Artie no dijo nada al instante. Se lo pensó. Casi que me impacienté.

—¿Te refieres a que se lo vamos a contar a alguien? —preguntó después de un momento, insegura.

—Por ahora no —aclaré—. Primero debemos tener todas las pruebas y luego no es que se lo vamos a contar a cualquiera.

—Bueno, ellos se lo merecen... —murmuró Artie mirando algún punto, pensativa pero indecisa—. Lo que hacen es malo.

—¿Me ayudarás entonces?

Artie suspiró y me dedicó una sonrisa amistosa.

—Claro que te ayudaré. Te ayudaré hasta en la más pequeña estupidez, tenlo por seguro.

Terminamos de desayunar y luego pasamos un rato haciendo ejercicio en el gimnasio del sótano. Bueno, Artie hizo ejercicio, porque yo lo intenté unos minutos y me rendí. No necesitaba estar más flaca, así que me senté a comer papas fritas que le pedí al chef mientras ella usaba la trotadora eléctrica.

Soy una gran amiga, lo sé.

Un rato después, Aleixandre nos encontró, agitado. Su cabello ya no estaba peinado hacia atrás y era un desorden. Le quedaba muy bien, a decir verdad. Nos miró con tanta severidad que quedé con una papa a medio camino de la boca.

—¿Qué hacen aquí? —nos reprochó—. ¡Suban, joder, que ya vienen a prepararlas!

Tuvimos que subir a toda velocidad. Nos duchamos y esperamos en mi habitación con las toallas puestas como si estuviésemos en un spa. Mientras, Artie me contó todas las tácticas que tenía preparadas para que Adrik le prestara atención. Según, iba a serle indiferente para que él se sintiera lastimado. Me pregunté si algo podía lastimar a ese ser sin alma, si en verdad eso funcionaría, pero la apoyé de igual modo.

Poco rato después la puerta se abrió de manera abrupta.

—¡¿En dónde están?! —preguntó alguien en un tono exigente y chillón.

Artie y yo nos quedamos inmóviles, mirando hacia todos lados.

Una mujer atravesó la puerta. Mi mente de inmediato la asoció a una caricatura. Era muy flaca y muy alta. Era de esas mujeres en las que todo era largo: el cuello, los dedos, las piernas e incluso la nariz. Tenía unos ojos pequeños pero atentos y críticos. Su piel tenía un tono bronceado y el cabello rojizo le caía en una cascada bien peinada.

No era horrenda, pero su belleza era rara.

Nos ubicó y nos echó un largo y juzgón vistazo de arriba abajo. Sentí que quería cubrirme con lo que encontrara.

—¿Son ustedes las novias? —nos preguntó con la barbilla en alto.

Artie tragó saliva. Yo no supe si reírme o tener miedo.

—Sí —contesté con cierta duda.

—Por los cielos, las del año pasado eran más bonitas —opinó en un resoplido.

Yo fruncí el ceño. O sea, nos acababa de decir que éramos feas. Solo me faltó decirle a Artie: sostén mi fealdad; y luego responder como las de ¿Y dónde están las rubias?

—¿Usted es la estilista? —le pregunté de golpe.

Ella pasó a verme a mí como si fuera un ser muy mal puesto en el mundo.

—Soy Francheska Sortier —se presentó. Me tragué una risa al escuchar el nombre. Como la mujer lo notó, añadió—: Estilista personal y de confianza de las mujeres de la familia Cash desde hace años.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Where stories live. Discover now