CAPÍTULO XX

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Al final, fue Zareb quien acabó cargando con ella, como si fuera un bebé. Que era precisamente lo que parecía en brazos de aquel chico tan grande. Neo era el único que no había intentado ayudarla, se había limitado a mirarla desde lejos levantando una ceja y con los brazos cruzados. Alma no reparó demasiado en ese detalle, no es que fuera algo que no se esperara.

—¿Estás bien?

—¿Estás herida?

—Debemos llevarla a la casa.

—No pasará nada, estás a salvo.

—Todo ha terminado, no te preocupes.

—Todo saldrá bien...

Eran algunas de las frases que oía a su alrededor. Ni se distinguía quién decía qué frase típica. Los chicos no tenían ni idea de qué decir para calmarla porque, según ellos, la chica debía estar muy afectada.

Alma, sin embargo, sólo podía mirarles con curiosidad. Le encantaba ser el centro de todas esas atenciones, para qué negarlo, pero también le parecía un poco extraño su forma de proceder. Se notaba bastante que nunca habían tratado con una chica, pensaban en ella como algo mucho más frágil de lo que era en realidad.

Antes de que pudiera protestar de ninguna manera, Zareb comenzó a correr en dirección a la casa, rodeado de los demás. Con tanto pensamiento, Alma se debía haber perdido el momento en el que decidían llevarla a casa para más seguridad. Por un momento tuvo intención de replicar o de decir cualquier cosa, pero supo que no serviría de nada y calló.

Ya les diría cuatro cosas una vez en la casa.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now