CAPÍTULO XXI

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—¿Estás completamente segura de esto, Naira?- preguntó Pox.

La chica, extrañada porque no solían dirigirse la palabra mientras descansaban en la sala común, levantó la cabeza.

—Claro, ¿por qué no iba a estarlo?

—Es peligroso —dijo, y Naira no podría haber llevado la cuenta de las veces que lo había repetido los últimos días.

La chica suspiró y se acomodó en el sofá, ya que la anterior postura en la que estaba no le permitía verlo con comodidad. Siempre que Pox andaba cerca, adoptaba esa postura. Era menos dolorosa.

—¿No será que eres tú el que no quiere ir? —dijo suavemente— Mira, siento que te hayan obligado a acompañarme, si llego a saberlo...

—No es eso —le cortó él, con la voz tranquila que le caracterizaba.

—¿Entonces?

—Es peligroso —repitió—. Así que tengo que comprobar si estás segura, porque necesitaremos poner ciertas reglas si queremos que salga bien.

—¿Qué quieres decir con "reglas"?

Pox clavó su mirada en la de la chica, y ésta sintió un pequeño escalofrío recorriendo su espina dorsal.

—Me imagino que no pensarías que íbamos a hacerlo sin ningún tipo de previsión, ¿no?

Eso era exactamente lo que Naira pensaba. No obstante...

—No, claro que no... ¿Has pensado en reglas?

—Sí —dijo simplemente.

La chica no vio necesidad de darle pie a decirlas. Por lo que lo conocía, empezaría a hablar en cuanto él lo viera necesario.

No tardó mucho.

—La primera es que somos un equipo. Con esto quiero decir que nos protegeremos pase lo que pase ahí fuera. Debe ser nuestra prioridad.

Naira se sorprendió un poco por la seriedad y la convicción que le estaba aplicando a sus palabras. Tenía el entrecejo tenso, como si tuviera la necesidad de hacérselo comprender.

—Me parece lógico. Yo también pensaba en eso —dijo con la mayor serenidad que pudo.

No era verdad que lo hubiera pensado, pero porque lo daba por sobreentendido. Es decir, ella no dejaría que Pox sufriera daño alguno. Si el chico supiera todo lo que haría por él...

—La segunda es que tienes que tratarme en todo momento como a un prisionero —continuó Pox— No seas indulgente conmigo, que ni se te pase por la cabeza.

Naira parpadeó varias veces, con los labios fruncidos.

¿De dónde habría sacado él la idea de que iba a tratarle bien? Quizá se imaginara algo... pero era imposible, nunca había mostrado ni un resquicio de sus sentimientos, y además a ella misma le había costado reconocerlos...

Sacudió esos pensamientos de su mente y apretó los puños.

—Por supuesto.

—Estaré bien —añadió Pox, como si viese necesario aclararlo.

—Lo sé, claro que lo sé —Frunció el ceño Naira—. ¿Qué insinúas?

Pox ladeó un poco la cabeza, y alzó levemente las cejas.

—No insinúo nada. Sólo me parecía que debías saberlo.

Pox volvió la vista al libro que estaba leyendo. "Plenilunio", de Muñoz Molina, rezaba la portada. Era un libro más reciente de los que el chico solía leer.

—¿Alguna regla más?

—Por ahora no se me ocurre ninguna, ¿y a ti? —dijo sin apartar la vista del libro.

—Pensaré en ello —afirmó con rotundidad, dando por finalizada la conversación.

Se volvió a centrar en mover con la mente y con ayuda de su elemento, el aire, los distintos objetos pequeños que había dispuesto alrededor de la mesa. Era algo que le habían enseñado en la Academia, que mejoraba su concentración y además, la distraía.

La mesita, de madera oscura, hacía que los objetos, tales como un lápiz muy gastado, una peonza pequeñita, un dado blanco... resaltaran aún más. Volaban, giraban y daban círculos por toda la superficie, en un movimiento constante, casi hipnótico.

—Saldrá bien —Le llegó la voz de Pox como en un susurro.

Cuando levantó la mirada hacia él, todos los objetos pararon de golpe y se desperdigaron por la mesa sin ningún tipo de orden.

Pero Pox seguía leyendo.    

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now