Capítulo 25. «Susurro mortal»

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Pasó por las escalerillas y giró en el pasillo de la izquierda, el que daba hacia los camarotes. Era un lugar pequeño, angosto, pero era mucho más fácil caminar por él después de que el barco se había detenido.

—Tú y yo tenemos algo de que hablar.

—¿Qué? —preguntó Piperina, incredulidad brillando en su rostro. Sintió que Nathan llegó hasta ella desde atrás, tomándola de la muñeca y haciéndola girar hasta quedar acorralada por sus brazos.

—Quiero que me digas como fue que le ganaste a Adaliah. ¿Crees que no noté la forma en que ella se dejó vencer demasiado rápido cuando le dijiste, "No te levantarás"? No fue una coincidencia. Tal vez fue el susurro mortal que aquel Erys mencionó.

Piperina entrecerró los ojos, furiosa. Empujó a Nathan, para luego responderle:

—Ganado como sea que haya ganado, eso no te importa.

Nathan, en respuesta, entrecerró los ojos también, e insistió:

—Claro que me importa, porque si ganaste de esa forma, usando tus habilidades en un combate en el que se suponía no debías hacerlo, eso sería trampa. Además, —insistió— necesito conocer con quien me junto, ¿Sabes? Tal vez podrías estar usando tú aguda persuasión para hacer que Zedric siga metido en esta absurda misión.

—Yo no sabía lo que hacía ahí. De hecho... —dudó, aun ni ella podía creer que realmente hubiera usado una de las habilidades de Erys—. Creo que lo he hecho varias veces a lo largo de mi vida, pero ni siquiera lo había notado. Deja de ser escéptico, me causas dolor de cabeza.

—Tú y tú hermana me causan dolor de cabeza. Son impredecibles y demasiado poderosas para mi gusto.

—¿Crees que no lo he notado? —preguntó ella, que, aunque se sentía mucho más tranquila, aun seguía irritada—. Si fuera por tí harías esto solo con tus amigos pero tienes que seguir las órdenes de Zedric, ¿No es así? — Nathan se mantuvo en silencio, impresionado por la confianza y fiereza de Piperina. Quería decirse a sí mismo que no tenía razón, pero eso era una mentira— Yo creo en los motivos por los que estoy aquí y no estoy siendo un grano en el trasero para los demás. ¡Despabílate!

—Sea lo que sea que hayas hecho, si nos toca luchar más te vale que no uses este extraño susurro —respondió Nathan antes de marcharse.

Piperina no pudo moverse por varios segundos después de que Nathan entró a su camarote. Por una parte no podía creer que Nathan fuera tan idiota y, por la otra, no podía creer que por fin había usado sus habilidades.

Seguiría intentando usarla, debería de servir para algo, debería de darle la posibilidad de defender a su familia.

Mientras el bote avanzaba rumbo a la Isla de la Hechicería, Nathan no dejaba de hablar y hablar, advirtiendo a sus acompañantes.

—Ya puedes callarte, has dicho todo como tres veces —dijo Piperina, irritada.

Nathan trató de ignorarla, pero cada una de las palabras que la chica decía eran más molestas que las anteriores.

Piperina se inclinó hacia atrás, tratando de estirarse con el poco espacio que había.

Nathan, siendo el que estaba dirigiendo a todos y su forma de remar en el bote por toda la experiencia que tenía, supo de inmediato lo que estaba por suceder.

—¡Cuidado! —exclamó, llamando la atención de Piperina, a la que apenas le dió tiempo de reaccionar antes de que una enorme anguila marina saltara por encima de su cabeza.

Nathan estiró su mano y de un movimiento incineró al animal con su control del fuego. Triya, por su parte, encapsuló al chamuscado animal y lo hizo caer de nuevo al mar.

Cantos de Luna.Where stories live. Discover now