VIII

342 37 3
                                    

El sensor que tenía conectado con las cámaras de seguridad no le avisó de ninguna actividad extraña, pero Tori supo apenas entró a su habitación que había algo raro. Lo sentía, llámenle intuición, pero sabía que alguien había estado en su habitación. Era eso, o ya se estaba volviendo paranoica.

Analizó hasta el más mínimo detalle de su información, no había nada perdido, y todas sus cosas en el resto del apartamento estaban en la misma posición en la que las había dejado. Habían dos cosas, sin embargo, que le parecían fuera de lugar. La primera era que estaba segura que había dejado la puerta que daba hasta el cuarto de baño cerrada, pero hasta el mismo viento la podría haber abierto, así que en teoría tenía una explicación.

La segunda, era un aroma suave y agradable que se podía sentir en el aire. Como de algún perfume o shampoo. La mayoría de los olores que ingresaban a la habitación provenían de la calle, y no eran particularmente agradables. Entonces, ¿cómo un olor así se llegó a infiltrar en su habitación? La probabilidad de que viniera desde el exterior eran ínfimas, y era casi imposible que ingresara desde el pasillo del edificio.

Caminó hasta su escritorio y revisó las cámaras de seguridad del edificio, encontrándose con que estaban desactivadas desde el momento justo en que Tori salía de la habitación. Eso era aún más raro y había una sola persona que se le venía a la mente. La pelinegra que había visto, coincidentemente, justo afuera de su puerta.

Se detuvo, quieta como una momia, a pensar sus siguientes movimientos. ¿Era acaso la pelinegra una amenaza? ¿Estaba con el grupo que capturó a su padre? Preguntas como esas eran la que le perseguían, sin respuesta ni solución inmediata. Después de tantos meses y poco avance no estaba dispuesta a lidiar con otra barrera en su camino. Así que algo se le tenía que ocurrir.

Pensó en entrar a su apartamento, pero no sabía los horarios de la chica, ni si seguía en su habitación y mucho menos tenía el tiempo de esperar y observar sus movimientos. Sí se lamento por haber sido descuidada y no haber previsto que alguien la iba a descubrir eventualmente, la única opción que le quedaba en ese punto era ocultar todo y esperar lo mejor.

Fue a comprar rápidamente pliegos gigantes de papel, y traspasó con cuidado cada información y fotografía tal cuál lo tenía pegado en su pared, para luego doblar el gran mural que había formado y guardarlo debajo del colchón de su cama. Así se le fue todo el día, hasta que el cielo oscureció completamente.

El resto de la noche se encargó de traspasar hasta el más mínimo detalle de hasta el informe más antiguo a una memoria externa, asegurándose de que el computador en el que trabajaba estuviera completamente limpio y sin acceso a internet, cerrando también toda posibilidad de entrada a usuarios externos y ajenos.

Cuando finalizó, guardó los informes físicos dentro de una caja, escondiéndola debajo de su cama, y retomó la investigación al grupo que perseguía, habiendo encontrado el día anterior los datos de la siguiente reunión con su superior, personaje que los ligaría inmediatamente un eslabón más grande de esa mafia productiva y acercaría a Tori un paso más al encuentro con el supuesto líder.

—•—•—

Los chicos, luego de haberse infiltrado de manera excepcional en las cámaras de seguridad del interior del recinto y haber podido instalar un spyware en los sistemas computacionales de aquella bodega, regresaron contentos con el resultado de su misión, solo para encontrarse un desorden gigantesco en su guarida.

ON THE RUNWhere stories live. Discover now