24. La ciudad de la furia

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 ⋆*✦ ───── ⋆✦ Nahuel ✦ ⋆ ───── ✦*⋆

Yem y yo nos bajamos de la furgoneta.

Estábamos cerca de Santa Fe capital y a nuestro alrededor sólo había plantaciones de soja y girasol iluminados por el amanecer... y claro, unos dieciocho centauros armados y enojados.

Yem me había advertido de la posibilidad de toparnos con aquel clan. Los centauros salvajes, aquellos que no vivían en sociedad ni bajo la ley del Concejo, conformaban clanes nómadas y algunos hasta eran peligrosos. Por suerte este no era de esos, pero eran igualmente intimidantes y feroces cuando invadías sus tierras. Estos centauros extendían su territorio por todo el centro del país y habían consolidado su fuerza en su época de oro como gauchos bravos.

—Buenos días, señores —dijo educadamente Yem cuando ninguno de ellos nos habló.

El más cercano, el líder que poseía una larga barba tan negra como su cabello y pelaje, se nos acercó y nos olfateó.

—Vampiro y lobizón —dijo con un resoplido y su nariz largó un denso vaho contra el frío de la mañana—. Pero también huelen a bruja, humano y algo más... Algo oscuro.

Yem y yo nos miramos de reojo.

—Soy Yemelyan Vasile, centinela mayor del Concejo —dijo Yem llevando su mano a su corazón y lo imité—. Viajamos de un Santuario a otro, es posible que el aroma de nuestros compañeros permaneciera con nosotros.

—No parecen ser centinelas. No tienen su feo uniforme —se quejó el centauro.

—Viajamos de incógnitos —se volvió a explicar con tranquilidad.

—Son muy sospechosos —sentenció el líder.

—¿Cómo sabemos que no son nocturnos? —dijo otro centauro, un chico más joven que yo, tan sólo un potrillo.

—El muchacho tiene razón, ¿cómo sabemos que no son nocturnos? —dijo el líder.

—Cierto, ellos son del círculo de los malditos —agregó otro.

—No se puede confiar en los malditos —siguieron hablando otros más.

—Y el Don dijo que olió a una bruja...

—... y algo oscuro, ¿no?

Muchos se asustaron ante esta idea. Y el círculo de centauros se cerró aún más a nuestro alrededor.

Sin decir nada, Yem sacó el anillo que llevaba en su dedo anular e invocó a su guardiana. Los centauros más cercanos se alejaron de un salto.

—Señores, como sabrán —dijo Yem con calma—, solo los centinelas pueden portar un arma guardiana.

Creí que eso los convencería, pero sólo empeoró las cosas. Los centauros se pusieron aún más tensos.

—¿Qué te pasa, pibe? ¿Querés buscar pelea? —empezaron a decir algunos, desenvainando sus facones y tomando sus arcos. Algunos comenzaron a olfatear la camioneta y se dieron cuenta de que había más arcanos dentro, lo que les molestó. Los centauros eran criaturas susceptibles, se enojaban con facilidad y ante el miedo, su primera reacción era el combate. Y al parecer, nosotros los habíamos asustado.

La cosa estaba a punto de tornarse mala cuando escuchamos un grito y una ráfaga de aire fría pasó a nuestro lado.

—¡¿Qué están haciendo?! —inquirió una vos femenina imposible de no reconocer.

—¿Alfonsina? —exclamé sorprendido.

Allí, parada entre todos aquellos robustos centauros, enfrentando cara a cara a su líder, estaba Alfonsina, con su cabello en una desprolija tensa y su casaca del Concejo desprendida. Un instante después de ella había llegado Suk Hee, rezongando porque siempre lo dejaban atrás.

La chica voz de sombras | Arcanos 2Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum