38 - Segunda parte

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38 - Segunda parte

De acuerdo, la historia también pudo haber terminado en el punto anterior con un narrador de voz épica:

"Y al final aquella desdichada, delgaducha pero maliciosa chica se quedó sin dinero, sin posibilidades y sin salida. Huir le fue imposible. Pasó el resto de sus días en la isla, recordando, deseando y arrepintiéndose. En sus últimos días y con sus últimos alientos trató de decir algo, pero antes de poder lograrlo la muerte se la llevó para también frustrarle el fallecimiento dramático".

En serio, mi suerte era de la mierda, pero al menos eso no pasó. Lo que pasó fue que después de lo de Cory casi me explota el hígado de la furia, pero bueno, tampoco había nada que pudiera hacer. Quedé convencida de que eso es lo que pasa cuando una persona que no es mala intenta hacer cosas malas en las vidas de otros: todo le sale al revés y termina peor de lo que es posible terminar.

Pero es que la puta vida es así. Eso no le sucede a los que son malos de verdad. Los malos de verdad siempre se salen con la suya, y el universo no les lanza karma ni les cobra lo que deben.

Así que... mi plan de huir ya no podía ejecutarse. No tenía nada. Cory se lo había llevado todo y se había ido esa misma mañana de la isla. Ni siquiera pude buscarlo para matarlo a puñetazos porque ya estaba muy lejos de allí.

Entonces, tres años después cuando creí que había sanado, volví a encontrarme en el fondo del pozo de la miseria. Ya no odiaba a nadie (excepto al maldito de Cory) y no quería venganza (excepto del maldito de Cory) pero me sentí en el mismo punto en el que Aegan me había dejado. La vida volvió a ser una tortura, y lo único que me quedó para sobrellevarla fue incluso humillante.

Tuve que volver a la jodida tienda. En serio, habría preferido lamer la orina del suelo del bar que entrar otra vez en esa porquería, pero ya no tenía comida y pues tampoco me iba a matar de hambre, ¿okey?

En cuanto atravesé la puerta, el encargado me miró con esa maliciosa y estúpida sonrisita de: sabía que volverías, perra. Giré los ojos y le pedí los alimentos junto a la botella de ron y las tres cajas de cigarrillos. Otra vez lo marcó todo en la caja registradora con una lentitud intencional.

La verdad es que en ese momento, parada en esa fea tienda, pensé que esa sería mi vida para siempre, y no quería vivirla. No tenía ganas. No sentí que fuera justo, porque yo ya no era la misma chica. Había cambiado, había entendido, había madurado, había sacado a relucir todo lo bueno que podía tener, y me daba rabia que nadie fuera a darse cuenta de ello, que lo único que me quedara fuera morir sola, amargada y triste.

Pues ya, eso era lo que me quedaba.

Cogí mis cosas con la mayor resignación posible. Admito que me pasó por la cabeza ir a lanzarme al río y morir ahogada como los hijos de la llorona, pero al parecer todavía tenía cierta fuercita mental y me pareció estúpido hacerlo.

Salí de la tienda a paso de perro triste con la cola entre las piernas. Creo que sucedió en el instante en el que tomé la ruta solitaria a la casa. Iba caminando mientras imaginaba mil maneras en las que Cory debía morir cuando de repente alguien se colocó ágil y silenciosamente por detrás de mí y me cubrió la cabeza con una bolsa oscura.

Solté todo lo que había comprado en la tienda apenas vi la negrura. En primera instancia no entendí qué demonios estaba pasando y traté de quitarme eso de la cabeza, pero para impedirlo la persona apretó la bolsa alrededor de mi cuello. En cuanto el aire empezó a cortarse, mis sentidos gritaron: ¡estás en peligro, bitch!

Active mi modo: defiéndete como una loca. Instintivamente intenté arrancarme la bolsa y protegerme con fiereza como era debido, pero no eran personas tontas las que me estaban atacando y lo entendí en el instante en el que un segundo individuo bastante fuerte me agarró los brazos, me los cruzó por detrás de la espalda y me puso unas esposas.

Perfectos Mentirosos © [Completa✔️]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora