Capítulo 8: Tom

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Mis persianas estaban ligeramente abiertas, por lo que la luz del sol me despertó. Maldije por lo bajo, aunque por lo menos hacía buen tiempo.

Emití un bostezo digno de un oso y me estiré. Que bien había dormido.

Me levanté volviéndome a estirar y abrí la persiana del todo.

-¡Ahh!-me aparté rápidamente de la luz entrecerrando los ojos.

Una vez acostumbrada, me volví a acercar y miré afuera. El sol iluminaba la ciudad y los árboles le daban un color especial.

Sin querer, divisé enfrente la casa de Alex. Distinguí a través de la ventana una cama perfectamente hecha y una cómoda ordenada. Debía de ser su habitación.

Me di la vuelta y vi avergonzada el estado de mi habitación. Las sábanas estaban hechas una bola, pues me muevo mucho al dormirme, y el resto del cuarto tenía un aspecto deplorable, con ropa arrugada tirada por ahí.

Nota mental: recoger mi habitación.

Pero estaba algo cansada y decidí dejarlo para más tarde.

Salí de habitación y bajé a la cocina-¿Hola?-llamé.

No había nadie en casa.

En la puerta de la cocina me encontré un post-it pegado. Lo arranqué con cuidado y leí:

Querida hija,

Hoy también volveremos a la noche por cuestiones de trabajo, pero esto se acabará pronto. Si no te importa pide una pizza.

Te quieren,

Tus padres.

Nunca están en casa, y eso que teóricamente ya es verano. A ver si hoy tenía suerte y podía quedar con mis nuevos amigos.

¡Tom!

Ya había decidido lo que iba a comer: comida china. Ojalá se pudiese quedar un rato conmigo.

El resto de la mañana la pasé aburrida, viendo la tele y revisando el móvil de vez en cuando.

Sin darme cuenta, ya era la una, y mis tripas sonaron reclamanfo comida. Me levanté pesadamente del sillón. Después de horas y horas recostada en él me costaba andar.

Dejé el móvil en el sillón y me dirigí hacia el vestíbulo donde, en una mesilla, estaba el teléfono fijo.

Abrí un cajón y cogí la pesada guía. Pasé rápidamente las hojas y lo encontré. Marqué el número y esperé, mirándome una uña para luego morderla.

Piiii.

Piiii.

Piiii.

Al tercer pi contestaron, aunque lo primero que oí fue algo raro, debía de ser chino.

-¿Hola?-preguntó un señor a quien se le notaba mucho el acento.

-Bueno días-saludé educadamente-. Quería pedir el combo, ¿marino?

-Sí, el combo malino, pelfecto, ¿nos podlía dal su dilección?

No pude aguantar la risa y tapé el micrófono para calmarme y respirar profundamente.

Le di mi dirección, aunque al hacer un ruido raro reprimiendo la risa, me preguntó:

-¿Está usted bien?

-Sí, sí, perfectamente.

-Bien, pues en quince minutos tiene ahí su pedido. Muchas glacias-se despidió.

Destinada a élWhere stories live. Discover now