Frágil

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La leyenda de los salvadores de Alola corrió como la pólvora por todo el archipiélago, incluso en regiones lejanas a éste. Cómo unos pocos humanos y sus Pokémon salvaron el mundo de la invasión de los ultraentes.

Evidentemente, no lo contaron todo. Tampoco lo de la Fundación Aether, ni de la partida de Lylia, y el peso recayó sobre el desaparecido Team Skull, un simple mal recuerdo.

La mayoría, a excepción de los capitanes y los Kahuna, perdieron la pista del grupo. Sun había desaparecido en Poni, probablemente buscando nuevos retos sin que le conocieran. Lylia se había ido para ayudar a que su madre se recuperase. Y Gladio... simplemente se desvaneció. Eso molestaba tremendamente a Tilo, quien pasaba sus días en Melemele entrenando para vencer todas las veces que pudiera a su abuelo, y así dejar de ser su sombra.

Tilo y Gladio habían peleado muchas veces, como aliados y como enemigos. El rubio, siempre reticente a cualquier contacto emocional, se acabó ablandando y prometió combates amistosos y visitas a Tilo y compañía, pero nada de eso se cumplió. Hacía meses que no se sabía nada de él.

El nieto del Kahuna llevaba su enfado por dentro. Procuraba pensar poco en ello, pues disfrutaba mucho con sus entrenamientos en los bosques de la isla. Si cualquiera apostara que el chico estaba cabreado, y no tan feliz como siempre estaba, nadie daría un céntimo por esa apuesta.

—¡Abuelo, me voy a Hauoli a buscar provisiones! —dijo tan feliz, un día que se había levantado especialmente alterado.

—¡Ojojojo! ¡Ya sé qué quiere decir eso!

—No me lo gastaré todo en malasadas, lo prometo.

Un paseo por Hauoli siempre le venía bien, en estas situaciones. El bullicio de la ciudad le permitía silenciar sus propios pensamientos.

¿Cómo había podido haberle dejado tirado así? Pensaba que eran amigos, pensaba que podrían correr nuevas aventuras juntos, pero se había ido. Le cabreaba su indiferencia, su egoísmo, su aplastante habilidad para defraudar a los demás cuando anteponía su persona a la amistad.

Pero le cabreaba más que le estuviera amando como lo hacía. Sabía que la única razón por la que no se enfadaba con Sun también por su ausencia era que quería a Gladio, y era inevitable. No se había dado cuenta mientras luchaba con él, mientras hacía frente a la amenaza de los ultraentes con sus amigos, simplemente notó cómo se le rompía el corazón poco a poco al no encontrarle en ninguno de sus lugares de entrenamiento habituales. Y solamente lo buscaba a él, a nadie más.

Paseando por Hauoli volvió a sonreír, olvidándose de sus sentimientos. Veía a jóvenes entrenadores como él pasear con sus Pokémon, niños pequeños reírse por las gracias que éstos hacían, a mayores desesperados persiguiendo a sus hijos y, en general, un ambiente festivo muy típico de la ciudad. A veces uno podía confundir fiestas de verdad con un día cualquiera en Hauoli.

Pero a Tilo se le borró de un plumazo la sonrisa cuando escuchó por encima del hombre una intrigante conversación, cerca del ayuntamiento:

—Es peligroso acercarse al monte Lanakila últimamente —dijo un tertuliano.

—Bueno, es la sede de la Liga Pokémon, está lleno de peligros y de entrenadores fuertes —contestó con calma un segundo.

—Eh, que yo soy uno de ellos —replicó un tercero—. Y no es ninguna broma lo que hay allí arriba.

—Se rumorea que habita desde hace poco un espíritu.

—¡Anda ya!

—En serio. A veces aparece en forma de un Pokémon desconocido, y otras como un humano blanco como la nieve de Lanakila. Se esconde en cuevas y entre la niebla. Algunos lo llaman el Espíritu Blanco.

Frágil [Pokémon - Tilo x Gladio]Where stories live. Discover now