CAPÍTULO XVI

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—Eso no tiene muy buena pinta —Fue lo primero que dijo Neo al pasar la vista por la sartén en la que Alma intentaba freír un huevo.

Hasta ella se había dado cuenta de que lo elemental era aquello, y ese era el tercer huevo que intentaba freír sin que se le quemara de una manera que no le parecía normal.

Lo peor era que Neo se limitaba a mirarla sonriente, y lo había estado haciendo desde que había empezado.

Le fulminó con la mirada y se mordió la lengua para contener la oleada de insultos que luchaba por salir de su boca.

"Tranquilízate" se ordenó a sí misma "Lo que quiere es precisamente que discutas con él".

Respiró hondo y siguió intentando freír el huevo. En ese momento entró Zareb por la puerta, quien justo había terminado su ronda de exploración.

Alma se había enterado hacía poco de que hacían aquellas rondas porque algunos enemigos, como las arpías (y éstas sobretodo) se dedicaban a espiar los alrededores de la casa esperando un momento de debilidad.

Al parecer, debían evitar a toda costa que se enterasen de que ahora el Amuleto era Alma, porque en ese caso la misma chica sería esa debilidad.

Zareb le sonrió y se sentó en la larga mesa. Alma tardó unos segundos en darse cuenta de que llevaba un libro, el tiempo que tardó éste en abrirlo por la marca y seguir leyendo.

En ese momento, cuando parecía que el huevo estaba yendo bien, empezó a arder repentinamente. Alma chilló y lo sacó de golpe del fuego, echándole un vaso de agua que ya tenía a mano porque con los últimos había pasado lo mismo.

—No lo entiendo —farfulló, provocando la risa de Neo y que Zareb levantase la vista de su libro con una ceja arqueada.

Con el siguiente huevo pasó lo mismo, y cuando ya estaba a punto de desistir por falta de huevos y paciencia, Zareb se dirigió hacia donde estaba Neo y le propinó un golpe en la nuca que lo tiró del sofá.

—¿Qué haces? —Se escandalizó Alma, con los ojos como platos.

—Este imbécil está haciendo que se te queme la comida —dijo Zareb observando con indiferencia cómo Neo se frotaba la nuca y le dirigía una mirada de rencor.

—Bueno, no soy tan supersticiosa y no creo... —intentó justificarlo Alma.

"Sólo se burlaba de mí" pensó.

—No estoy hablando de supersticiones —dijo Zareb mirándola finalmente— Su elemento es el fuego.

Mientras Alma abría la boca y emitía un sonido de comprensión, Neo se levantó e intentó atacar a Zareb, pero éste último no tuvo ni que mirarle para detenerle de un golpe. Neo volvió a caer al suelo.

Zareb se volvió hacia él.

—Deja en paz a la señorita —le espetó, muy seriamente— Luego vas a comer de lo que ella cocine, tanto si está quemado como si no, así que piensa aunque sea en tu propio provecho.

Neo farfulló algo que ninguno de los presentes llegó a comprender.

Al cabo de veinte minutos, Alma les había preparado a todos un par de huevos fritos.

Antes de dejarles comer, los puso a pelar patatas, no sin antes enseñarles con cuidado. Aquello era algo que sí sabía hacer, puesto que su abuela se lo mandaba muy a menudo.

Se encontró con que la freidora de aquella casa tenía hasta polvo, pero funcionaba a la perfección.

Y cuando todo estuvo listo, ellos pusieron la mesa y ella les sirvió su primera comida: huevos con patatas, con el pecho a rebosar de autorrealización.

Los guardianes del AmuletoWhere stories live. Discover now