Capítulo 3: Sin rastro.

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Son las siete con veinticinco minutos de la mañana de un día jueves en la escuela secundaria. Se ven a varios jóvenes haciendo fila fuera de sus respectivos salones. Es la entrega de calificaciones finales del ciclo escolar.

Zarún está conversando con algunos compañeros de su aula mientras espera con su credencial estudiantil en mano a que su asesor lo llame para entregarle sus papeles.

— ¡Hey! ¿Todavía no? — Zarún voltea hacia su izquierda al escuchar una voz familiar. — ¿Pues qué están haciendo? — Es Anubis.

— Hace rato un chico se quejó de que una calificación se la habían cambiado. — Contesta el ojos miel. — Empezó casi a hacer panchos por eso.

— Vaya... Bueno, al menos ya estás a cuatro personas de pasar.

— Sí. ¿A tí ya te dieron tus papeles?

— Yup, mira. - El ojos cafés le muestra su folder. — No salí tan mal...

— Tus dos calificaciones más bajas son de siente. No está mal. — Dice Zarún al hojear los documentos. — Creo que yo saqué un seis...

— ¿Crees?

— Es que no recuerdo.

— Deberías acordarte.

— Pareces mi papá...

— Cuando no está él, yo seré tu padre.

— Hahaha estúpido. — Dice riendo Zarún ante lo dicho por su amigo, a lo que Anubis ríe de igual manera.

Pasan aproximadamente cuarenta minutos hasta que por fin Zarún sale de su salón con sus documentos en mano. Los dos amigos parten de la escuela, no sin antes desearle unas buenas vacaciones a sus amigos y esperar que se vean en un par de meses, cuando el siguiente ciclo escolar inicie.

El castaño y el ojos cafés caminan por la acera fuera de la escuela. Se encaminan hacia la esquina para agarrar un transporte público...

— Ey, Anubis... — Habla el ojos miel.

— Sí, ¿qué pasa? — Voltea a ver a su amigo.

— Tengo... algo muy importante qué decirte.

— ¿Qué pasa?

— Es que... — El chico se pone mal de un momento a otro. No tiene siquiera ganas de ver a su "hermano" a la cara.

— ¿Qué pasó? Cuéntame.

Zarún siente un nudo en la garganta, no sabe ni cómo empezar. Voltea a todas partes para lograr reunir el valor suficiente para decirle. Sus manos le sudan y se empiezan a notar algunas lágrimas que están a punto de caer de sus orbes.

— Zan, ¿estás bien? — El moreno se le acerca. — ¿Por qué lloras?

— No estoy llorando. - El castaño voltea a otro lado para que Anubis no vea su rostro.

— Me estás preocupando. Dime ya, ¿qué tienes?

El ojos miel mira el suelo, da un profundo suspiro y se coloca erguido frente al otro joven, pero con el rostro algo agachado.

— El domingo que fuiste a mi casa quería decírtelo, pero no supe cómo. Y siento que si no te lo digo ahora... — El muchacho se queda callado por unos segundos, pensando y organizando sus palabras dentro de su cabeza. — Me voy a mudar este sábado. Y lejos.

— Whoa- ¿qué? — Exclama Anubis ante la noticia. — ¿Cómo que te mudarás? ¿Y a qué te refieres con "lejos"?

— A mi papá lo mandaron a otro lugar por cosas de trabajo y quiere que vayamos con él porque le da pendiente dejarnos aquí. Nos iremos a España.

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