Capítulo 34: Omnia vincit Amor

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Volteo instintivamente y apunto hacia atrás con la linterna, dejando de sentir aquel toque en mi hombro, pero lo único que veo es la pintura del mar y el cofre, y pequeñas motas de polvo que se cruzan con la luz de la linterna. Ahora ya no estoy quieta, ahora estoy estresada, ansiosa. Señalo con la luz cada punto de la habitación, en busca de alguna persona, objeto, cosa, pero no hay nada.

Winter, entonces, se desvía hacia la izquierda, hacia el escritorio, al cual le estoy dando la espalda ahora. Cuando volteo a observar lo que él está observando, no puedo ver nada, salvo un movimiento rápido dirigirse exactamente a mi cabeza; un objeto flotando con rapidez hacia mí. Siento un punzante dolor cuando algo pesado me golpea justo en la frente, cayendo de espalda sobre el suelo. Por un momento la confusión que viene después del golpe me deja allí tirada, tratando de reordenar mis sentidos. Ahora escucho a Winter enojado, ladrando como loco porque han atacado a su amiga. Sus ladridos se mezclan con una especie de pitido agudo que sale de mis oídos. Trato de incorporarme, y cuando volteo sobre mis brazos, veo tirado junto a mí el objeto que me ha golpeado: un pesado tintero de metal, que ha salido volando desde el escritorio para golpear mi cabeza.

Es entonces, cuando me incorporo, que siento como algo caliente se va derramando por mi frente, llegando a mi ceja y por poco cayendo a mi ojo derecho. Me toco con la mano y, cuando la miro, está llena de sangre.

No sé qué pensar ni qué hacer en este momento. Logro ponerme de pie como puedo, aún confundida y mareada por el golpe en la cabeza, cuyo punzante dolor logra confundirme. Observo la puerta y camino hacia ella tan rápido como puedo, estirando mi mano hacia la perilla en un intento desesperado de salir de allí corriendo. Cuando mis dedos logran rozar la manija de la puerta, una fuerza pesada me empuja desde mi lado izquierdo, haciéndome casi volar hasta el otro lado de la habitación, golpeándome con el escritorio y cayendo al suelo. El dolor en mi costado izquierdo se suma ahora al dolor de mi cabeza, y de todo mi cuerpo al chocar con el escritorio.

Definitivamente no estoy sola, y ese algo o alguien lo único que quiere es hacerme daño.

Es entonces cuando, allí tirada en el suelo y bocabajo, tratando de dejar pasar el dolor, observo hacia el frente y veo el papel arrugado del diario del señor Aldrich, el cual había arrancado enojada y había lanzado lejos. Continúa ahí donde lo lancé, y una creciente ira comienza a crecer en mi interior cuando recuerdo lo que estaba allí escrito. Aprieto mis labios, mis puños, y de repente el dolor comienza a irse, y mis sentidos se activan nuevamente. El recuerdo de lo que leí, de la satisfacción que sintió este monstruo al asesinar a Charles y a su familia, me dan valentía de enfrentarlo. No siento miedo más que enojo.

—Estimado señor Aldrich... —murmuro entre dientes, mientras coloco las palmas de mis manos sobre el suelo y logro levantarme poco a poco—. Qué agradable visita, señor Aldrich. —continúo, hablándole a la nada. Pero sé que me está escuchando. Lo sé—. ¿O debería llamarle Lord?

Entonces apoyo mi peso sobre el escritorio, de pie, y estiro mis manos hacia los lados, como si estuviera ofreciéndome a mi cazador.

—¡Aquí estoy, señor Aldrich! —La ira se nota en mi voz. El recuerdo de Charles y su familia no hacen más que hacerme sentir ganas de venganza. Siento odio hacia este hombre muerto, lo odio, y no encuentro mejor manera para enfrentarlo, aunque probablemente me esté adentrando en la boca del lobo— ¡Qué complicado será para usted, señor, matarme, como lo hizo con los Pemberton! Después de todo, yo estoy viva, y usted no.

Mis ojos se desvían hacia un cuadro que está apoyado sobre la pared al otro lado, un cuadro que no había visto antes. Es el retrato de una mujer de cabellos rubios rojizos, ojos verdes y elegantemente vestida. Una mujer joven y bella, que estoy segura de saber quién es.

Desde hace un sueño (En físico en Amazon)Where stories live. Discover now