de su triste destino, y caer sin más dejando mi árbol desnudo y vacío, siguiendo su ciclo.

Una de las cosas que más amaba era la lluvia y todo lo que ella representaba; veneraba sus gotas que intrépidas abandonaban las alturas y creaban finas vertientes en mi ventana y a veces en mis manos, mis brazos y mi cuerpo.

A veces lloraba sin motivo. No los necesitaba tampoco. A veces estaba tranquila, sin nadie que me molestase, sin nada que me perturbase y entonces comenzaba a llover y era feliz, y lloraba sin razón alguna. Cuando era pequeña me gustaba decir que lloraba porque me gustaba acompañar al cielo en su triste llanto pero ahora sé que a veces lo hago porque lo apreciaba; pequeñas cosas que para el resto del mundo son una tontería, a mí me llenaban el corazón, y quizás el conocimiento de ello era lo que me hacía tan desgraciada. Si soy feliz con estas pequeñas cosas, ¿qué sucedería si un día saliera ahí afuera a aquél mundo tan grande y que tantos secretos me ocultaba y descubriera la existencia de mil cosas más capaces de llenarme cada vena y arteria de dicha y emoción? ¿Qué se sentiría? Bueno quizás ese era mi problema, que nunca lo sabría.

Soy consciente de lo potencialmente deprimente que era el ver hermosura en todo lo que me entristecía y hacía daño. Lo raro que era tener una vida mierda, querer morirte pero a la vez no, a la vez querer vivir porque aunque nunca lo reconozca, a veces, solo a veces, me permito recordar que aún en mi se guarda un recodo de esperanza, de que todo algún día cambiaria, de que realmente había algo más allá, de que quizás no todo estaba perdido y algún día llegaría mi momento.

También me gustaba bailar porque era lo más parecido al sabor de la libertad que mis labios habían probado nunca. Bailar a veces era casi como flotar, como moverte sin tocar el suelo, perdía la noción del tiempo, me desvanecía entre las rítmicas corrientes que me recorrían el cuerpo, lo movía con soltura e intentaba no ver ni pensar, no sentir el bochorno ni el calor de las desabridas miradas que impacientes a veces se posaban en mi cuerpo.

Y fue así, bailando, siendo libre en medio de mi habitual y conocida oscuridad cuando hallé su mirada en el mar de lo ordinario, sus claras orbitas verdes, más brillantes que cualquier otra constelación. Su mirada tan real y tan cálida, posada en mí.

Desde aquella noche dejé de ver estrellas comunes y corrientes desde mi ventana para sólo ver sus ojos.

Lagrimas NegrasTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang