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Una chica corría descalza, con las sandalias blancas en una mano y la otra agarrando las partes bajas de la ligera túnica para no pisarla. Se escuchaban voces tras ella y alarmas sonaban incesantemente. Aunque no fuese de noche todo estaba oscuro, y llovía en el exterior.

La muchacha no sé lo pensó dos veces antes de atravesar el arco que la separaba de la lluvia, dejando atrás el edificio que había sido su hogar tanto tiempo. Renunció a sus hermanos y hermanas y las inscripciones a la entrada de aquel lugar "Conócete a ti mismo". Había llegado a conocerse bastante, por eso sabía que tenía que huir.

Las gotas le pegaban el cabello corto a la nuca y hacían que su túnica pesara más, pero no fue impedimento para seguir corriendo.

Si se hubiese girado tal vez no habría sido capaz de abandonar el templo, por lo que siguió firme, sin apartar la vista de su vía de escape: una avioneta gris, a pocos metros de distancia.

Ella podía escuchar las voces de sus compañeras, gritándole que volviese, y sabía que muchas habían visto ese momento venir, incluso ella misma lo había hecho.

Solo era cuestión de tiempo.

Llegó a la avioneta, y el hombre abrió la puerta para ella. La estaba esperando.

En cuanto se situó en el interior, él cerró y se dispuso a elevarse.

Normalmente habría sido un peligro volar con semejante tormenta, pero ambos sabían que contaban con la protección de los dioses y que el temporal sólo afectaría a aquellos que osaran seguirles.

-¿Estás lista? -dijo aquel hombre, que estaba deseando llevar el mensaje que la muchacha tenía-. Entonces allá vamos - la chica asintió, y dejó los zapatos sobre su regazo en vez de ponérselos en los pies cubiertos de barro-. Siguiente rumbo, ¡Academia Hestia!

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El chico caía, abrazado por el viento, en el profundo océano. Su cabellera roja se le pegó a la nuca, casi del mismo color que la sangre que emanaba de sus piernas por el golpe. Estaba cubierto de arañazos y el agua se le colaba por los pulmones.

Bastian abrió los ojos, completamente asustado y se apresuró en ponerse de pie. Apolo, a su lado, se dedicó a simplemente asentir. Se sintió orgulloso de que Bast por fin hubiese logrado ver el futuro, pero aún le faltaba mucho por hacer: el suceso estaba muy cercano en el tiempo. Probablemente solo a cinco minutos, como mucho diez. Por eso precisamente no debían perder el tiempo.

-Ve a por él, muchacho - su voz sonaba tranquila a pesar de la gravedad del asunto. Probablemente el profesor lo habría visto antes que él.

El mestizo no dijo nada, echó a correr más rápido de lo que había corrido nunca. La vida de Xavier estaba en juego y Bast no podía permitirse un solo segundo de calma.

Cuando vió que Xavier y Sophie habían desaparecido, dejó al resto del grupo y se apresuró en ir al edificio oráculo y seguir los consejos de Apolo. En el momento más importante, había funcionado. Una predicción. Y una muy importante.

Por suerte, el edificio oráculo no estaba muy lejos de las rocas y tuvo tiempo de llegar justo para ver al pelirrojo gritar durante la caída. El chico de los tatuajes se quitó la camiseta y los zapatos en solo un segundo y se lanzó al agua de cabeza. No le importó el peligro acechante, ni la tormenta que se acercaba a la isla, sólo tenía un objetivo.

Xavier comenzó a descender entre la profundidad y sus ojos se cerraron, asimilando su destino.

Bastian entró de lleno en la superficie y abrió los ojos bajo el agua a pesar de la sal para encontrar al menor. No le costó mucho: del cuerpo de Xavier emanaban hilos carmesíes. El de los ojos azules se apresuró en nadar hacia el otro chico, quien caía cada vez más abajo. Consiguió alcanzarlo y nadó con todas sus fuerzas hacia arriba, cargando con firmeza el cuerpo del otro muchacho.

La Academia [Saga Hijos de Apolo] #1Where stories live. Discover now