Especial: Entre garras y batallas

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[...]

Gladio se quedó de pie sobre su sitio. Si Luna a su lado tampoco se atrevía a moverse, significaba que era lo más sensato; después de todo, conocía mejor a su propia madre, la señora Alba. Se sentía la tensión en el ambiente e incluso a ambos se les ocurrió la idea de retroceder con lentitud y retirarse, aprovechando que la mujer y la visita conversaban, pero advertían también que al primer paso que dieran, probablemente no llegarían muy lejos.

—Pensé que viviría esto solo con mi madre —susurró a su novia.

— ¿Tiene alguna rival?

—No, pero sí esos aires que imponen con un solo intercambio de miradas. De hecho, le queda un poco de eso.

—Samina, ahora mismo, es un cacho de pan; no lo imagino.

—La encontraste muy mansa la última vez que fuimos a visitarla.

—Mi mamá también es así la mayor parte del tiempo, pero ahora... —pasó una mano detrás de su cuello, sopesando su dilema—, se han metido con su Meowth, no hay mucho por hacer.

Gladio asintió en silencio. Además, por un breve momento, le dio la impresión de que Alba y la recién llegada alzaron la voz en su, aparentemente, amena charla. Mientras tanto, los dos Meowth, uno de Kanto y el otro de Alola, aguardaban al lado de sus dueñas o bien lamiéndose o haciéndose arrumacos, inmunes al problema que, sin querer, habían causado.

Todo ocurrió cuando el sol empezó a caer; una desconocida, acompañada de su minino oriundo de la región e identificada entre sus conocidos como Madame Meowth, tocó la puerta y preguntó si era la casa de quien creía estar buscando. Luna, al ser quien la atendió, le dio una respuesta afirmativa. Mencionó haber regresado a Alola tras una temporada fuera y le interesaba conocer al Meowth que ahí vivía; fue así como empezó la conversación con su madre que, a todas luces, se tornaba incómoda para quienes las observaban de cerca.

—Eso sí, no hay cosa más bonita en el mundo que mi Meowth en un combate. ¿A que sí, cielo? —dijo Alba. Luna dio un pequeño respingo al ser aludida y asintió en automático. Gladio entornó la mirada.

—Me lo imagino, me lo imagino. —Madame Meowth simuló una risa modesta—. Da la casualidad que mi lindo señor Meowth también tiene su encanto cuando afila sus garras tras vencer a sus adversarios; verlo acicalarse es un momento que disfruto mucho y aún más si tiene una victoria bajo el brazo —volvió a reír—. No se me había ocurrido, ¿pero no sería interesante descubrir cuál de los dos es el más fuerte, el de Kanto o el de Alola?

"Esto huele mal", se dijo el rubio.

— ¡Oh, desde luego! Y un Meowth con tan buenas características merece ser lucido por una entrenadora que conozca sus virtudes. —La mujer giró la cabeza hacia su hija, misma que se había escondido tras su novio sin que este siquiera se percatara. Aquel conocía la expresión que traía la señora, era la misma que ponía su propia madre cuando algo la disgustaba y quería disimularlo—. Dime, Luna, ¿no quisieras...?

—Creo que paso... —susurró.

— ¿Qué? ¡No te oigo!

—Qué... ¡Qué ya voy, ya voy!

La muchacha trago saliva antes de dejar las espaldas del joven y acompañar a las otras dos hacia afuera de la casa; la mirada penetrante de su progenitora había dejado sin efecto su excusa y el chico notó lo presionada que se sentía.

— ¿Te doy un consejo? No te metas en esto. —Le dijo siguiéndola de cerca.

— ¿Te parece que puedo? —dijo bajito, casi mortificada.

UE-06 DEPREDADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora