Epílogo

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Gaara se encontraba sentado en la habitación que ahora era de su hijo. El niño en sus brazos se veía tan frágil y vulnerable, que hacía emerger un sentimiento de protección que nunca creyó desarrollar hacía alguien. Hacía poco el bebé cumplió sus primeros nueve meses de vida y dejaba encantado a todo el que lo conocía, era un niño muy tranquilo, casi no lloraba y sus sonrisas eran serías a pesar de ser frecuentes, tal como él.

Sus finos y mansos cabellos pardos le daban un toque de ternura inigualable. Sus ojos eran verdes, pero no en una modalidad eléctrica como los de él, sino un poco más opacos, pero equivalentemente llenos de vida, y lo miraban interrogantes, como si aquellos orbes verdosos buscaran el significado de cada gesto y movimiento, analizando todo su entorno. Gaara llegó a la conclusión de que sería un ninja poderoso algún día, pero mientras pudiera lo dejaría vivir su niñez.

Aun con él en brazos, se acercó a la ventana de la habitación, y envueltos en la paz nocturna, ambos admiraron silenciosamente el cielo que albergaba tantas respuestas.

Cuando era joven, a pesar de conseguir hacer amigos y aprender a amar, nunca llegó a comprender completamente el sacrificio y la grandeza del amor que su madre hizo por él. ¿Por qué dejarlo solo en un mundo donde sería repudiado? ¿Por qué dejar a una bomba de destrucción en potencia?, ¿Por qué no simplemente... dejarlo morir?, ¿Por qué? Esas preguntas lo atormentaron por años, y aun los fantasmas de aquella oscura época lo seguían cuando su mente se encontraba débil.

Ahí, observando tranquilamente el manto estrellado sobre él, entendió perfectamente esa renuncia. Dar la vida, por alguien que amas era una manera noble de morir. Ningún amor es más grande que el de un padre a su hijo.

Una lágrima corrió por su mejilla y la limpió rápidamente. El tiempo le había enseñado muchas cosas, a ser más sensible era una de ellas, sin embargo, su pasado era una huella profunda, que todavía le impedía abrirse libremente sin sentirse extraño al respecto. Pero había algo que lo confortaba:

Ya no había dolor en su alma. Solo había un extraordinario sentimiento que yacía en él: una inmensa paz en su corazón. Y mirando a su hijo que ahora dormitaba plácidamente en sus brazos, se percató que no podía pedirle nada más a la vida. Bueno, solo había una cosa...

De pronto, Gaara sintió una calidez enorme en su pecho, así como unos brazos que lo envolvían, tímidos pero firmes. Una sonrisa se formó en sus labios al tiempo que una cabecita curiosa se asomó por su costado.

-¿Qué piensas?- preguntó la dueña de esa voz. Extrañó esa voz.

-En la vida- susurró apreciando la brisa que se filtraba en la habitación- Y en lo agradecido que estoy con ella- finalizó con un suspiro.

Las manos lo abandonaron y por un momento un frío no tan desconocido se coló en su centro. El vacío y la soledad eran horribles consejeros, y esos meses en su compañía se lo habían demostrado.

Frente a él un cuerpo esbelto vestido con un camisón color lila apareció, lagunas oscuras se extendían bajo sus ojos y su rostro se veía un poco cansado, pero esos insignificantes detalles no llegaban a opacar el brillo de su mirada. Ese brillo que lo cautivó desde hace mucho, el brillo de un amor puro y hermoso, un amor que se hizo paso a través de él con tiempo, cuidado y paciencia.

Y un amor que sintió perdería para siempre durante nueve meses, en los cuales Matsuri tuvo que mantenerse en el hospital, pues su cuerpo quedó muy frágil después del parto. Pero gracias a Kami, ella fue dada de alta esa misma tarde, y ahora se encontraba en su hogar, con una preciosa familia.

Sin poder contenerse más se acercó a ella y con mucho cuidado la acercó a su pecho al lado de su hijo, envolviéndola en un pequeño y dulce abrazo. Colocó su cabeza en el cuello de la chica.

-Matsuri, yo, no sé qué...- un sollozo quebró su voz y los ojos de la castaña se abrieron ante ese sonido. Desde su arribo a la casa Gaara se había mantenido calmado y serio como usualmente se encontraba, pero ahora, encerrada en sus brazos, se dio cuenta que había sido igual de difícil para él como lo fue para ella. Y la máxima prueba de ello, se hallaba plasmada en su mudo llanto.

Sus ojos amenazaron con aguarse, pero se dijo a sí misma que ahora, era su momento de ser fuerte para Gaara, así que mostró una tenue sonrisa y apretó al pelirrojo contra ella, con cuidado de no aplastar a su hijo.

-Te quiero, gracias- se limitó a decir sintiéndose débil por todo lo que había sucedido en su vida, pero con una nueva fuerza naciendo dentro de sí misma.

-Te quiero Matsuri-replicó el Kazekage separándose de ella y depositando un delicado beso en su frente- te quiero mucho.

Una sonrisa pintada en ambos rostros. Dos miradas unidas. Dos corazones conectados, latiendo al mismo vaivén.

-Ahora, ¿no crees que es hora de que Shinki esté en su cama?- añadió la kunoichi a modo de broma.

-Vaya que lo creo- dijo él, cansado por las desveladas nocturnas- También creo que es hora de que tú y yo vayamos a la cama- argumentó dejando al niño en su cuna mientras abrazaba a su esposa por la cintura y la levantaba del suelo para cargarla al estilo princesa, ganándose un tierno sonrojo.

-Hora de dormir- comentó ella afianzándose al cuello del chico.

Sería una linda noche.

"Te amo".

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Hola mis lectores, primeramente una disculpa por mantenerme ausente tanto tiempo (escuela cochina) , pero dadas las vacaciones de primavera heme aquí  terminando esta bonita historia, fue la segunda historia que escribí y la verdad amo los comentarios que me dejan y todo el apoyo que me dan, espero que me sigan apoyando con nuevos proyectos, pero he decidido no subir otras historias hasta terminar las que ya tengo comenzadas.

Igualmente si tienen una petición especial sobre alguna pareja o varias que querían que desarrolle una historia sobre ellas estaré encantada, no olviden dejarme sus comentarios y votos que me hacen muy feliz.

Los amo.

pd. VIVA EL GAAMATSU

Por una noche... [GAAMATSU]Where stories live. Discover now