22. Reina negra, reina blanca

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 ⋆*✦ ───── ⋆✦ Sofi ✦ ⋆ ───── ✦*⋆

—Él estará bien —dijo Yem cuando me encontró espiando a mi primo.

Lucas dormía profundamente en su cuarto en Claro de Luna; su brazo derecho estaba completamente vendado desde su hombro hasta la punta de sus dedos. El vampiro pelirrojo rodeó mis hombros con un brazo en un gesto confortador, aunque él se veía más preocupado que nadie. O casi más que nadie.

Tía Sara no se había apartado de Lucas en todo lo que quedaba de la noche y Nahuel había ido y venido desde la habitación de su padre a la de su amigo, los dos heridos de mayor gravedad en la batalla.

Se podría decir que tuvimos suerte al tener solo una pérdida mientras que los nocturnos habían perdido a más de la mitad de sus miembros. Ahora los cuerpos de todos los caídos se encontraban en la morgue del Santuario. Sí, al parecer Claro de Luna estaba equipado con todo lo necesario para ser un centro médico de alta calidad, hasta una morgue lejos de la casa. Este lugar parecía no tener límites.

Sin embargo, cuando el sol invernal comenzó a alumbrar la estancia, el ambiente se sentía sombrío. Los miembros del Santuario de Vera estaban llorando a su compañero perdido, y los habitantes de Claro de Luna solamente pensaban en el progreso de sus dos heridos. El papá de Nahuel había perdido mucha sangre en una pelea con un minotauro. Pero tras muchas puntadas y una transfusión de sangre, se encontraba descansando en su habitación, rodeado de su esposa y sus hijos.

Por otro lado, Lucas había sufrido el peor daño. Una de sus bombas caseras explotó en su mano y había sufrido quemaduras graves, pero también tenía graves heridas internas a causa de pelear con seres que lo superaban en fuerza. De no ser por la atención médica de Francisco y la magia de Nara, él quizás hasta habría perdido su brazo derecho... o habría muerto.

Los demás solo teníamos moretones y algunos cortes, pero nada grave. Como los nocturnos no usaban armas benditas se podría decir que eran más fáciles de combatir que los cazadores. Así que quienes estábamos en condiciones nos encargamos de hacer guardia en los terrenos desprotegidos del Santuario y de atender a los heridos. Nara y yo tomamos la oportunidad de devolver el favor a quienes nos habían cuidado, a pesar de que ambas estábamos extremadamente cansadas.

—Deberías ir a dormir, Sofi —dijo Yem—. No serás de ayuda a nadie si te desmayás por agotamiento.

—Pero me siento tan inútil —admití, enrollando un mechón de cabello sucio alrededor de mi dedo. Ni siquiera había tenido oportunidad de ir a bañarme.

—Creeme, ya hiciste mucho por él. Lo salvaste —respondió mirándome con intensidad. Por un momento me pregunté de qué color eran los ojos de Yem. Estos parecían ser cambiantes, a veces celestes, otras veces verdes, o incluso avellana.

—Todavía no sé qué es lo que hice —susurré, saliendo de la habitación de Lucas.

—Lo sé, pequeña —contestó Yem. Luego de una larga mirada a Lucas cerró la puerta tras él y me siguió por la galería interna de la casona—. He vivido muchos años en Gran Bretaña y he conocido a muchas banshees en su época de oro, cuando sus clanes eran sinónimo de terror y respeto. Pero nunca vi a una de ellas hacer lo que vos hiciste, espantar a los siervos de la Muerte. Y tu poder para usar el viaje también es inusual en estos siglos.

—¿Eso significa que soy un fenómeno? —pregunté viendo hacia el invernadero. A través de unos rosales pude ver que Nara había caído dormida sobre sus hierbas y pociones; Homero estaba acurrucado junto a ella.

—En parte sí —admitió—. Es solo una hipótesis, pero pienso que la maldición de los vampiros ha potenciado tus habilidades heredadas de las banshee. Sos una híbrida, un espécimen extremadamente raro.

La chica voz de sombras | Arcanos 2Where stories live. Discover now