Capítulo 4: Confesiones

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Me desperté de un salto por el sueño que acababa de tener, estaba cubierta por una fina capa de sudor, mi respiración era agitada y mi corazón latía desbocado. Dirijo mi mirada al reloj que había encima de mi pequeña mesita, al lado de mi cama, pude distinguir que marcaba las seis y media. Me recosté de nuevo en la cama, con la luz de la luna iluminando mi rostro, completamente pálido.

El recuerdo del sueño me oprimía, sobre todo en la parte en la que aquel tipo casi llega a matar a Alex... Alex...

De repente todo vino a mi memoria, aparte del último suceso del sueño antes de despertarme. Yo, Cris, estaba enamorada de Alex, éramos novios y hasta nos casábamos. Rápidamente mis mejillas se tornaron a un color rojizo.

Eso era completamente imposible. No me gustaba ese borde, no me podía gustar porque fuese muy guapo o que tuviese una mirada impresionante que hacía que te perdieras en esos preciosos ojos miel. ¡Cris, no desvaries! El problema era su actitud... era demasiado borde. No me gustaba, definitivamente no. ¿O sí? ¡No!

Hecha un lío por culpa de aquel sueño me intenté dormir, pues aún tenía bastante tiempo para hechar una siestecita. Conseguí dormirme a los pocos minutos, sin volver a soñar con él.

****

Me despertó el fuerte sonido de la lluvia que golpeaba las ventanas atronadora y fuertemente, Que asco que lloviese, si estábamos en junio, era prácticamente imposible. Un trueno resonó causandome un pequeño susto y, resignada, me levanté, volví a posar mi mirada en el reloj y vi que eran las diez de la mañana.

La voz de mi madre alcanzó mis oidos mientras yo me levantaba de cama.

-¿Cris? ¿Estás despierta? -me preguntó con voz dulzona.

Arrastrando los pies salí de mi habitación y me asomé a la escalera para responder.

-Sí, me acabo de levantar. -contesto mirándola, estaba en el tercer escalón de la escalera mirando hacia mí, mientras poco a poco subia.

-Tu padre y yo vamos a salir, cielo. Seguramente no vendremos a comer, si eso pide una pizza. Volveremos sobre las nueve de la noche. -me avisó, a lo que yo asentí con una gran sonrisa, pues tendría la casa para mí sola.

Se despide de mí con un beso y mi padre me grita un "Adiós cariño" y, mi madre, volviendo a bajar las escaleras, cogió su bolso y se marcharon, cerrando la puerta tras de sí.

Por fin libre -pensé-,  aunque la verdad era que no me servía de mucho estar sola con el tiempo que hacía.

Bajé las escaleras dirigiéndome a la cocina pensando hacerme lo primero que viese para desayunar, pero una sorpresa iluminó mis ojos, el desayuno estaba preparado. Encima de la mesa, había un generoso tazón de chocolate y una bandeja con una pequeña bolsa repleta de churros recién hechos. Me relamí los labios y esbocé una sonrisa.

Me encantaban los churros. Podría comer todos los días y a todas horas churros, si no engordasen tanto, claro.

Me lancé a la mesa para coger uno y lo mojé en el chocolate caliente, goteaba un poco. Con cuidado de no mancharme mi pijama, lo llevé con cuidado a mis labios. Lo mordisqueé y emití un sonido placentero.

-¡Que rico está! -exclamé mientras cogía otro, con la intención de atiborrarme de todos los churros que había en la bolsa.

Cogí el movil, dejando el churro encima de la bandeja. Observé que me habían metido en un grupo de whatsapp. Me di cuenta de que eran Lia y sus amigos, por lo que decidí saludarlos.

-Hola, vaya día, ¿no?

Después pase a saludar a Laila.

-Holaa.

Destinada a élWhere stories live. Discover now