Capítulo 8

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Inglaterra, enero de 1945

– Entonces, ¿cada vez que se miran lo matas y lo entierras con la mirada? – pregunta Alanís con una risa burlona.

– No lo digas de esa forma.

– ¿De qué forma lo digo?

– Lo dices de una forma rara, como si a mí me gustara.

– Eso es lo que me cuentas Alice. Cada vez que vienes a mi casa siempre hablas de él y de las cosas que hace.

– No es cierto. Solo te cuento lo que ocurre, además no es como si él siempre fuera el tema de conversación entre nosotras.

Mueve la cabeza en negativa.

– Ustedes se parecen a Mr. Darcy y Elizabeth en sus comienzos, ¿Tendrán el mismo final?

– No te atrevas a comparar a mi querido Darcy con ese. No hay punto de comparación, y no, no terminaremos como ellos.

Mi amado Darcy era todo un caballero y de buenos modales.

Ríe.

¿Acaso mi molestia era una broma para ella?

– Está bien. No te alteres, no he dicho nada, mejor cambiemos de tema, ¿qué libro nos toca leer?

Cada comienzo de año siempre hacíamos una lista de todos los libros que leeríamos durante todo el año, bueno los libros que ella tenía en el librero, ya que para comprar otro teníamos que tener dinero y por ahora no contábamos con ello para adquirir uno nuevo.

– Nos toca Historia de dos ciudades – le digo mirando mi pequeña agenda.

– Genial, déjame traer las galletas y el té para merendar, mientras tú ve buscando el libro.

Nuestra tarde consistió en leer, reír, dialogar y comer muchas galletas.

Me había distraído tanto que no me di cuenta de la hora.

Afuera la luz del día ya se había ido por completo, lo cual es demasiado malo para mí, ya que las calles se tornaban peligrosas al caer la noche.

Tenía que salir cuanto antes.

Eran casi las siete de la noche, y debido al invierno el día oscurecía más rápido, y ni qué decir del frío.

Me despido de Alanís deseando llegar con bien a casa y que la ira de mi madre no recaiga sobre mí.

Camino rápido hasta casi correr, pero mi falta de ejercicio no me permite correr más y solo atino a caminar a pasos apresurados por las frías calles casi desoladas.

El nerviosismo se estaba apoderando poco a poco de mí con cada paso. Pero al entrar a mi vecindario el miedo iba mermando.

Me sentía más aliviada estar a unas cuantas de casas de mi casa y que no me haya ocurrido nada malo.

Sin embargo, a medida que me acerco más, visualizado una silueta en la puerta, específicamente la silueta de mi madre esperándome.

Rayos, la que me espera.

Ojalá que su preocupación por mi sea más grande que su enojo.

Pido misericordia para esta pobre alma distraída.

– ¡Niña me tenías preocupada! ¡QUE HORAS SON ESTAS DE LLEGAR! – grita una vez que llego.

– Lo siento mami, se me hizo un poco tarde, no me fijé en la hora. Pero, te prometo que no vuelve a ocurrir – me mira enojada.

Esperaba que no me castigara.

Misericordia por favor.

– Estas castigada – bueno, la esperanza es lo último que se pierde, ¿no? – no recibirás tu paga de este mes ni el otro mes, y no saldrás de visita para ningún lado, para que así entiendas ser más responsable y el valor de la confianza.

¡No! ¡No! ¡No!

Esto no podía estar pasando, contaba con ese dinero para ahorrar y poder comprar un libro, era nuestro plan con Alanís.

– No mami, son para los libros, castígame con otra cosa, trabajaré el doble.

– En eso consiste un castigo, en quitarte lo que más te gusta. Ahora entra y ve a lavarte las manos para cenar.

– Sí.

Aunque rogara, mi madre no cambiaría de parecer. Por lo contrario, lo único que conseguiría es adicionarme un mes más de castigo.

– Pero antes quiero que lleves sábanas limpias a todas las habitaciones, solo entrégalas.

– Si mami, yo me encargo de hacerlo.

Me encargo de entregar rápidamente todas las sábanas a todas las habitaciones, ya que moría de hambre y no quería que mis hermanos se coman lo que es mío.

Al entrar a la cocina, mi madre estaba sirviendo la comida mientras que mi padre y mis hermanos ponían la mesa.

Justo a tiempo.

Papá al verme esboza una gran sonrisa, aunque se veía muy cansado.

– Mi princesita por fin te veo, ¿en dónde estabas? – cuestiona viniendo a abrazarme.

– Estuve toda la tarde en casa de Alanís para retomar nuestra lectura – respondo mientras mi madre y mis hermanos toman sus respectivos asientos.

– ¿Fuiste con Alanís? ¿Cómo esta ella? – pregunta Mathew.

Varias veces se lo he preguntado y él siempre lo ha negado, pero estoy segura que tiene un cierto interés especial en mi mejor amiga, y que chico no lo estaría, Alanís es una de las chicas más guapas de toda la escuela.

– ¿Y por qué no vas tú mismo a verla si tanto te interesa?

Me divertía sus reacciones.

– ¿Y por qué iría? Solo estoy preguntando, como tu mejor amiga es casi parte de la familia, la veo como a una hermana, ya te lo he dicho – ahogué una risa.

Mathew la miraba de todas las formas posibles, pero jamás como a una hermana, no sé cómo no me había dado cuenta antes.

– Igual, debes ir a visitarla.

– Alice no empieces o sin...

– ¡Basta!, no quiero peleas en la cena – interviene mi padre.

Papá es muy alegre pero cuando se enoja o no le gusta algún comportamiento no los hace saber con esa mirada seria y penetrante.

Matthew y yo nos disculpamos.

Sin embargo, luego de un silencio algo tenso, mi padre comienza con sus bromas para romper la tensión formada.

Mi padre es un buen bromista y con lo que sea siempre te sacaba una sonrisa. Así que finalmente cenamos entre bromas y risas, que, hasta mi hermano menor, el serio, también reía a carcajadas.

A pesar de haber sido castigada, me encontraba feliz de poder tener estos momentos juntos.

Amor en GuerraWhere stories live. Discover now