IX

356 33 5
                                    

Apenas Jeremiah se marchó de la casa, Jade corrió a poner el seguro de todas las ventanas, las puertas y asegurar cada ingreso posible hacia la vivienda, además de asegurarse con un armamento de tijeras en caso de que tuviera que usar violencia física, nunca con miedo, pero era lo que su hermano mayor le había enseñado la primera vez que realizó una de sus salidas raras, a quién sabe donde para hacer los trabajos sucios que su padre le ordenaba.

Por la noche realizó la rutina que se sabía de memoria: prender la luz de su habitación, caminar hasta la cocina y prender la luz de la cocina, esperar entre media o una hora, y apagar la luz, ir hasta el comedor, y encender unas luces bajas, ir hasta su pieza y apagar las luces, ir hasta la pieza de su hermano y encender las luces... repitiéndolo una o dos veces más para demostrar que habían moradores dentro de la casa y quizás más de uno.

Luego de realizar esa danza de memoria, se quedó dormida en el living de su casa viendo la repetición de The Scissoring: Classic Murders, la serie creada en honor a la película The Scissoring, su película favorita.

Al día siguiente, repitió la misma rutina de hacer ruido y demostrar que la casa no estaba sola, para que así tanto los drogadictos como los ladrones se mantuvieran lejos de la casa. Y los repitió, tal cual, los días que le siguieron, ordenando pizza de vez en cuando o preparándose sandwiches con las cosas existentes en la casa, pasando una semana completa en el mismo modo.

Ya comenzaba a preocuparse, pero no sabía qué hacer. Había aprendido lo básico de programación y codificación de datos, pero ¿a quién hackeaba? Además de que las probabilidades de que la descubrieran eran altísimas, no sabía en dónde andaba ni con quién andaba. No iba a tener éxito.

Así que decidió hacer lo único que le quedaba por hacer: salir a la calle y preguntar. Esperó hasta el amanecer del sexto día y salió a recorrer el cemento de su vecindario, encontrándose con grupos de hombres que la miraban raro de vez en cuando y otros que la saludaban por ser la hermana menor de Jeremiah, nadie atreviéndose a acercarse a ella, ni mucho menos a tocarla, actitud que Jade había atribuido a la cantidad de tijeras con las que andaba armada.

A la hora del almuerzo, y después de recorrer kilómetros y kilómetros de distancia buscando alguna pista de su hermano, regresó a su casa sabiendo que habían varios hombres que le habían estado mintiendo, sentándose en shock en el sillón de la pequeña sala principal, manteniendo su posición hasta que los rayos de sol se transformaron en reflejo lunar a través de su ventana.

Cerca de las doce de la noche, sintió unos golpecitos en la ventana junto a la puerta trasera de la vivienda, seguido por unos murmullos que se sabía de memoria como los del mejor amigo de su hermano. Corrió a abrirle la puerta, pero él la detuvo, diciendo que no iba a ser bueno si lo pillaban entrando a la casa.

— Jade... –dijo el muchacho revisando sus costados antes de proseguir–. En un par de horas vendrá la policía, así que quiero que hagas lo siguiente: no les digas nada relacionado a tu hermano, y si te preguntan, responde simplemente que nunca estaba en la casa. Quiero que armes un bolso con todas las cosas esenciales para vivir y lo lleves contigo siempre, ropa, dinero, lo que necesites. Por último, Jade, jamás menciones mi nombre...

A lo lejos se comenzó a sentir una sirena y el muchacho, asustado, salió corriendo sin siquiera despedirse, mientras que la pelinegra pequeña corría a hacer exactamente lo que el otro chico le había dicho.

Minutos después, no habiendo alcanzado a armar su bolso, decidió esconder todo a tiempo para cuando sintió los tres golpes en la puerta de su casa y la voz de una mujer de no más de treinta años.

ON THE RUNWhere stories live. Discover now