Capítulo 25

305 63 2
                                    

Madison

Era una batalla perdida apartar al simio azteca de sus labios.

Intentaba con todas sus fuerzas alejarlo de ella para no tener que seguir aguantando el movimiento de los labios del rubio sobre los suyos, pero la diferencia biológica era bastante notoria. 

Era prácticamente imposible.

Derek, era como un rinoceronte comparado con Madison, quien fácilmente podía asemejarse a una pluma. 

Fuerzas diferentes, hacían que la castaña se viese obligada a tener que vivir una situación embarazosa.

Madison gimió, molesta. Le estaba faltando el aire, ¿cuánto tiempo estaría comiéndole la boca? Se le hacía eterno.

Y asqueroso.

Unos segundo más de tortura y por fin pudo verse almacenando oxigeno a sus pulmones. Liberarse del bestia que la tenía entre los brazos, había sido un alivio.

Acto seguido, ella miró al rubio con el ceño fruncido, pues estaba dispuesta a cantarle las cuarenta, teniendo bien claro darle una patada en los huevos para que no volviese a actuar tan deliberadamente. Justo cuando pensó abrir la boca, se le perdió la vista en un muchacho que carraspeó con la intención de llamar la atención. Era tan mono que por unos segundos, Madison optó por golpear a Derek más tarde.

 Sí, sí, sí. Todo tenía su momento.

Tenía los ojos con un intenso brillo en las pupilas, se le veía demasiado frustrado y la castaña no entendía el por qué, sobre todo cuando la preciosa mirada de ese chico se encontraba posada sobre ella.

¿Por qué la estaba mirando de esa forma tan desagradable? ¿Qué demonios había hecho? Pero si nunca se había metido con él.

Lo peor de todo, era que ni siquiera había pasado media hora dentro del instituto y ya estaba teniendo media docena de personas, mirándola de forma despectiva.

Claro estaba algo: Madison había nacido para ganarse el odio de otra gente sin tener la necesidad de buscarse los problemas, pues ya estaban ellos para buscarla sin ningún inconveniente. 

—Bryant—lo llamó sin dejar de mirar a la castaña.

—Scott—respondió Derek, sonriente. 

¡Capullo!

Se notaba que ya estaba acostumbrado a robar besos ajenos, porque en este mismo instante conversaba como si no hubiese hecho nada malo, cuando el muy hijo de puta le había hecho pasar el papelón de su vida, dándole un beso que no habría consentido ni de broma.

Descarado, arrogante, prepotente.

Así era Derek Bryant.

La castaña juraba internamente que le haría pagar a Bryant la bochornosa situación que le había hecho pasar en su vuelta al instituto. Imaginar que por fin tendría una vida tranquila había sido un tremendo error; una perfecta fantasía.

Teniendo a Derek, siguiéndola por doquier, nunca haría que tuviese un rutina pacífica para poder tener una vida normal.

Que mala suerte tenía Mad.

Posiblemente estuviese maldita, alguien que no tenía más remedio que vivir a base de odio y miradas furtivas que, en algunas ocasiones, ni squiera se merecía.

Como ahora..

En este mismo instante, todo el mundo la estaba mirando fijamente, como si fuera la única persona que estaba presente en ese pasillo. 

Madison #PGP2019©  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora