XI

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XI

La rutina de Helena era sencilla.

Se levantaba todos los días a las siete de la mañana, se vestía con ropa deportiva y recogía su rubia cabellera en una cola alta. Salía a correr durante media hora, tardaba en ducharse otra media hora y posteriormente se secaba el pelo. Más tarde, volvía a su cuarto alrededor de las 8:20 y se quitaba la toalla para vestirse con el uniforme. Esperaba entre páginas de sus libros favoritos hasta que fuesen las nueve para despertar a Adara y también aguardaba a que la otra muchacha se vistiese para ir a desayunar juntas y luego ir a la clase que ese día tocase a primera hora.

Adara tenía un sueño profundo y en vez de acostarse temprano como su compañera de cuarto, estudiaba y entrenaba hasta entrada la noche para darse una ducha tarde y caer rendida en la almohada.

Ambas habían conseguido cuadrar sus horarios, si se podía llamar horario a la forma de hacer las cosas de Adara, quien a menudo se saltaba lo previsto. Era sorprendente que dos personas tan diferentes como eran las dos chicas hubiesen terminado siendo amigas.

Su relación no había empezado con buen pie, pero al final la necesidad mutua y la oportunidad para conocerse que decidieron darse consiguieron que las muchachas forjasen una buena amistad. Había días en los que no se soportaban la una a la otra, pero la mayoría del tiempo se escuchaban y estudiaban juntas. Tampoco eran algo así como mejores amigas o inseparables, pero habían conseguido respetarse y apreciarse mutuamente.

En clase de Ocultismo, el profesor Hades continuó explicando el tema de la alquimia mientras Adara tomaba notas sin perderse ni una sola coma de la explicación. Helena, sin embargo, se pudo permitir pasear la vista por el aula, buscando la zona en la que solía sentarse Mars, para terminar encontrando su respectiva silla vacía. Que el chico no estuviese le llamó la atención, aunque tal vez estaba saltándose la clase, simplemente. Bast, sentado allí solo, tenía una mezcla en el rostro entre aburrimiento profundo y desesperación, como si estuviese expectante a que su amigo apareciese de repente por la puerta con una sonrisa de disculpa por llegar tarde.

No era algo nuevo para el moreno llegar tarde a clase, mucho menos a clase de Ocultismo. Lo que sí que resultaba fuera de lo común era la mirada de Bast diferente a su habitual mueca altiva y sarcástica.

Helena se habría acercado a hablar con él si no fuese porque se detestaban mutuamente. La rubia le odiaba por interponerse en su camino hacia Mars, y Bastian detestaba a la chica por rechazarlo en el primer curso.

Lo que había comenzado con un intenso odio mutuo a partir de los primeros meses del primer curso, había derivado en una profunda evitación al final del primer curso. Y en ese momento, a principios del segundo curso, ni siquiera hablaban el uno por el otro.

Eso era lo que había hecho que la chica se interesase por Bastian, el hecho de que la ignorase.

Podía sonar ridículo, pero era cierto. El chico de los tatuajes no le había parecido interesante y misterioso hasta que había dejado de hacerle caso. Y como ya no se lo hacía, Helena tenía otro motivo más para detestar a Bast.

En esos casos en los que quería saber que rondaba por la mente de su flechazo y a la vez archienemigo, buscaba la ayuda de su compañera de cuarto para que le sacase información. Sin embargo, eso no iba a suceder durante una clase y menos durante una clase de Ocultismo, la asignatura favorita de Adara.

¿Se tragaría su orgullo y le preguntaría? Jamás. Ante todo, Helena era orgullosa como nadie y tenía una reputación que mantener.

Helena decidió que le daba igual que Bastian no estuviese bien porque a él le habría dado igual que a ella le pasara cualquier cosa y volvió a centrar la atención en las explicaciones de Hades sobre la alquimia, esta vez explicando con detalle el proceso para transmutar los metales a oro.

La Academia [Saga Hijos de Apolo] #1Where stories live. Discover now