Capítulo 31

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Salimos al patio trasero sin que nadie se diera cuenta de mi ausencia, todos seguían absortos en sus pensamientos y en Matthew.

Elliot se me quedó observando por algunos segundos, a pesar de ser amigos, su intensa mirada aún me seguía poniendo nerviosa.

– Alice, vengo a despedirme – dijo en un tono bajo.

Tragué seco y sentí mi estómago revolverse.

– Cuídate mucho, ambos cuídense mutuamente. No te fíes de nadie, ¿sí? – sonrió de lado.

– ¿Ahora te preocupes por mí?

– Por supuesto.

– Cómo pasa el tiempo, aún recuerdo cuando me hacías mala cara.

¿Se dio cuenta?

– ¿T-te diste cuenta? – asintió.

– Siempre me di cuenta, pero fingí no saberlo.

Ni para eso sirvo. La discreción no era lo mío.

– Respecto a eso, quiero d... – me interrumpió.

– Todo quedó en el pasado, empezamos con el pie izquierdo, pero ahora somos amigos ¿no? – asentí.

– Si, lo somos. Por eso, como amiga te aconsejo que te cuides mucho, tienes que volver sano y a salvo. Aquí te esperaremos todos, tus padres, tus hermanos y yo.

– ¿Me esperarás?

– Sí, lo haré.

– Alice... – se acercó tanto que podía sentir su respiración chocar en mi rostro.

Hace mucho que él no hacía esto, recuerdo que la primera vez que estuvimos en una situación parecida fue cuando nosotros aún no éramos amigos. Pero ahora era distinto, por alguna razón ya no me incomodaba que invadiera mi espacio personal.

– Cuando vuelva, y lo haré, quiero confesarte algo.

– ¿Sobre qué? – negó con una sonrisa.

– Te lo diré cuando vuelva, pequeña curiosa, hasta entonces espérame.

– Está bien...

Su cercanía me estaba poniendo mucho más nerviosa, debido a que los rayos del sol del atardecer le favorecían de gran manera haciendo que sus ojos azules brillaran más que de costumbre.

Nos quedamos observando por algunos segundos sin decir nada, era un silencio que no era para nada incómodo, sino todo lo contrario. Mis pensamientos estaban nublados, solo me repetía que tenía que volver a salvo, que él y Matthew tenían que volver a salvo.

– Vuelve con bien, Elliot – susurré mientras su intensa mirada observaba cada parte de mi rostro.

– Nunca lo dije, pero me encantan tus ojos color miel – su pequeño alago logró que mis mejillas ardieran.

– Gracias – esbozó una pequeña sonrisa.

La tarde se oscureció, el sol se había escondido y eso solo significaba una cosa, ellos tenían que partir. Entre en pánico.

– No, no... – me estaba dando un ataque de pánico.

– Alice, mírame – puso ambas manos en mi rostro – respira, todo estará bien, te prometo que volveremos.

No era la primera vez que Elliot presenciaba uno de mis ataques de pánico, su intensa mirada logró relajarme.

Intente calmar mi respiración de a pocos hasta lograr volver a mi respiración normal.

Sin pensarlo dos veces lo abracé.

– Júramelo – susurré contra su pecho – júrame que volverán a salvo.

– Te lo juro – dijo mientras me envolvía entre sus brazos y besaba mi frente.

Me sentí más segura, sabía que iba a cumplirlo, no era un juramento en vano. Estaba segura que él volvería.

– ¡ELLIOT! – gritó Matthew.

Nos separamos tan rápido como si nuestros cuerpos quemaran, mi hermano tenía una expresión muy seria mientras se acercaba a nosotros.

– ¿Qué hacen ustedes dos solos aquí? – preguntó intercalando su mirada entre Elliot y yo.

– Solo nos despedíamos – contesté.

Mi hermano se me quedó mirando como si dudara de mi respuesta. No había mentira en lo antes dicho, en verdad me despedía de Elliot.

– Esta bien. Elliot el auto ya ha llegado por nosotros, ya es hora.

No, no, no.

El miedo comenzaba a apoderarse de mi otra vez, pero esta vez abrasé fuertemente a Matthew. Sin embargo, sería fuerte ante él, ante ellos.

– Por favor ve con cuidado – susurré contra su pecho.

Correspondió mi abrazo con la misma intensidad con la que yo lo abrazaba.

– Estaremos bien, volveremos, te lo prometí.

Me quedé abrazada a él unos segundos más. Lo extrañaría demasiado.

– Alice, es hora de irnos.

– Sí – poco a poco quité mis brazos.

Volvimos a la puerta principal, donde todos sin excepción se encontraban ahí. Mi madre y la señora Wood estaban abrazadas y tenían los ojos rojos.

Matthew comenzó a despedirse de cada uno con un efusivo abrazo, a la última en abrazar fue a Alanís, con quién se quedó algunos segundos de más abrazados, parecía susurrarle algo al oído mientras que ella solo asentía.

Por otro lado, Elliot hacia lo mismo con su familia, su madre no quería despegarse de él, su padre al igual que sus hermanos mostraban una inmensa tristeza en sus rostros.

Después de terminar de despedirse de su familia, su penetrante mirada azul se posó en mí, no eran necesarias las palabras, tomé la iniciativa y me acerqué para fundirnos en un abrazo.

Rogaba a Dios para que ambos volvieran con bien.

– Quiero que estés tranquila, que rías, leas y hagas todo lo que siempre haces, no te preocupes por nosotros – susurró en mi oído.

El nudo formado en mi garganta me impedía pronunciar alguna palabra, así que solo asentí.

Los vimos subirse al carro militar, el cual ya tenía a más hombres dentro, eran muchos quienes estaban dejando a sus familias para ir a pelear por la patria.

Elliot me dio una pequeña sonrisa cuando se hubo montado en el automóvil, el auto se puso en marcha y a los segundos lo vi desaparecer junto con Matthew.

Mi corazón estaba dividido, una parte de mí se iba con ellos. Jamás olvidaría que aquella tarde mi corazón se marchaba con dos personas a un lugar lejano para combatir por nuestro país.

Esto no era la despedida era solo un hasta luego.



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