7. La flor que florece en la adversidad

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Lástima.

Era una palabra horrible, un sentimiento que te deja con cierta sensación de culpabilidad y vergüenza después de pensarla.

Lástima.

Sentí lastima y vergüenza después de apartar la mirada de Adam. Pensé de inmediato que debía de sentirse mal de que descubriera que alguno de sus familiares estaba enfermo, lo primero que pensé era que debía de ser su hermano, pensé que quizá si agachaba la cabeza y miraba directo al piso como si nada hubiera pasado el mal trago se pasaría rápido, que Adam haría cómo si yo no hubiera estado ahí y seguiría derecho al elevador.

Pensé que era mejor ignorarlo pero no ocurrió así, porque entonces con la vista pegada al suelo unos converse negros aparecieron delante de mí.

- Hey- Esuché su voz y aún así, fui necia a levantar la mirada. Vergüenza fue la palabra que volvió a saborear mi lengua, tragué saliva.- ¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal? - De nuevo lo único que pude hacer fue negar con mi cabeza. - ¿Estás esperando a tú mamá?

Suspiré resignada y con más valentía de la que tenía, levanté la mirada. En el rostro de Adam no había vergüenza y tampoco parecía importarle mi cara repleta de pena seguía ahí, de pie observándome con una ceja alzada.

- ¿Entonces?- Volvió a preguntarme- ¿Estás esperando a tu mamá?

- Sí.—Respondí.

-Ah- Adam se sentó a mi lado, cómo esperando que yo siguiera con la conversación pero todas mis palabras había desparecido, no sabía cómo comportarme con él o si tenía que hacer la pregunta obvia. Por suerte el niño que había estado platicando con las enfermeras volvió con una sonrisa al lado de Adam. Este, le sonrió ampliamente y le acarició el cabello. - ¿Listo?- Le preguntó.- ¿Te despediste de todas?

-Sí.—Le contestó sonriente.

-Bien- Adam se levantó de un saltó y le tomó la mano- Vayámonos entonces.

Pero el niño no se movió y entonces me di cuenta de que me estaba mirando. Me sentí intimidada y de nuevo no supe que hacer, así que simplemente le sonreí.

- Hola- Me saludó con una sonrisa. Le faltaban dos dientes de enfrente.- ¿Eres amiga de Adam?

- Oli- Le llamó la atención, los ojos del niño ni siquiera lo miraron.

-Sí- sonreí con dificultad-, soy Isabel.

-Mi nombre es Oliver.- Me contestó, y me tendió la mano aún con esa sonrisa incompleta y contagiosa. Adam tomó más fuerte su mano y por ello dirigí mi mirada de nuevo a él.

-Es mi hermano- me confirmó mis sospechas. Yo asentí y volví mi mirada a ese niño que tenía un apretón muy fuerte. Me salió natural, Oliver era de esos niños alegres que compartían sonrisas.- Oli, despídete de Isa. Tenemos que irnos antes de que anochezca.

- ¡Adam!- Mi madre salió del corredor y lo primero que vio fue a Adam y lo primero que dijo con alegría fue su nombre. El chico le sonrió con cortesía y alzó una mano para darle un saludo. Los ojos de mi madre no me miraron en seguida porque sus ojos se toparon con Oliver y una vez más la sonrisa se ensanchó. - ¡Oliver!

-¡Enfermera Lupita!- Gritó el pequeño y se lanzó a los brazos de mamá.

-¡Hey!- Le contestó mientras lo abrazaba.- ¿Te vas?- Oliver asintió.

-¡Me dieron de alta! ¡Al menos dos semana!

-¡Eso es genial, Oli!- mi madre entonces y sólo entonces me miró y frunció el ceño cuando se dio cuenta que a mi lado estaba Adam. -¿Se conocen?

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