-Samuels, calmate. Respirá hondo y tranquilízate.

Él hizo lo que le dije, y se calmó después de un rato.

-Gra... gracias.

-No hablés -lo pensé mejor-. Bueno, sí. Decime dónde está Clara.

-En el supermercado. Tendría que estar por venir.

Respiré hondo. Puse su cabeza en mis piernas y le acaricié el pelo para tranquilizarlo, aunque yo estaba más nerviosa que él. Clara hacía una hora que no estaba por la casa, no había ido solo al supermercado.

-Calmate, no quiero que se te suban las pulsaciones. ¿Podés mover los dedos de los pies?

-Gala, me caí del segundo escalón, no de un séptimo piso. Mi columna no está partida en dos.

Me mordí el labio y lo ayudé a sentarse en el suelo. Cuando lo hizo, me agarró de los hombros, tomándome desprevenida. Acercó su cuerpo al mío y paró a pocos centímetros de mi nariz. Cerró los ojos.

Puso un dedo índice en mi nariz, moviéndolo despacio. Subió y tocó mis cejas. Luego, mi frente. Se dirigió a mis orejas y las agarró. Tocó mi lóbulo y cerré los ojos. Se dirigió a mi cuello, y me hizo cosquillas. Reí. Subió a mis labios y se quedó ahí. Bajó los dedos a mi cuello de nuevo. Tocó una pequeña cadena que colgaba de mi cuello y agarró el dije con los dedos.

-¿Es un...? -Lo siguió tocando un poco más y se concentró- ¿Es un delfín, no?

-Sí.

Dejó el collar y se dirigió a mi pelo. Lacio y rubio, tocándolo de arriba para abajo, peinándolo. Se dirigió a mis párpados, todavía cerrados. Las yemas de sus dedos se sentían calientes y ásperas.

Cuando dejó de tocarme, inmediatamente abrí los ojos. Lo vi en el mismo lugar en donde estaba, a unos centímetros alejado de mi. Puso su mano en mi cachete, y lo presionó con un dedo como un niño.

-¿Te puedo hacer una pregunta?

Samuels asintió. Yo no titubié al hablarle, no tenía por qué.

-¿Qué te hizo ser menos distante conmigo de un día para el otro?

Se quedó en su lugar, estático, sin decir nada.

-Tuve una charla con alguien, que me hizo dar cuenta que podía tomarme las cosas con calma. No estoy acostumbrado a tratar con gente nueva y este es el resultado, una persona tosca que solo le interesa estar el tiempo justo y necesario con alguien que no conoce.

Fruncí el ceño, pero su explicación tenía sentido.

-Podés bajar esas barreras con gente nueva. No te digo que seas un libro abierto, pero podés tratar de ser menos prepotente.

Él rió, pero no de la forma en la que lo hacía siempre, sino que de una forma más... macabra. Rencorosa.

-Así que, ¿te parecí prepotente las primeras veces? -No contesté eso gracias a que esa pregunta tenía un cartel luminoso que decía retórica en ella- La gente es mala, Gala. Prepotente, mentirosa, convincente y te hacen creer que están de tu lado, mientras que en realidad te clavan un puñal por la espalda.

Bastante cliché, debo admitir. Una herida humana que viene desde muchísimos años atrás y esa frase se instaló en el inconsciente colectivo.

De alguna forma, me llegó lo que pensaba, porque en algún momento yo fui esa clase de gente para él. No es que me importara mucho lo que pensara de mi, pero siempre tuve presente de que era una buena persona (o lo mejor que podía) con el resto. No todos somos iguales, y gracias a las diferencias, duele e indigna cuando te meten en la misma bolsa que el resto.

Par De Opuestos -EN PROCESO-Where stories live. Discover now