Capítulo 11: Ira.

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Dentro de un local abandonado que se localiza en un centro comercial muy visitado de la ciudad se encuentra Zarún, quien mueve unas cajas algo pesadas junto a su cuñado Martín. Clarisa también se encuentra allí, cuidando de su pequeño Fabián teniéndolo en brazos.

— ¿Dónde queréis que ponga ésta? — Pregunta Zarún a su hermana, haciendo de referencia la caja que lleva consigo.

— Hasta el fondo, — Contesta Clarisa. — Todas esas cajas grandes irán hasta el fondo, las más pequeñas irán pegadas a la pared de la izquierda.

Luego de unos minutos de estar de aquí para allá cargando pesadas cajas con diferentes materiales de construcción, Zarún se toma un descanso sentado fuera del local al tiempo que toma un refresco de naranja. En estos últimos días se ha dedicado a ayudarle luego del trabajo a Clarisa con algunas cosas ahora que ella y su esposo han hecho trato con el dueño del local para poner su propio negocio.

Ha pasado casi un mes desde aquél incidente en la casa de Anubis, aquél momento donde ambos parecieron estar avergonzados por un ligero roce de manos. El ojos miel no ha dejado de pensar en ello, se pregunta si el bochorno de Anubis era el mismo que el suyo... Pero, al mismo tiempo, recuerda que en aquél entonces el moreno estaba pasando por algo, aunque no está seguro de qué trataba.

A pesar de ello, él y Anubis no han dejado de frecuentarse. Han llegado a salir un par de veces al bar donde el moreno trabaja. Y claro que no se ha olvidado Zarún de ir a visitar a Zeus y llevarle comida cada semana. Le está enormemente agradecido por cuidar de su cachorro, y aún más por habérselo regalado. Al pensar en eso, Zarún no puede evitar sentir una calidez surgir de su pecho, cosa que le hace sonreír ligeramente...

Mientras disfruta del viento helado que aún hace en estas fechas, logra ver a un par de muchachas que se encuentran recargadas sobre un carro pequeño de color amarillo chillante. El ojos miel no puede evitar sentirse incómodo al notar que se le quedan viendo de vez en vez con pequeñas sonrisillas pícaras pintadas en sus rostros. ''Desde que llegué están allí...'' piensa en sus adentros un tanto irritado para luego darle un profundo trago a su refresco para acabárselo. Pero, en el momento que se termina su bebida, nota que una de las chicas comienza a caminar en su dirección. ''Oh no...''

— Hola. — Saluda la chica. Una muchacha en sus veintes, piel bronceada, cabello rubio a los hombros, ojos cafés y muy delgada. A pesar del ligero frío, ella lleva puesta una blusa muy delgada que deja ver muy bien la línea de su sostén, acompañado de un short de mezclilla muy corto... — Perdón que te moleste, pero quería saber si podría tener tu número. Eres muy lindo y... uhm... — De a poco Zarún nota el bochorno en la chica. Pero cree que la incomodidad viene más grande de él... — ¿No eres de aquí, cierto? Jamás te había visto por estos rumbos...

— Amm... — El castaño ha pasado por cosas así bastante seguido, siendo que es un joven muy bien parecido y su rostro es tan pálido que hace buen contraste con el color de sus ojos y su cabello claro. — De hecho sí soy de aquí, pero cuando era muy pequeño me fui a vivir a España y no regresé sino hace a penas unos meses. Pero... — Decide ir al grano de una vez. — Lamento tener que declinar el darte mi número... Soy gay. — Una vez dicho eso, es notoria la sorpresa que le cayó como balde de agua helada a la muchacha. Zarún sonríe ligeramente, tratando de no burlarse del rostro en confusión de la señorita.

— ¡Ahh, perdón! — Dice de inmediato la rubia. — N-no tenia idea, en verdad, ¡qué pena! — Continúa, poniendo sus manos en su rostro para ocultar sus muy enrojecidas mejillas por la vergüenza que acaba de pasar.

— Haha, no te preocupes. Espero tengas lindo día.

— S-sí, igualmente.

Y así como llegó, la chica regresa apresuradamente con su amiga-una chica que parece de su misma edad, cabello largo y oscuro-. El ojos miel sólo se limita a verlas partir en su coche, parece que la rubia le cuenta acerca de lo sucedido a la morena, a lo que ésta suelta la carcajada de repente y se logra escuchar cómo su compañera trata de callarla.

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