Capítulo 6

170 20 10
                                    


Llegó el domingo, último día del año.

Uno pensaría que es un día de relajo, donde no hay nada que hacer más que solo tirarse en la cama y descansar, pero no, aquí siempre hay movimiento y algo por hacer.

Me levanto con toda la desgana del mundo, quisiera quedarme en mi cama, al menos por este día, sin embargo, sé que mi madre vendrá a levantarme y si no lo hago, no le temblará la mano en arrojarme un poco de agua helada en el rostro, ya lo ha hecho muchas veces tanto a mis hermanos como a mí, así que es mejor no tentarla.

Me aseo y me visto con la ropa para los quehaceres. Al menos si tengo que levantarme en pleno domingo será a mi tiempo y a mis ganas.

Me tomo mi tiempo en bajar al primer piso y llegar a la cocina para encontrarme como de costumbre a mi madre al lado de la estufa preparando los alimentos del día.

– Buenos días mami.

– Buenos días, cariño.

– ¿Cómo amaneciste?

– Sin ganas de hacer nada.

– Cariño, ve desayunando, hay leche y pan recién horneado que está en el horno, todo es para ti.

Me sirvo un vaso de leche y corto un pedazo de pan, que aún continuaba calientito.

– Mami, ¿qué hay por hacer? ¿No es posible descansar un poco? Es el último día del año.

– De todo hija mía, y no, no es posible descansar.

– Pero, ¿Por qué?

– Porque hay mucho que hacer, tanto para la cena de esta noche, como limpiar la casa para recibir el año nuevo.

Había olvidado el pequeño detalle de que teníamos que limpiar toda la casa para recibir el año nuevo con el pie derecho. Esperaba que al menos este año tengamos algo bueno, que por fin esta guerra termine.

– Pero primero quiero que le lleves algunas cosas al señor Abad, el pobre ha estado muy ajetreado con algunas mejoras de su casa para hacer más espacio para las personas que están viviendo con él.

– Si mami

Terminé mi desayuno justo cuando mamá terminó de ordenar una bandeja con muchas cosas para el señor Abad, que en su mayoría eran alimentos.

– Ten mucho cuidado al llevarlos, que no se te vaya a caer nada.

– Sí.

Esperaba no caerme.

Tomo la bandeja y esta pesa más de lo que imaginé, el miedo de que realmente pudiera caerse ni bien salga de casa comenzó a apoderarse de mí.

Comienzo a caminar lo más despacio que puedo, la tensión dominaba mi cuerpo mientras daba cada paso, pero se disipó cuando llegué a la casa de nuestro vecino, afortunadamente la casa del Señor Abad estaba a unas cuantas casas de distancia de la mía.

Estando mas relajada de haber logrado llegar sin que ocurriera algún inconveniente, subo los dos escalones para tocar la puerta con los zapatos, ya que no había ninguna otra forma para hacerlo, mis manos estaban completamente ocupadas.

Espero algunos segundos, pero nadie sale, lo cual es muy extraño, ya que teniendo más gente viviendo ahí lo usual es que respondan al llamado de la puerta.

Espero unos segundo más, pero nada, así que vuelvo a tocar, pero esta vez con más fuerza para que me puedan oír, al cabo de unos segundos escucho pisadas del otro lado de la puerta.

Por fin alguien, mis manos ya se estaban entumeciendo por todo el peso.

Al abrirse completamente la puerta, unos ojos me inspeccionaban.

– No puede ser

Esto tenía que ser una broma.

Amor en GuerraWhere stories live. Discover now