3. Antes de que el cangrejo se escape de mi plato.

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Me gustaban las películas de Disney.

Sería raro aquel que dijera que no había llorado con la muerte de Mufasa en el rey león. Debías ser un monstruo desalmado si no te había movido nada  esa escena donde Simba trataba de despertar a su padre...

A todo mundo le gustaba el Rey León.

Yo adoraba Disney, quizá por el hecho de que te pintaban el rollo de los "Felices para siempre" y en ese largo fin de semana que precedió a mi ruptura con "Su alteza real" hice mi más grande maratón del maravilloso mundo de Disney.

En estos tiempos pensar en finales felices era de tontos. No puedes ir diciendo en la calle que eres Fan de Disney porque el mundo ya te quiere bajar de la nube en la que te has subido. Pensar en princesas que las salva el príncipe era como declararle la guerra al feminismo.

¿Qué había de malo en esperar el amor?

¿Qué había de malo en querer un final feliz?

¿Qué había de malo en ser un soñador?

Ya lo decía mi madre: Estos tiempos eran difíciles para aquellos que esperaban colores pasteles en esta tormenta llamada vida. 

Era una mala época para ser soñador.

Yo era una de ellas, mi princesa favorita era Cenicienta y podría ser extraño ya que mi situación era muy distante a la de ella. Yo no tenía una belleza pura ¡Y qué decir del buen corazón!

No, no y no...

Yo no tenía un buen corazón, cuando algo malo les pasaba a las personas que detestaba me alegraba incluso me reía, si alguien se caía y hacía el ridículo me burlaba. Si alguien era idiota en el salón y no daba ni una respuesta me sentía superior, si a alguien no le gustaba la música "cool" y el rock sentía asco de ellas. 

Ya lo sé, única y especial. 

No tienes que burlarte de mí, en serio. El karma está actuando muy bien y fuerte en mi contra.

La vida da muchas vueltas, decía mi madre y cuanta verdad había en esas palabras. Aquella semana, la primera después de terminar con Cristián fue el infierno. Caminar por la escuela, dar un paso a la vez era como estar caminando en brasas ardientes y los murmullos... Nunca hubieron tantos murmullos como aquella ocasión.

Era patética, estaba siendo muy patética. Claro, no me importaba en absoluto, sentía que todo el mundo estaba siendo un maldito desconsiderado conmigo. Yo tenía todo el derecho a sufrir cuanto yo quisiera, así que mis mejores amigos se volvieron los audífonos y el celular (Y el nuevo amor de mi vida era Bon Iver y su estúpido skinny love) eran mis nuevos acompañantes del día a día.

¿Dónde había ido esos colores pasteles de la primavera?

Cuando regresé al departamento la soledad que solía acompañarme me inundó. Como de costumbre llegué hasta mi habitación y sin cambiarme nada del uniforme, me eché sobre mis almohadas y entonces y sólo entonces me permití llorar. 

Dice la gente que cuando tienes el corazón destrozado comienzas a valorar lo que antes tenías. Bueno en mi caso lo que comencé a ver fue que "Mis tan queridos amigos" no lo eran tanto...Y entonces el domingo pronto se volvió lunes en la mañana y ahí estaba yo de nuevo,  en la entrada de la cafetería, dirigiéndome a la mesa más alejada posible de Cristián y  de sus admiradoras.

– Hola.– Dijo un muchacho frente a mi. El chico que tenía delante de mí se llamaba Diego. Era un chico larguirucho de cabello oscuro que siempre traía playeras de máscara de látex, una marca que hacía ropa sobre cómics, vídeo juegos y demás nerdadas. Por ejemplo la que traía puesta hoy era una playera de Batman. Diego me sonrío, al principio tuve el reflejo de mirar a ambos lados, esperando que el saludo estuviera dirigido a otra persona que no fuera yo. Tenían que comprenderme, no era esa clase de chicas que tenía muchos amigos, de hecho, después de terminar con Cris si las personas me observaban no era precisamente "Por ser simpática" pero regresando al tema: Ahí estaba este chico extraño, del que no todo el mundo hablaba, del que de hecho, todos ignoraban, sonriéndome como si fuésemos amigos de toda la vida.- ¡Oye, te estoy hablando!

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