Capítulo Cinco

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Capítulo Cinco.

"Una carta y buenas noticias."

Me desperté, y el dolor de cabeza era punzante en la zona del frente. Me dolía la espalda y tenía el brazo dormido. Traté de sacudirlo y parecía gelatina.

Me lo sobé cuando me senté en el sillón, tratando de no incrementar el dolor. Traté de recordar qué hacía ahí hasta que, al apoyar los pies en el piso, tocaron el café esparcido por el piso. Fruncí el ceño y rodé los ojos. Frustrada, me levanté y terminando de estirar mi cuerpo, me dirigí a mi habitación, para ver si mi invitado no deseado seguía respirando.

Al llegar, abrí la puerta despacio. Al parecer, seguía ahí, tirado sobre la cama dormido. No pensaba meterme a la pieza, pero realmente me preocupaba su estado. Solo me quedé ahí bajo el marco de la puerta hasta asegurarme que había escuchado su respiración. Suspiré y lo dejé.

Me dirigí a buscar los objetos de limpieza y en dos minutos ya había limpiado el desastre del café derramado de la sala. Saqué ropa de una de las cajas que todavía no había desempacado y me vestí ahí. Preparé el batido de banana para Matthew y después busqué las masitas saladas para la resaca que iba a experimentar apenas se despierte.

Me preparé el desayuno y me dediqué a mirar películas por el resto de la mañana, ya que el reloj marcaba las diez menos cuarto. No tenía nada para hacer y supuse que en la casa de Samuels nadie estaría despierto. Todos deberían haber estado experimentando por lo mismo que Matthew estaba pasando por ese momento.

Las horas pasaron y a la una y media, me levanté a hacer el almuerzo. Tenía algunas provisiones gracias a mi hermano y me dediqué a cocinar.

Después de unos veinte minutos, sentí una respiración en mi nuca.

Y grité.

-¡Matthew! Dios santo, casi hacés que me dé un infarto.

Él solo rió. Al darme vuelta, tenía puesto el pantalón de chándal de Federica y la remera azul que le había prestado la noche anterior. Me saludó con un beso en la mejilla y se sentó en la mesa frente a su licuado y las masitas.

-Perdón por todo el desastre de anoche, Gala. Te juro que no quise dejar esa impresión en vos.

Reí y apagué las hornallas. Puse la comida en dos platos y me senté junto a él dejando su porción en el lugar correspondiente.

-No recordaba dónde estaba, cómo había llegado acá y tampoco reconocí la ropa que tengo puesta. ¿Es de tu novio? –Rió mirando el plato y jugando con el tenedor sobre la comida- No me gustaría que se enoje con vos por dejarme dormir acá.

-Son pantalones de embarazada, los que tenés puestos –me miró con ojos abiertos-, y no son míos –me burlé-. Son de mi cuñada, y la remera que estás usando es de mi hermano.

El entendimiento relajó sus facciones y me dediqué a mirar el plato.

Terminamos de comer en un silencio bastante reconfortante y traje un poco de helado que había sobrado de hacía unas noches. Hablamos un poco y le pregunté dónde vivía, porque si esto volvía a pasar, prefería llevarlo a su vivienda para que ambos estuviéramos más cómodos.

-Espero que esto no suceda de nuevo, Gala. En serio, no estaba en mis cabales. Aparte, el dolor de cabeza me sigue matando -lo supuse. Mi remedio natural de banana había actuado, pero la resaca que este chico tenía encima era bastante fuerte-. Y te vas a reír si te digo dónde vivo.

Mi ceño se frunció al no comprender.

-¿Reírme?

-Ajam.

Par De Opuestos -EN PROCESO-Where stories live. Discover now