Capítulo 18

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—Vaya, en serio cuéntame —dice ella, animada.

—No hay mucho que contar. Él era mi mejor amigo y recuerdo que tenía la habilidad de manipular a las bestias con garras. Era como un tipo de don; al tocarlas, las sometía —cuenta él con tristeza y agrega—. Y sí, recuerdo una vez que por accidente me tocó mientras estaba sometiendo a una y sentí un golpe de corriente tan fuerte que me mandó a volar y quedé inconsciente.

"Increíble", es lo único que puedo decir. Barbará le dice:

—¿Y luego? —Ahora era ella la que estaba emocionada con el relato.

—No hay mucho más después de eso. Desperté en casa unos días después y él me contó lo que pasó.

"Déjame hablar con él", digo a Barbará.

"Gracias por dejarme estirarme un poco. A veces me siento...", dice con pena.

"No lo digas, me harás sentir mal".

—Esperanza necesita preguntarte algo —dice Barbará.

—De acuerdo —responde Luis con una sonrisa.

Entonces, Barbará cierra los ojos y hacemos el cambio. Esta vez es casi automático; ya hemos vuelto a hacerlo de forma natural como cuando vivíamos en las montañas. Le digo a Luis:

—Quería saber si él tenía la habilidad de rastrear —Abro los ojos y vuelven a ser plateados.

—Vaya, sus cambios me trauman —es lo que responde al verme.

—¿Te molesta que hables con las dos al mismo tiempo? —pregunto desconcertada.

"Lo estamos asustando", se queja Barbará.

"Eso parece; será mejor que no salgas por un tiempo", le respondo con tristeza.

"Lástima, ya me estaba haciendo a la idea de salir", responde con una risita.

—No, solo que es raro para mí pensar en ti, en ustedes, en un mismo cuerpo con dos personalidades tan distintas.

—Lo siento, te prometo que no lo volveremos a hacer.

—Entonces dime, ¿tu amigo era un rastreador como yo? —Vuelvo a preguntarle, ya que la primera vez pareció confundido.

—¿Mi amigo, un rastreador? No, creo que era más bien un domador —contesta a la pregunta que le hice.

"Un domador de bestias", agrega Barbará.

—Es que yo era rastreadora en el planeta de fuego y, sabes, dependiendo del planeta, las almas nos comunicamos de manera distinta —le cuento y agrego—. En el planeta de la música, todos estábamos conectados por el sonido que emitíamos; y en el de las plantas, por las raíces. Al menos eso me contaron.

—Sí, yo estuve allí —agrega él.

—Y en el de fuego, algunos podíamos rastrear a otros por si se extraviaban —le digo, y él entonces pregunta:

—Entiendo. ¿Y entonces crees que mi amigo podía hacer eso?

Niego con la cabeza y agrego:

—No, pero yo sí puedo; y así fue como localicé a Wanderer.

"No se lo digas; podríamos ponerla en peligro", se queja Barbará.

"Shh, espera y ya verás", le respondo.

—¿Ya sabes dónde está? —pregunta él de inmediato.

—No exactamente, pero por eso necesitamos tu ayuda.

—Claro, dime, ¿en qué puedo ayudarlas? —pregunta, muy emocionado.

—Es una misión muy riesgosa; pondrá en juego tu vida y la de tu huésped —le digo seriamente.

En ese momento, una anciana llega y comienza a recoger la mesa. Me interrumpe y él dice:

—Muchas gracias, María. Estaba exquisito —le sonríe.

—No fue nada, joven. Estoy para servirle —responde la anciana.

A continuación, llega una joven, no mayor de quince años, pequeña, de cabellos dorados y hermosa sonrisa.

—Quisiera presentarles a mi nieta. Ven, Laura, saluda —le indica la anciana a la joven, quien se acerca tímidamente.

—Buenas noches, ¿cómo están? —dice con algo de pena.

—Buenas noches, Laura. Qué hermosos ojos verdes tienes —le elogio, al darme cuenta de que es humana.

"Una humana, increíble", dice Barbará emocionada.

—¡Tú eres! —exclama Luis, asombrado al verla.

—Humana; ¿puedes creer lo hermosa que es? —le respondo a Luis.

—¿De dónde vienes? —pregunto con interés.

Ella vuelve a mirar a la anciana, quien asiente con la cabeza, y luego nos mira directamente antes de responder.

Un Alma Especial (basado en The Host)Where stories live. Discover now