Capítulo 16

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Me pongo de pie y camino hacia la ventana, donde observo cómo la velada exhibe un cielo limpio y una noche estrellada, perfecta en su oscuridad. Me doy la vuelta para encarar a Luis y le sugiero:—¿Te gustaría ir a comer algo? Tengo hambre —digo mientras me toco el estómago, ofreciéndole una sonrisa.

—¿Realmente confías en mí como para salir de aquí? —pregunta Luis, con una mezcla de sorpresa y escepticismo.

—Sí, si hubieras querido traicionarnos, ya lo habrías hecho —respondo con confianza y camino hacia el armario, donde selecciono una blusa y me retiro al baño para cambiarme.

—Pero debes decirme qué decía la carta y, además, explicarme por qué me electrocutaste —se levanta y avanza hacia la puerta mientras habla.

—De acuerdo, pero discutamos eso después de cenar, ¿te parece bien? —digo a través de la puerta, no muy entusiasmada con la idea.

—Perfecto, iré a cambiarme también. Nos vemos en diez minutos en el vestíbulo —dice antes de salir de la habitación.

—Está bien, solo me cambio y estaré allí —respondo y me aseguro de que la puerta quede cerrada detrás de él.

Escucho su puerta cerrarse y Barbará estalla en júbilo: <<¡Estás completamente loca! Si va directamente a contarle a Sharon, estaríamos en graves problemas>>.

<<No lo hará; él está tan confundido como lo estuve yo cuando hablaste por primera vez>>, le aseguro mientras me cambio la blusa rápidamente.

<<Espero que tengas razón porque de lo contrario, si nos separan, nunca te lo voy a perdonar>>, advierte Barbará, con una nota de preocupación en su voz.

<<Relájate, tengo un presentimiento de que todo saldrá bien>>, trato de tranquilizarla con mi tono burlón.

Desciendo al vestíbulo y tomo asiento en un sofá, esperando. Apenas transcurren cinco minutos cuando veo a Luis salir del ascensor. Viste una camisa verde y jeans, un atuendo incluso más casual que el mío. No puedo evitar soltar una risilla.

—Vaya, qué guapo —digo, y su expresión de confusión solo aumenta mi diversión.

<<Te lo dije, ¡te gusta!>>, exclama Barbará en mi mente.

Luis, extrañado por mi comentario, inquiere: —¿Qué significa eso exactamente?

—Es solo una expresión humana; significa que te ves bien —explico rápidamente.

—Ah, debo acostumbrarme a esas diferencias entre nuestras culturas —comenta en voz baja.

—No somos tan distintos como piensas, sino más bien singulares —replico mientras me pongo de pie, listos para salir por la puerta.

—Tienes razón, eso suena mejor. Vamos, yo también tengo hambre —dice él, regalándome una sonrisa mientras me sostiene la puerta.

Nos subimos a mi auto y tomo el volante, conduciendo hasta un restaurante retirado. Está situado en la cima de una montaña y ofrece una vista nocturna espectacular de la ciudad iluminada desde su construcción de madera estilo antiguo.

—Aquí es, ¿Qué te parece? —pregunto, muy complacida con mi elección, mientras nos dirigimos hacia la entrada.

—Increíble, ¿Cómo diste con este sitio? —comenta Luis, claramente impresionado mientras atravesamos la puerta del establecimiento.

—Pura casualidad —miento con una sonrisa y nos acomodamos en una mesa acogedora para dos.

El ambiente es cálido y sutilmente iluminado por velas suspendidas de pequeñas lámparas en el techo; es justamente el entorno ideal para una cena íntima y una conversación sincera. —Buenas noches, Esperanza, qué alegría verte de nuevo —saluda la propietaria, una anciana cálida con una sonrisa que siempre me ha transmitido mucha afabilidad.

—Buenas noches, María. ¿Cómo te va?

—Muy bien, gracias. Y ustedes —responde, y estoy segura de que también se refiere a Bárbara.

<<Dile que también ella está bien>>, sugiere Bárbara.

—Nosotras estamos fenomenal. Y él es mi amigo Luis —hago las presentaciones.

—Mucho gusto, señora María —Luis se levanta y, con elegancia, besa su mano.

—Oh, qué caballero —María se ruboriza gratamente.

—¿Qué desean ordenar esta noche? —pregunta, sacando su libreta.

—Algo ligero para mí, déjate llevar por tu intuición —digo, obviando el menú y dejándome llevar.

—Y a ti, ¿Qué te gustaría? —pregunto a Luis, que parece todavía maravillado por el ambiente.

—Un filete de res, ensalada, papas fritas y algo para beber, por favor —pide con confianza, deslizando su dedo por el menú.

—Les preparo todo al momento —María se retira hacia la cocina.

Al quedarnos solos, Luis sostiene mi mirada intrigado y aprovecho para iniciar la conversación:—¿Hay algo que te inquieta? ¿Te sorprende algo?

—Esta alma... ¿es...? —pregunta en voz baja, sin terminar la frase.

—No es exactamente lo que esperaba, pero ha sido un encuentro fascinante de descubrir —ofrezco una explicación incompleta.

—Entiendo, pareces haber tenido bastantes experiencias con otras almas —comenta con interés.

—Es cierto, cada encuentro es una historia en sí misma. Algún día quizás te cuente más al respecto —digo, esbozando una sonrisa cómplice.

—Pero por favor, debes tener cuidado. Si los buscadores lo supieran... —Luis se preocupa por la posibilidad de ser descubiertos.

—No te preocupes, no les diré nada. Sería catastrófico, no solo para mí, sino para los que he conocido —aseguro, escaneando instintivamente las sombras en busca de indicios de peligro.—¿Y cuántos has encontrado?

—Alrededor de doce —respondo sin alardes, con una mezcla de orgullo y tristeza.

—Doce, eso es impresionante. ¿Cómo lo logras? —pregunta Luis, su voz expresando tanto sorpresa como admiración.

—Supongo que viene con el territorio de ser rastreadora —respondo modestamente—. A propósito, ¿Dónde está la buscadora Sharon ahora?

—Decidió quedarse en su habitación y no quería ser molestada —me informa con un toque de desdén.

—¿Y los otros dos buscadores?

—Se fueron. Me preguntaron si los acompañaba y les dije que necesitaba comentarte algo primero.

—Eso simplifica las cosas; no quería tener un escuadrón completo en la búsqueda de Wanderer —digo, y noto la curiosidad que despierto en Luis con mi comentario.

Un Alma Especial (basado en The Host)Where stories live. Discover now